Edicion julio 3, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA
La era del Algoritmoceno
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Columnista - Arcesio Romero Pérez
Columnista – Arcesio Romero Pérez

Según algunos intelectuales estamos viviendo la transición del Antropoceno -esa etapa geológica donde éramos los dueños del planeta- al Algoritmoceno, donde somos simples usuarios de un sistema operativo universal.

El Algoritmoceno es la era donde los algoritmos no solo nos rodean, sino que nos controlan. No es ciencia ficción. Es lo que vivimos todos los días, aunque no nos demos cuenta. Como dijo Luciano Floridi, filósofo de la información de la Universidad de Oxford, hoy vivimos en un mundo hiperconectado donde los datos son el nuevo oxígeno. Un entorno donde la información no solo nos rodea, sino que nos define. Cada scroll, cada like, cada búsqueda en Google, es como si estuviéramos entregando un pedazo de nuestra alma a cambio de entretenimiento gratuito. Porque en cada mensaje que enviamos, es como si estuviéramos donando sangre, pero en lugar de glóbulos rojos, donamos nuestros hábitos, gustos y secretos más íntimos.

Como decía Byung-Chul Han en uno de sus libros, La sociedad del cansancio, estamos bajo una nueva forma de control: no la represión, sino la seducción. Nadie nos obliga a ver contenido, pero nos ofrecen justo lo que queremos. Y así, poco a poco, vamos perdiendo la capacidad de sorprendernos, de equivocarnos, de elegir libremente. Los algoritmos no nos obligan a hacer nada; simplemente nos ofrecen lo que queremos ver, comer, comprar y hasta votar. Así, poco a poco, vamos perdiendo la capacidad de sorprendernos, de equivocarnos, de elegir libremente. Somos como ratones de laboratorio, pero con mejores filtros en Instagram.

Pero el Algoritmoceno también tiene su lado oscuro. Yuval Noah Harari, autor de Homo Deus, en algún momento los algoritmos podrían conocer nuestros gustos, emociones e incluso decisiones mejor que nosotros mismos. ¿Qué tal si un día decides pedirte una hamburguesa y tu asistente virtual te dice: “No, hoy no. Estás emocionalmente vulnerable y probablemente te arrepientas”? ¡Buen intento, Alexa, pero esta es mi tercera relación fallida y necesito proteínas!

O peor aún: ¿qué pasaría si un banco usa un algoritmo para decidir si te da o no un préstamo, basándose en tus hábitos digitales? ¿Y si ese algoritmo detecta que has visto demasiados videos de gente comprando motos y automáticamente te considera de alto riesgo? ¿Quién revisa esos algoritmos? ¿Quién los supervisa? ¿Quién los programa? Pues eso, señores, es el misterio de la fe tecnológica moderna.

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Y no podemos olvidar a Shoshana Zuboff, investigadora que nos abrió los ojos con su libro El capitalismo de la vigilancia. Ella explica que las grandes empresas tecnológicas no solo venden productos, sino que venden nuestra atención, nuestros datos y hasta nuestras emociones. En otras palabras, somos el producto, no el cliente. Y como buen producto, estamos siendo analizados, empaquetados y vendidos al mejor postor.

Así que, queridos lectores, bienvenidos al Algoritmoceno. Una era donde:

– Ya no elegimos qué leer, solo lo que el algoritmo aprueba.

– Ya no elegimos qué comprar, solo lo que Amazon recomienda.

– Ya no elegimos con quién hablar, solo con quienes Facebook permite que nos vean.

Pero no todo está perdido. Aunque vivimos en una realidad programada, aún queda espacio para la rebeldía. Puedes empezar por apagar las notificaciones, borrar una app, o simplemente preguntarle a tu asistente virtual: “¿Y tú quién te crees que eres?”

Mientras tanto, seguiremos aquí, escribiendo artículos que nadie leerá porque Google decidió que mis ideas no son relevantes para el ecosistema digital. Pero bueno, así es la vida en el Algoritmoceno: trágica, absurda… y muy, pero muy algorítmica.

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