Edicion noviembre 22, 2024
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

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La Guajira que sueño

Columnista - Ivette Beatríz Pinedo Pabón Directora de Gestión Empresarial y Cooperación Internacional del Distrito de Riohacha Exdirectora de Turismo de La Guajira
Columnista – Ivette Beatríz Pinedo Pabón Directora de Gestión Empresarial y Cooperación Internacional del Distrito de Riohacha Exdirectora de Turismo de La Guajira

Si de algo vivo orgullosa y agradecida, es de haber nacido en una tierra diseñada con la inspiración y pausa de un día de descanso, creada en un rincón único y especial, donde la belleza natural se combina con habitantes de colores, culturas y costumbres diversas, que hacen de La Guajira ese lugar mágico e inolvidable para quienes tienen la fortuna de visitarla. En tiempos de modernismo y tecnología, el valor de la palabra, el calor humano que está en cada esquina, las costumbres ancestrales guardadas y cuidadas con empeño, la forma de vida que remonta a tiempos pasados, todo esto rodeados de las más bellas vistas y atardeceres bañados de la brisa del nordeste; son regalos del cielo para recordarnos que este es un lugar soñado.

Los paisajes variados, colmados de sorpresas, donde mirar el horizonte llena de ilusión, son atractivos naturales que han permitido el crecimiento del turismo receptivo de nacionales y extranjeros, quienes muestran un interés en conocer el bello desierto de la alta Guajira.

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El Cabo de la Vela, con su arena fina, los arcoíris formados con el golpe de las olas en las elevaciones frente al extenso mar azul y sus noches llenas de estrellas que iluminan caminos y hacen sentir la esencia del origen de la vida en contacto con la naturaleza, siempre respetando los lugares sagrados de los indígenas wayuu, conociendo su cultura y saboreando la más exquisita gastronomía, es la mejor terapia para alejarse del estrés de la ciudad, de la vida cotidiana y entregarse a la naturaleza exótica.

Otro atractivo natural, la Serranía de La Macuira, donde la arena del desierto contrasta con el verde bosque nublado, es único en el país. Se trata de un oasis en medio de la aridez, rico en flora y fauna, declarado área especial nacional y mundial para la conservación de aves, siendo a su vez un escenario importante para los indígenas wayuu.

Mayapo, en Manaure, con un mar de colores perfectos donde la brisa levanta con facilidad las cometas de aficionados y deportistas, permite obtener fotografías espectaculares sin necesidad de filtros.

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Palomino es muy parecido a lo que imagino que debe ser el paraíso; envuelto en la vegetación de río, montaña y verdes praderas; entre el mar Caribe y la Sierra Nevada de Santa Marta. Aquí, un solo vistazo puede captar la variedad de ecosistemas, un mar dinámico que crea una bruma en la orilla y nos hace sentir en un sueño. La sierra Nevada de Santa Marta, que en su extensión por este departamento nos regala los picos Colón y Bolívar, son el sistema montañoso costero más alto del mundo y el pico más alto del Caribe por sus más de 5.000 metros de altura.  Posee todos los pisos térmicos, desde el cálido seco hasta el de nieves perpetuas, y nos muestra una forma de vida diferente representada en las tribus indígenas Arhuacos, Koguis, Wiwas y Kankuamos, quienes la habitan.

Riohacha, capital del departamento, colmada de historia y costumbres únicas, adornada con los alegres colores de las artesanías wayuu y una brisa deliciosa que refresca las caminatas por las tardes, disfrutando el atardecer de colores desde el muelle.

En el sur de La Guajira, entre el acento de sus habitantes y el verdor de los paisajes, la cultura se respira en cada plaza. Los acordeones y letras de canciones se escuchan todo el día y se exhiben en sus divertidos festivales, conservando así las raíces de la música que nació en La Guajira: el vallenato.   La serranía del Perijá se aprecia tan hermosa como sus mujeres, laboriosas cultivadoras de café.  El Cerro Pintao, no es pintao, es real. De acuerdo a la incidencia de los rayos del sol, toma una coloración especial y única en el mundo: amanecer amarillo, mediodía azul grisáceo y atardecer rojo naranja; de ahí su nombre. Variada flora y fauna, con más de 420 especies avifaunísticas, brinda una experiencia enriquecedora para los amantes del avíturismo.

Son muchos los atractivos y motivos para hacer turismo en La Guajira; no es difícil enamorarse de esta tierra que tiene mucho, que se vende sola, que impregna su magia y su cultura, que hace sentir la experiencia de la esencia de la vida, disfrutar lo básico al máximo nivel de la exuberancia de los paisajes.

Esta tierra es de gente tan pujante que ni la inclemencia del sol le quita la fuerza y las ganas de progreso, ese progreso anhelado, con espacios para todos, priorizando el turismo como la gran apuesta de desarrollo económico del sector público y privado, que genere empleo y oportunidades para quienes se están preparando en esta área y para aquellos que acertadamente lo quieran convertir en un proyecto de vida.

Sueño con un departamento dispuesto para el turismo, con servicios de excelencia, ofreciendo una experiencia positiva en todos los aspectos para los visitantes, en armonía con los locales. Con políticas públicas de turismo, servicios públicos que ayuden a que la oferta turística sea óptima; con vías más cómodas, limpias y seguras para ir a la alta Guajira; playas con certificación de bandera azul que atraigan turistas de todo el mundo.  Facilidades de acceso aéreo por el Aeropuerto Almirante Padilla de Riohacha, debidamente adecuado para soportar la demanda, con oferta variada de itinerarios nacionales e internacionales. En la capital con servicios de playa, limpia, tranquila y muy turística, con casas patrimoniales convertidas en museos que cuenten nuestra historia; restaurantes, hoteles o negocios complementarios de este sector de la economía.  Sueño con grandes escenarios para mostrar la cultura y que los niños conozcan nuestra historia, valoren lo bueno, quieran su tierra y la cuiden con amor.  Con nexos comerciales sólidos con las islas del Caribe y puertos industrializados aprovechando nuestra ideal posición geográfica. Con la explotación justa de las energías renovables.

Con los niños wayuu con la energía necesaria para disfrutar sus costumbres y hacerse grandes hombres; que desde chicos aprendan que la educación y el trabajo son el pasaporte al progreso. Sueño con que los guajiros defendamos nuestra tierra, nos apoyemos unos a otros y donde la calidez de la sonrisa permanezca.

La Guajira de mis sueños tendría vías turísticas que nos lleven a la provincia de Padilla, recorrerla y conocer sus bondades para potencializar nuestras riquezas culturales.

Nuestra tierra debe mirar al mar, pensar en grande y en las múltiples posibilidades que él nos ofrece.  Con un desarrollo de los intereses marítimos donde brindemos formas diversas de transporte a los visitantes que lleguen a la región.  La tan anhelada y tantas veces anunciada Marina de Riohacha y una estación de guardacostas de primer nivel que garantice la seguridad para los habitantes y en especial para el sector turístico. Urge un sistema de desembarque para cruceros, y lo más importante: un sector preparado para recibirlo con la calidez que nos caracteriza.

Hacer ecoturismo en armonía con la naturaleza y etnoturismo conservando las tradiciones, usos y costumbres de las culturas indígenas asentadas en la región.

Como lo anunció el profesor Luis Alejandro López cuando compuso el himno del departamento: “que el turismo en porvenir cercano, te abrirá un horizonte feliz.”  El momento es ahora y la responsabilidad es de todos los guajiros.

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