Edicion febrero 15, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

Joaco, el adolescente escritor wayuu

Joaco, el adolescente escritor wayuu
Publicidad

Comparte

Columnista - Abel Medina Sierra – Investigador cultural
Columnista – Abel Medina Sierra – Investigador cultural

El día resbala apresurado en el trajín de las clases. Árboles generosos en sombra palían un sol inclemente en la escuela indígena de Warawarao, zona rural de Maicao. Allí, esa comunidad una vez se selló, con intermediación delegada del comisario y general Francisco Pichón, el más importante pacto de paz en La Guajira, el que puso fin a la guerra entre las hordas bélicas del gran “Jefe de la sierra” José Dolores y el clan Epinayú de la Alta Guajira. También allí, brevemente se fijó la capital de la Comisaría de La Guajira según decreto 807 del 31 de agosto de 1911 según el historiador Marco Tulio Anichiarico (2015). Un año después, a través de la resolución 2 del 16 de enero del 2012, pasó San Antonio de Pancho a ser la capital de La Guajira. 

Pocos lugareños tienen hoy memoria de tan emblemáticos hechos que ocurrieron en su territorio. Pero allí, entre sus aulas, la verde fronda de su patio y el fresco resuello de la laguna de Warawarao un joven delgado, que a veces parece ensimismado y distraído, teje el hilo de la historia universal en sus escritos, los que seguramente algún día, darán cuenta de calendas memorables para la comunidad.

Mientras la muchachada corre y agota fuerzas en los estrechos minutos del recreo, “Joaco”, como lo llaman todos, se aísla bajo un árbol, pliega un rugoso cuaderno y comienza una lidia con la escritura creativa. Un cuento de largo aliento lo apremia, un final espera por resolución, una trama clama progresión. Los demás estudiantes lo miran con curiosidad, quizás les parecer raro que un adolescente “desperdicie” un recreo para dedicarse a escribir y no precisamente tareas escolares. 

Joaco, el adolescente escritor wayuu

Se llama Joaquín Eduardo Barros Jusayú, cursa octavo en la escuela de Warawarao y tiene 16 años. Su padre, Samuel Barros, un maestro de obra wayuu, su madre arijuna se llama Linda Pujol y se decida a preparar y vender suero y queso. “Joaco” explica, mientras se rasca la cabeza: “Yo nací en Venezuela el primero de febrero del dos mil nueve. No tengo oficialmente el apellido de mi mamá porque cuando a mí me presentaron, como mi mamá no es documentada en Colombia, a mí me presentó una señora que se llama Zaira Jusayú”.

Nació en el Hospital Adolfo Pozo de Maracaibo, pero casi toda su vida ha transcurrido en la zona rural de Maicao. Hoy alterna su vida entre Warawarao y Maicao. Estudió un tiempo en la sede Yulepu y luego pasó a la de Warawarao. Mis visitas como parte de mi trabajo a esta comunidad, me revelaron este joven estudiante que no ha estado exento que lo miren como “raro” y hubo quienes llegaron a pensar que era “especial”. Claro que lo es, porque su talento y creatividad es excepcional.

Joaco, el adolescente escritor wayuu

Mucho más me interesó porque vi en él, el reflejo de mi experiencia como escritor: Joaco nunca tuvo padres letrados, ninguna influencia familiar, ni había libros en su casa, tampoco hay biblioteca en la escuela donde cursa el grado octavo, nunca ha asistido a un taller literario. Sin embargo, un impulso interno, una seducción explosiva lo ató por siempre a las letras como único territorio de sus días de hogaño.  

Publicidad

“A mí me nació el interés por escribir porque una vez mi hermana mayor tenía que hacer un resumen de un libro de “El Principito”. Entonces, el libro quedó por ahí y yo me puse a leerlo. Entonces, yo leí la biografía del escritor Antoine De Saint Exupéry. Yo dije -yo quiero también que algún día las personas me recuerden, así como ese señor. Escribir un libro que mi nombre quede inmortalizado con ese libro”. Así inició un propósito de vida de la mano de la lectura y la escritura, en un afán empedernido por solventar la falta de un ambiente letrado que lo impulsara, pero, ese impulso estaba dentro, picoteando en su corazón de niño, y él supo seguir esa senda que lo animaba desde su interior.

“La mayoría de mi familia no son de leer mucho, a mi hermana menor le gusta más la matemática. Mi papá no es no es una persona de estar leyendo libros. Yo creo que me nació fue por porque me inspiró ese autor de El Principito” aclara Joaquín.

