Monseñor Paolo Rudelli y Monseñor Francisco Ceballos, estamos todos ansiosos y deseosos de recibir la indulgencia plenaria, en este año Santo en el que el mundo católico celebra el Jubileo, lo recibimos a usted en esta tierra bendecida por Dios como el peregrino de esperanza de la cual es portador su excelencia, nada menos y nos dirá usted que nada más, como el Nuncio apostólico, Embajador extraordinario y plenipotenciario en Colombia de la Santa Sede y desde luego del Papa Francisco, de quien nos trae sus bendiciones. Bienvenido a esta tierra prodigiosa, fuente de inspiración del realismo mágico que plasmó con su pluma nuestro laureado con el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, en donde se hunden las raíces de sus ancestros y la que el recrea en su profusa obra, especialmente en su obra cumbre, Cien años de soledad (1967). Es, por decirlo de alguna manera, su impronta y su hilo conductor.
A la Guajira la describe magistralmente uno de nuestros más connotados juglares, el canta – autor Hernando Marín en uno de sus bellos versos como “una dama reclinada, bañada por las aguas del Caribe inmenso y lleva con orgullo en sus entrañas sus riquezas guardadas”. La península de La Guajira, la más septentrional de Suramérica, se yergue “majestuosa, encabezando el mapa” de Colombia, “cual pedestal representando un Reino. Luciendo con soltura y elegancia una gigantesca manta y joyas de misterio”, así la describe él, a la que el gran pensador antioqueño Luis López de Mesa caracterizara como la esquina oceánica de América! La misma que otro juglar de nuestra música vernácula, como lo es Rafael Manjarrez, en sus Benditos versos, muestra cómo “se mete hasta el mar así, como si pelear quisiera. Como engreída, como altanera, como para que el mundo supiera que hay una princesa aquí”.
La Guajira fue erigida como Departamento el 1º de julio de 1965, hace 60 años, después de haber sido Intendencia y considerado enantes como Territorio Nacional, a cargo del Gobierno Central, después de que se desintegró el Estado Soberano del Magdalena grande en 1871. En el imaginario colectivo se ha instalado la idea de que La Guajira es un territorio desértico caracterizado por su aridez y la sequía, pero lejos de ello, excepción hecha de la Alta Guajira, la media y la baja Guajira son regiones que gozan de un suelo y un clima que favorecen la actividad agrícola y pecuaria, amén de la exuberancia de su vegetación, su flora y su fauna. La Guajira, junto con el Magdalena son los únicos dos departamentos de Colombia que cuentan con todos los pisos térmicos, que van desde el nivel del mar hasta los más altos picos de la Sierra Nevada de Santa Marta, el Colón y el Bolívar, con 5.775 metros de altura.
Y a propósito de la Transición energética, La Guajira exhibe el mayor potencial de fuentes no convencionales de generación de energías renovables (FNCER), especialmente la eólica, la solar – fotovoltaica y la biomasa. La velocidad de los vientos Alisios dobla el promedio a nivel mundial y la radiación solar supera en un 66% el promedio a nivel global. Desafortunadamente, debido a desencuentros con las comunidades asentadas en el área de influencia de los proyectos de los parques eólicos, con una capacidad de 2.400 MW, adjudicados entre 2019 y 2021, así como el freno de mano en el que se ha convertido la expedición de las licencias ambientales a los mismos, está malogrando esta ventana de oportunidad para La Guajira.
He sostenido que nuestro país debe darse una Hoja de ruta de la Transición energética a la colombiana, lo cual me lleva a afirmar que para que esta sea exitosa, en paralelo se debe contar con una estrategia de transformación productiva tendiente a la diversificación de la economía, sobre todo en las regiones que, como La Guajira, dependen tanto de la actividad extractiva. De allí la importancia del impulso que debe darse a los sectores industrial, agrícola y el turismo.
La Guajira tiene al alcance de la mano la industrialización a partir de la producción y el cluster del hidrógeno verde. Puede y debe potenciar su agricultura, ampliando el área sembrada con la cual cuenta de 41.690 hectáreas, particularmente la del maíz (12.899 hectáreas), la de la yuca (3.782 hectáreas), la del café orgánico y con denominación de origen (3.659 hectáreas), el banano orgánico (1.100 hectáreas) y la palma de aceite (2.010 hectáreas), que produce la materia prima para los biocombustibles, cuyo mayor porcentajes de mezclas pueden catapultar esta agroindustria.
Mención aparte merece el turismo, cuyo potencial hace de La Guajira un diamante en bruto. De hecho ya constituye uno de los principales destinos turísticos del país. Y no es para menos, La Guajira cuenta y ofrece múltiples escenarios y actividades para la práctica del turismo, representa un verdadero emporio, muy atractivo para los viajeros nacionales y extranjeros. El paisajismo, el senderismo y el avistamiento de aves cobra cada vez mayor importancia como alternativa turística y en ello La Guajira tiene un filón enorme, toda vez que, al tiempo que Colombia ocupa el primer puesto en diversidad de aves a nivel mundial en el Global Big Day, entre 196 países con 1.532 especies, La Guajira ocupa el 2º lugar en la región Caribe con 617 especies, de la cuales 290 son endémicas.
Y cómo no mencionar otras alternativas que ofrece La Guajira como destino turístico: se trata de los múltiples deportes, particularmente deportes extremos como el moto cross, el raly, deportes náuticos como el surfismo, el kitesurf, el wingfoil, windsurf, todo ellos ponen a prueba la habilidad y la pericia de los amantes de los mismos, aprovechando el mar tranquilo que baña nuestras costas y las condiciones del viento, propias de nuestro territorio tan singular.
Pero, hay que admitir que no todo es miel sobre sobre hojuelas en La Guajira, la verdad sea dicha: La Guajira es un territorio rico habitado por gente pobre. Así lo muestran los indicadores sociales: la pobreza extrema en nuestro Departamento registra el 40.6%, 20 puntos por encima del promedio nacional, es una de las regiones del país más afectadas por el flagelo del hambre y la desnutrición, especialmente entre la población infantil, la cobertura y la calidad de la educación a todos los niveles deja mucho qué desear. En fin, La Guajira acusa un rezago ostensible y se raja en el Índice de desarrollo humano.
Dicho lo anterior, qué esperamos de la presencia entre nosotros del señor Nuncio, que, además de seguir siendo el Embajador de la Santa Sede, desde hoy sea también el Embajador de La Guajira ante el resto del mundo, además de asistir y coadyuvar con el señor Obispo de nuestra Diócesis Monseñor Francisco Ceballos, quien desde el primer día que arribó y asumió su conducción ha venido desarrollando, con toda su consagración, su tesón y abnegación redentorista una loable misión en lo social, trabajando a brazo partido por los más desvalidos y vulnerables.
Para terminar, permítanme decir que yo soy un convencido de que, como dijera el Quijote, el hidalgo de la triste figura: ni el bien ni el mal son duraderos y siendo que el mal ha durado tanto, el bien debe de estar cerca!