
Que Dios nos libre de tener líos judiciales con la justicia estadounidense. Allá las cosas son a otro precio: el sistema judicial es verdaderamente independiente, las penas severas y las cárceles, de verdad. En los penales federales de máxima seguridad no hay visitas conyugales ni privilegios; los reclusos apenas si ven el sol una vez por semana. Es, sin duda, un régimen implacable.
Si yo fuera el presidente de Colombia estaría preocupado por lo dicho por Donald Trump: “El presidente Gustavo Petro es un líder del narcotráfico que fomenta la producción masiva de drogas por toda Colombia.” Cuando la justicia norteamericana dicta un indictment —una acusación formal—, eso no es de juego. Implica un delito grave y un juicio ante un gran jurado, una figura seria e independiente. En Estados Unidos los jueces no se dejan manipular ni presionar por el poder político.
Todo apunta a que el general Hugo “El Pollo” Carvajal, exjefe de inteligencia militar de Chávez y Maduro, colabora con la justicia estadounidense. Se comenta que ha entregado información sobre políticos y beneficiarios del dinero del narcotráfico del llamado “cartel de los soles”, asunto de graves repercusiones internacionales.
Si Trump se atreve a lanzar semejante acusación contra un jefe de Estado extranjero, no es simple retórica electoral. Seguramente cuenta con información proveniente de la DEA, el FBI o el Departamento de Justicia. Solo así se explica que un expresidente de Estados Unidos se atreva a tanto.
Nos guste o no, en ese país la justicia es cosa seria. Cuando te toca enfrentarla, la diferencia entre el poder político y el peso de la ley es abismal. Aquí, en cambio, la justicia suele arrodillarse ante el poder, se demora o se acomoda. Esa es la gran diferencia entre un Estado de derecho sólido y una democracia que aún lucha por serlo.
Además del “Pollo” Carvajal, Estados Unidos tiene entre sus manos a narcos de peso pesado como Joaquín “El Chapo” Guzmán y su socio Ismael “El Mayo” Zambada, líderes de carteles mexicanos ya procesados. Ambos habrían colaborado con las autoridades, revelando vínculos con narcotraficantes colombianos y políticos de la región que se beneficiaron del dinero sucio.
Trump, por su parte, parece decidido a librar una guerra sin cuartel contra los carteles de la droga y llevar ante los tribunales a sus líderes y colaboradores. En su mira están los grupos guerrilleros colombianos —ELN y disidencias de las FARC—, los carteles mexicanos, el “cartel de los soles” en Venezuela y el Tren de Aragua, todas declaradas organizaciones terroristas. Para él, representan una amenaza directa a la seguridad nacional de Estados Unidos, lo que autoriza incluso el uso del poder militar.

El caso del expresidente hondureño Juan Orlando Hernández es un ejemplo contundente. Gobernó entre 2014 y 2022, aliado de Washington en la “lucha contra el narcotráfico”. Sin embargo, mientras recibía apoyo estadounidense, la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York investigaba a su entorno. Su hermano Tony fue arrestado en Miami en 2018 y condenado a cadena perpetua por narcotráfico. En ese juicio, testigos protegidos implicaron directamente a Hernández como beneficiario de sobornos de capos como “El Chapo” Guzmán. Tras dejar la presidencia, fue extraditado a Estados Unidos y condenado en 2024 a 45 años de prisión por conspirar para importar cocaína.
No deseo para el presidente Petro un final similar ni nada que se le parezca, pero hay que prestar atención a lo que dice Trump, pues puede interpretarse como una advertencia de lo que podría venirle tras dejar el poder el 7 de agosto de 2026. No puede pasar inadvertido lo dicho por Armando Benedetti, quien aseguró que si hablaba sobre los 15 mil millones que ingresaron a la campaña de Petro —y que al parecer no fueron declarados— “todos se iban presos”. Y ojo: no olvidemos los indicios y sospecha de una posible financiación irregular con recursos ilícitos en esa campaña, como lo sugirió Diosdado Cabello quien dijo que Petro fue a pedir ayuda a Venezuela, país marcado por el narcotráfico y cuya cúpula política es señalada por Estados Unidos como la cabeza del “cartel de los soles”.
Un panorama sombrío, sin duda, el que podría enfrentar el presidente Petro ante la justicia americana, porque tanto ella como el gobierno de ese país —con Mr. Trump a la cabeza— lo tienen en la mira. En Estados Unidos, cuando la justicia actúa, lo hace con pruebas, con rigor y sin mirar quien es el acusado. Guerra avisada no mata soldado… y ya Estados Unidos le mostro los dientes a Petro.