El profesor que ayudó a sus estudiantes a no soltar sus sueños por la pandemia
Por: Jaimelis Fonseca
Alfonso Forero, “El profe”, despertaba cada mañana esquivando la parsimonia en esa dura pandemia, porque prefiere perseguir con ahínco los sueños casi enterrados de sus estudiantes, a soltarlos en una temporada tan dura y de desanimo. Él es un profesor de ojos gateados y alegres, un hombre de amplia sonrisa que se aferra aun a una moto desgastada, casi destartalada, con la que recorre cada semana más de 13 kilómetros de caminos escabrosos, con el corazón lleno de esperanzas, dando una milla extra de esfuerzo y amor, por unos jóvenes y niños que hoy son víctimas de una gran sacudida en sus vidas llamada pandemia. El inicio no fue fácil, ahora el retorno tampoco lo es.
Él tiene conciencia sobre este tema, sabe a lo que se enfrentan sus estudiantes y pone su mayor esfuerzo, para saber sortear junto con ellos, una pandemia repentina que estremeció hasta los lugares más apartados, donde el virus letal es realmente la evidente amenaza en la deserción escolar y de aquellos niños y jóvenes que cercanos al olor de las montañas, donde huyen para ponerse al servicio de grupos armados y cambiar cuadernos por armas.
El viento sopla fuerte en las primeras horas del día en Garrapatero, una comunidad pequeña apartada y olvidada que pertenece al municipio de Maicao y que está sembrada en un lugar a pocos minutos del corregimiento de Carraipia. En esta comunidad la educación virtual está a kilómetros de un clic, es un absurdo para ellos poder amoldarse a esta nueva alternativa de estudios y peor aún, sobrevivir a los cambios cuando en sus hogares muchas veces no hay para los alimentos, mucho menos para un equipo móvil que les permita adentrarse a las tecnologías y nuevas maneras de educarse. Por eso, el “Profe”, regala sus horas extras para amarrar los sueños al corazón de estos niños y que no pierdan el amor por el estudio, en un lugar sin computadores, sin celulares, sin dinero para recargas, sin atención del gobierno, aferrados solo a la ayuda de su profesor que sin recibir un centavo convierte en rutina sus clases en esta comunidad, evitando que así comno en el 2020 la deserción llegue al 70% de los niños de esta zona.
Aun así, ellos hacen su esfuerzo, algunos bajan de las montañas hasta la escuelita y conociendo ya los lugares exactos donde un poco de señal les permita recibir el mensaje esperanzador de “el Profe”, bajo el inclemente sol, entre raquíticos árboles de trapío y arbustos, con las ganas intactas de ser alguien en la vida, plasmando en envejecidos cuadernos las enseñanzas recibidas del día y con la única certeza de tener que trepar el mismo árbol la mañana siguiente, con el único celular existente en la comunidad.
El porcentaje de las garantías de una óptima educación virtual en las zonas rurales es desalentador, esta situación, de la que sólo se ha hecho una simple enumeración, es compleja, cambiante, frustrante, agotadora, pero es mucho más difícil de cumplir y de sobrellevar, en una zona donde se viven situaciones in imaginadas, padres analfabetas que no pueden ayudar a sus hijos con las tareas, hogares sin energía eléctrica, ni aparatos móviles y mucho menos internet o peor aún, sin dinero para una recarga en dado caso de que exista un celular en alguna de las viviendas.
Pese a todo, estos niños y jóvenes son tan fuerte como deslumbrantes, por la manera en las que, en medio de la inocencia, perseveran, sin tecnologías, sin comida, sin médicos, sin lujos u oportunidades. Sobreviven aferrados al servicio desinteresado “De el profe”; él, ha perdido la cuenta de cuantas horas extras invierte en los sueños de sus estudiantes o del dinero que invierte en combustible para poder trasladarse en su moto hasta el lugar de las clases, él ha enfrentado una pandemia sin soltarlos, sin desampararlos y sin permitirles un solo día en el que puedan pensar que no seguir estudiando sea la mejor opción, el profe no se permitiría jamás que sus estudiantes renuncien a sus sueños.
La pandemia ha menguado, han regresado a la escuelita, hay ya otros profesores, pero muchas cosas han cambiado y aun así, ellos que son un testimonio de vida y de templanza son la inspiración para quienes en ocasiones lo tienen todo y se dejan vencer por nada. Héroes de lápiz es la historia de solo algunos niños que enfrentan con valentía la odisea de la educación virtual, que llegó para quedarse y que aun en el retorno a las aulas, por el abandono al sistema educativo en esta zona, ellos siguen luchando por no dejar morir sus anhelos.
En este rincón olvidado de La Guajira, hay una canasta de sueños y pese a todo se aprende de cada uno de ellos, porque en cada vivienda de esta comunidad, entre casas de barros y miseria, hay un soñador, un joven que anhela ser grande en la vida, lejos de esa zona olvidada de este departamento, donde los niños se amoldan a su amenazante realidad, ignorando el verdadero riesgo de la deserción escolar.
Afortunadamente existen docentes como “El profe” de Garrapatero, que aportan ganas a lo que aman, aun sin garantías, sin un dinero adicional por esa milla extra de amor que le aportan a la educación, sin implementos de bioseguridad en la etapa más difícil de la historia, donde las garantías están a kilómetros de un clic. Hoy recorren felices el patio de la escuelita, aferrados a la esperanza de que esta terrible pandemia no regrese igual y que por mucho tiempo más, cuenten con la ayuda de su profesor Alfonso forero.