Existe la necesidad de la articulación interinstitucional, pasar de la problemática a la acción, y que los actores sociales y los ciudadanos comunes, se apropien de la necesidad de pensar en la adaptación al cambio climático desde todas las dimensiones al tiempo que también se trabaja con los procesos de educación.
Esta fue una de las conclusiones con las que finalizó el II Congreso Internacional de Gestión Integral frente al Cambio Climático, donde mediante diversas conferencias magistrales, simposios y foros con diferentes temáticas, se abordó la problemática ambiental desde varias perspectivas orientadas por expertos nacionales e internacionales en los que participaron los estudiantes de la Maestría en Gestión Integral frente al Cambio Climático de la Universidad de La Guajira.
Al cierre el vicepresidente del Club de Roma Carlos Álvarez Pereira, envió una declaratoria que fue leída por el profesor y miembro del organismo Antonio Valero Capilla, quien afirmó que “es pertinente aprender de lo que ya sabemos y cómo a partir de la multiplicidad de nuestros saberes, debemos tener en cuenta a América Latina que tiene mucho que enseñar al mundo”.
El encuentro suscitó debates, controversias y análisis desde lo social, cultural, antropológico, ambiental, territorial, tecnológico y étnico, para tomar acciones y socializar propuestas de manejo en función de los impactos generados en el planeta por el cambio climático.
Luis Llanos Hernández, ponente de la Universidad de Chapingo de México, disertó sobre la transición agroecológica como una vía campesina para enfrentar la emergencia ambiental en los pueblos del volcán de la Malintzin, Tlaxcala y la envergadura del papel de los pequeños empresarios en el proceso de cambio.
El investigador precisó que “es indudable que la transición agroecológica se refleja en el suelo, porque al estar contaminado con agroquímicos no tiene nutrientes. En cambio, cuando la agroecología entra en operación se nota la recuperación del mismo. En ese sentido, con la aplicación de tecnologías modernas que faciliten el trabajo, la transición puede ocurrir”.
Sobre los acuerdos entre países complementó que “la alianza entre gobiernos latinoamericanos y el trabajo colaborativo, tiene que ayudar a favorecer la creación de redes y ejes temáticos comunes para trabajarlos de manera conjunta. Así como, la compulsión de esfuerzos entre academia, políticas de estado y campesino”.
Otra de las temáticas abordadas durante el espacio, fue la de inteligencia artificial y su impacto en el cambio climático, calificada como una herramienta promisoria y peligrosa al mismo tiempo, puesto que, así como es capaz de potenciar investigaciones o una economía sostenible, también cabe la posibilidad de ocasionar desinformación.
“La inteligencia artificial y su aplicación en el cambio climático se puede usar para concientizar, si queremos conocer acerca del nivel del agua, las inundaciones, los incendios o si desaparecen glaciares como el Nevado del Ruiz. Esta tecnología se utiliza más para lo malo que para lo bueno, dado que esta práctica es muy poderosa y puede generar información falsa y engañosa”, afirmó el antropólogo Carlos Reynoso.
Por su parte, la intervención de Elsa Astrid Ulloa Cubillos, antropóloga y profesora de la Universidad Nacional de Colombia, se centró en una propuesta sobre el resultado de investigaciones realizadas en colaboración con pueblos indígenas y sobre cómo son las relaciones y concepciones que tienen sobre el clima, más allá del cambio y sus afectaciones en los territorios por las transformaciones climáticas.
“Muchas de esas estrategias se deben reconocer de manera situada. Los pueblos tienen las suyas, así como sus conocimientos para que se incorporen desde lo que tienen y no desde otras instituciones de modo vertical y bajo políticas globales. Deben partir de las acciones locales e incluirse, por ejemplo, frente al uso del agua, teniendo en cuenta que hay una serie de procesos que han transformado este líquido, pero también implica mirar las causas de esa evolución en contextos como La Guajira, en vista de que se observan efectos como el extractivismo y la minería”, sostuvo la académica.
Por otro lado, se hizo un llamado a la falta de monitoreo de las variables ambientales en Colombia. “Una posible solución es hacer inversión en estos equipos a nivel local, es decir comenzar a medir lo que está pasando en estos contextos para dejar de tomar decisiones basadas en información global y a una escala de mayor en espacio. Se propone trabajar con mediciones, establecer la parte climática y tomar información medida para poder escalarlas en el tiempo, a esferas mucho mayores e integrar toda la información”, puntualizó el doctor en Ingeniería Mauricio Ruiz Ochoa.
Del mismo modo, apuntó que “nuestra memoria histórica ambiental con el tiempo se está perdiendo. Para el caso de La Guajira, una región del país con escasez de información, desde las autoridades ambientales, en este caso Corpoguajira, se puede exigir la instalación de equipos de medición puntual de las variables que se analizan para los proyectos, y que esa red otorgue acceso a las comunidades académicas presentes como Uniguajira, para hacer investigaciones con entornos locales y valores reales que den a conocer que está pasando en estos territorios”.
El congreso fue una iniciativa de la Alma Máter y la unión de las maestrías de la institución en Gestión Integral frente al Cambio Climático y en Ciencias Sociales, además de los pregrados en Ingeniería Ambiental, Biología, Economía, Administración Marítima y Portuaria y algunas organizaciones como la Red Internacional de Estudios sobre Territorio y Cultura (RETEC), la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria (Agrosavia), la Alianza Bioversity & el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), el Grupo Consultivo sobre Investigación Agrícola Internacional (CGIAR), Fondo Acción, Latín América Investment Facility (LAIF), Unión Europea, Agence Francaise de Développement (AFD, Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO COLOMBIA), ICETEX-Programas Expertos Internacionales, Ambiente y Comunicaciones (AC) y la Dirección General Marítima de Colombia (DIMAR).