
Las cifras del desempleo son claras: a nivel nacional, Colombia celebra una tasa de desempleo históricamente baja, pero mientras eso ocurre, La Guajira sigue siendo una de las regiones más afectadas. En Riohacha, la capital, el desempleo supera el 16%, muy por encima del promedio nacional. En 2023, la tasa de desempleo en el departamento fue la más alta de la Región Caribe, y la pobreza sigue siendo un fantasma que no da tregua, con más del 65% de la población viviendo en pobreza monetaria y el 40% en pobreza extrema.
Sin embargo, no podemos quedarnos solo con las cifras. En La Guajira, el desempleo no es solo un número, es una realidad palpable que afecta a miles de familias. La región se enfrenta a un modelo económico que aún depende en gran medida de la minería, pero carece de una base productiva diversa que pueda generar empleo formal y sostenible. La informalidad laboral se ha convertido en el pan de cada día, con más de la mitad de los nuevos empleos sin beneficios sociales ni estabilidad.
La pregunta que surge es clara: ¿puede La Guajira seguir ignorando su propio contexto y esperar que las mejoras a nivel nacional lleguen a transformar realmente la vida de sus ciudadanos? La respuesta es no. La región necesita una estrategia propia, ajustada a su realidad, que promueva el empleo digno, formal y con derechos laborales.

La inclusión en el mercado laboral no debe ser un privilegio, sino un derecho que esté al alcance de todos. Sin embargo, hay luces de esperanza. La Gobernación de La Guajira ha dado pasos importantes para cambiar el panorama. A través de programas de formación y capacitación, está empoderando a los jóvenes y trabajadores informales, brindándoles las herramientas necesarias para acceder a trabajos formales. Además, han establecido incentivos para que las pymes se formalicen, lo que no solo genera estabilidad para los trabajadores, sino que también fomenta el crecimiento de una economía local más robusta. También le ha apostado por una diversificación productiva que apunte a sectores como la agricultura sostenible, el turismo y las energías renovables, que tienen un enorme potencial para generar empleo digno a largo plazo. La inversión en estos sectores es una de las claves para romper el ciclo de pobreza y exclusión que ha marcado la historia de la región. La infraestructura también ha sido una prioridad. Mejorar la conectividad de La Guajira abre puertas a nuevos mercados y, con ello, nuevas oportunidades. Sin embargo, la región aún depende demasiado de los sectores extractivos, y la falta de diversificación económica sigue siendo una amenaza para el desarrollo sostenible.
La reducción del desempleo nacional es, sin duda, una buena noticia. Pero en La Guajira, donde los retos son más grandes y las oportunidades más escasas, la verdadera medida del progreso será cuando cada guajiro pueda acceder a un empleo digno, formal y estable, que le permita vivir con dignidad y construir un futuro esperanzador.
La Guajira necesita más que mejoras estadísticas: necesita una transformación real y sostenida en su estructura productiva, económica y social. Y eso solo será posible cuando se apueste por una visión que mire más allá de los números, que valore a las personas y que promueva oportunidades reales para todos.