Joaco, el adolescente escritor wayuu

Cuando me refiero a que, quizás la historia borrosa de su comunidad alguna vez se redima es por la inclinación de Joaquín hacia el relato histórico. “La verdad, yo siempre he sentido una fuerte atracción hacia el pasado, las cosas que por algunas razones ya no existen o que dejaron de existir por alguna razón. Las historias de indígenas de hace años, las mitologías que se extinguieron, todo eso me atrae mucho.  También me gusta leer novelas de romance, de fantasía épica, poesía, todo lo que tenga que ver con lírica.  He escrito cosas de ciencia ficción que personajes que tienen poderes, que pueden invocar cosas y cosas así”.

Cualquier día, Joel Toncel Barros, su maestro de la sede Warawarao me habló de Joaquín y le pedí su cuaderno de creación. Lo que para muchos es una farragosa tarea, para él es una entrega dedicada y comprometida. Siempre he dicho que para tener éxito en algún oficio hay que ser muy “birrioso” para usar una palabra muy regional. Y Joaco sí que escribe con birria, se explaya, discurre en extensos relatos con tramas intrincadas e imaginación desbordada. Mucho más sería mi sorpresa cuando al preguntarle por su técnica narrativa me habló de flash back. Estaba ante un joven que por su propia cuenta estaba construyendo su preceptiva literaria a falta de formación y taller literario. También me sentí impresionado al leer unos de sus relatos en el marco histórico de la inquisición por lo copioso que era su entendimiento de la vida medieval.

Joaco salta del relato breve a la novela y dedica mucho tiempo a su oficio de escribir. Aunque criado en zona rural, aprovecha los limitados recursos tecnológicos a los que tiene acceso para tejer historias: “En una aplicación que se llama Novelton, yo tengo una novela que consta de dieciséis capítulos hasta ahora, que se llama Las siete plagas del apocalipsis, es una novela fantasiosa. Los protagonistas tienen poderes y cosas así. Se remonta a un mundo genérico, donde las personas nacen con poderes y cosas”.

Su expresión un poco desprovista de emotividad, cambia cuando comparte las historias que hacen parte de su mundo creativo al que pocos tienen acceso hasta ahora: “Tengo otra obra que se llama El rey de la tiranía. Esta historia es un romance que se va a generar entre los dos protagonistas. Uno es un rey que tuvo que asumir el trono a los diez años porque su padre murió, y toda la responsabilidad del reino cayó sobre sus espaldas. Pero este niño tenía algo mal en su cabeza, él era psicópata. Entonces, a él no le importaba lo que le pasara a los demás mientras él estuviera bien. Es un relato épico”

Joaco, el adolescente escritor wayuu

Joaquín concede importancia al proyecto “Leo con interés” que hoy se implementa en su escuela pues es un espacio que promueve la escritura creativa “El primer apoyo que yo recibí fue por parte del profesor Joel Toncel, que fue el primero que me apoyó a escribir mis cuentos, mis historias. La primera historia que yo escribí se llama Manuel Infante, creo que usted la leyó. Y el proyecto Leo me ha servido porque he aprendido cosas de la escritura que no conocía, de la gramática”.

Un escritor en zona rural wayuu se hace mucho más invisible, sus alas se acortan si no cuenta con biblioteca escolar, su creación se diluye si no cuenta, al menos con un ordenador que facilite la escritura. Sin embargo, al preguntarle a Joaco qué le hace falta para seguir dando riendas sueltas a su imaginación, me impacta su modestia: “Bueno, en teoría, lo único que yo necesito para poder escribir es un cuaderno y un lápiz. Entonces, después lo paso a un teléfono y lo escribo ahí y lo guardo en un álbum de notas y cosas así”. Sin embargo, Joaco sí requiere fomento a su pasión, su cuaderno arrugado necesita darle paso a un computador que ojalá, un corazón generoso le done para que este soñador comience a sistematizar y compartir sus textos.

Me despido de Joaco con la promesa de traerle otros libros y gestionar su vinculación de un taller literario que lo lleve a pulir sus recursos retóricos. Un grupo de compañeras lo miran con extrañeza. Joaco ya está acostumbrado a lidiar con esa percepción que existe sobre quienes agotan la existencia animados por una pulsión que los lleva a cuestionar la naturaleza humana a través de la ficción. Joaco, el joven escritor wayuu de Warawarao seguirá fiel a ese compromiso que le reveló El principito y honrando el compromiso de ganar nombradía por su mundo de letras.

Publicidad

úLTIMAS NOTICIAS

Noticias Más Leídas

Publicidad