
El 14 de noviembre de 1817, Policarpa Salavarrieta, más conocida como La Pola, fue ejecutada por las tropas realistas en Santa Fe de Bogotá. Tenía apenas 22 años, pero su nombre ya era sinónimo de resistencia, coraje y amor por la libertad. Fue acusada de colaborar con los patriotas en plena lucha por la independencia, y su muerte se convirtió en un acto simbólico que selló con sangre la participación de la mujer en la historia de Colombia.
Su legado trascendió los tiempos. En 1967, el Congreso de la República, mediante la Ley 44, declaró el 14 de noviembre como el “Día de la Mujer Colombiana” en homenaje a Policarpa y a todas las mujeres que, desde distintos frentes, han contribuido a la libertad, el desarrollo y el progreso del país. Pero más allá de las conmemoraciones, esta fecha nos invita a reflexionar sobre la fuerza, la lucha y las deudas que la sociedad aún mantiene con las mujeres colombianas.

Policarpa representa a esas miles de mujeres anónimas que, desde la historia hasta hoy, han desafiado la desigualdad, la guerra, la pobreza y la violencia. Su valentía no se limitó al campo de batalla; fue también un acto político y moral en una época en la que la voz femenina no tenía espacio ni derechos reconocidos. Por eso, recordar a La Pola no es solo rendir homenaje al pasado, sino reconocer que el espíritu de lucha sigue vivo en cada mujer que trabaja, que lidera, que educa y que resiste frente a la injusticia.
A más de dos siglos de su muerte, Colombia sigue teniendo una deuda con sus mujeres. Las brechas salariales, la violencia de género, la falta de representación política y las barreras sociales son recordatorios de que la independencia no está completa mientras no haya igualdad plena. El heroísmo de Policarpa no puede quedarse en los libros de historia ni en actos simbólicos; debe inspirar políticas reales que garanticen oportunidades y justicia para todas.
El valor de La Pola no nació del poder, sino de la convicción. Murió por un país libre, pero también soñó con una sociedad justa. Hoy, cuando su nombre se pronuncia cada noviembre, no basta con recordarla: hay que honrarla construyendo el país por el que dio su vida. Porque la verdadera independencia se mide también en la libertad y dignidad de sus mujeres.






