La educación del siglo XXI necesita urgentemente más reflexiones del ser y saber hacer desde el aula
La pluma dorada, en esta ocasión, plasma la página en blanco con la tinta fina de su pensamiento, inspirada en un tema que, en pleno siglo XXI, se mantiene como la plataforma esencial de la decisión que cada ser humano va a ir tomando: la educación. Como bien lo plasma, desde su filosofía, el autor: “La educación consiste en ayudar a un niño a llevar a la realidad sus aptitudes” (Erich Fromm). Analizada desde esta perspectiva, se podría deducir que las distintas estrategias de enseñanza aplicadas por la escuela, por los maestros y por los padres de familia deben centrarse en la enseñanza de los niños y jóvenes en la capacidad de afrontar su realidad, sus necesidades y sus problemas. En este sentido, se les debe orientar para entender que ellos son los responsables de su futuro y de su propia historia; sea cual sea su decisión de ser y de construir país, solo dependerá de ellos mismos.
Cuando se deje de pensar únicamente en cumplir con la sistematización de la educación y en formar para unas pruebas ICFES, que si se analizan, ¿de qué han servido? Solo a los gobiernos como una manera de controlar su ego y decir “tenemos el poder”, mientras que la realidad educativa arroja resultados nefastos. Empezando por el hecho de que dichas pruebas no son realistas, es decir, no cumplen con lo que el gobierno o el Estado colombiano exige. En el artículo 72 de la Ley General de Educación (Ley 115 de 1994) se establece que “El Ministerio de Educación Nacional, en coordinación con las entidades territoriales, preparará por lo menos cada diez (10) años el Plan Nacional de Desarrollo Educativo, que incluirá las acciones correspondientes para dar cumplimiento a los mandatos constitucionales y legales sobre la prestación del servicio educativo”. El Plan Nacional Decenal de Educación —para nuestro caso, el PNDE— debe ser pertinente para dar cumplimiento a la prestación del servicio educativo, desde los mandatos constitucionales y legales.
Dentro del marco del Estado social y democrático de derecho, y de su reconocimiento constitucional como un país multicultural, pluriétnico, diverso y biodiverso, la educación es un derecho garantizado para toda la población y un bien público de calidad, garantizado en condiciones de equidad e inclusión social por el Estado, con la participación corresponsable de la sociedad y la familia en el sistema educativo. La educación es un proceso de formación integral, pertinente y articulado con los contextos local, regional, nacional e internacional, que desde la cultura, los saberes, la investigación, la ciencia, la tecnología y la producción contribuye al justo desarrollo humano, sostenible y solidario, con el fin de mejorar la calidad de vida de los colombianos y alcanzar la paz, la reconciliación y la superación de la pobreza y la exclusión” (www.plandecenal.edu.co).
Qué bien sustentada la ley y sus teorías sobre la educación, pero qué tan alejada está de la realidad educativa, que arroja como resultado menos personas pensando en lo que puede ser y saber hacer, menos sentido social, menos paz entre las familias, los pueblos y las comunidades. Todos quieren todo fácil y, si no lo construyo, mejor, así es más sabroso. Menos humanos, menos patriotas. Realmente no se entiende cómo un maestro o un padre puede decir: “no le pongan tanto trabajo al estudiante que se desgasta”, limitando su capacidad y aumentando su flojera, apoyando que se vuelva mediocre e injusto consigo mismo.
La educación de este siglo XXI requiere que se cumpla la ley y requiere jóvenes que permitan que sus padres y la escuela hagan lo pertinente en cuanto a formarlos para seguir las riendas de un país, las riendas de la familia, del trabajo. Que me gane lo que tengo o quiero tener, desde su capacidad de ser y aprender a hacer con lo que cuenta y tiene. Es necesario que el niño y el joven estudiante comprendan que todos vivimos en la tierra, y ella misma provee los alimentos: solo es aprender a sembrarla, a cultivarla. Aprender que si tiene hambre debe ganarse su comida. Eso con flojera no se obtiene, se obtiene comprendiendo que para la gran mayoría de la gente del pueblo y popular, para construir país, deben dejar de pensar que el “papá gobierno” está obligado a mantenerlos hasta sus últimos días de vida. A los estudiantes, esta pluma en sus reflexiones les dice que padres y Estado tienen un límite para apoyar al estudiante, para que este devuelva al Estado lo que este lo ha sostenido y apoyado. ¿Cómo?, preguntan algunos. Es ahí donde el maestro tiene el poder de instruirlo u orientarlo desde su área. Estudiando, respondiendo con su deber, para que al terminar su etapa de subsidiado inicie la etapa de devolución, contribuyendo. ¿Cómo? Emprendiendo, generándose la oportunidad de ser. ¿Pero cómo inicio? Estudiando, leyendo, buscando referentes de éxito. Recuerda que así como sueñas, así será el tamaño de tus resultados. Lo más importante es que estás en la tierra. Dios es justo: no tengo para comprar yuca, siembra y come. No tengo para comprar guineo, entonces no preguntes lo que ya sabes: empieza a sembrar, a criar algo, pero no sigas esperando que el gobierno te mantenga. Eso que te puede dar te atrasa más y más. Si quieres ser, aprender a saber hacer, solo es que empieces a usar la cabeza y dejes la flojera. Pero para esto, la escuela debe enseñar estos valores en todas las áreas, llevar a que el chico reflexione, dejar de limitar y limitarse por contenidos para cumplir con estándares que en la realidad no se cumplen. Por tanto, más reflexiones desde los contenidos para mayor construcción de país.
Padre de familia, empieza a construir país orientando desde pequeño al niño a trabajar, a dejar la flojera. Sé su ejemplo, ayuda y responde con tu responsabilidad de crear un ciudadano que valore su país. Dice un dicho muy sabio: “Reprende al niño para que no llores al adulto”. ¿Sabes qué significa esto? Pues bien, reflexionando, tu papel también es fundamental. Si no contribuyes al buen futuro de tu hijo, te alejaste de una vejez digna, que recogerá los buenos frutos del árbol que plantó y de los frutos de este.