Hay una comunidad que asegura ser igual a todas las demás. En ella, su gente afirma que sus tradiciones, sus costumbres y sus labores son las mismas de otros territorios porque eso es ser wayuu. Y que, como todos, luchan por mantener lo que fueron y lo que son, por preservar su origen.
Volver al origen es reconocer que en los territorios todo es por igual, afirma la autoridad, Leonor Epiayu: “Yo creo que lo que tiene Ishispa es lo que tienen las demás comunidades, la costumbre de nosotros como wayuu también la puede tener otra comunidad, como el baile la yonna. Así como tienen su vaca, nosotros también la tenemos, porque esa es la cultura de nosotros los wayuu, tener animales, tejer. No tenemos diferencia entre lo que tiene Ishispa y lo que tiene la otra comunidad. Es por todo por igual”.
Los 306 miembros de la comunidad se dedican a diversas labores, todas ellas refuerzan sus raíces, según nos cuenta Leonor: “En el día a día los hombres pastorean, llevan los chivos a beber agua, los traen otra vez y después los mandan para que para que coman sus pastos, tejen waireñas, gazas de mochilas paleteadas. Las mujeres se mantienen tejiendo, haciendo chinchorros, flecos, y mochilas de diferentes formas. Las mujeres pasan el día trabajando, así mantienen a los hijos”.
Pero no dan por hecho que todo está aprendido; trabajan para que las futuras generaciones conozcan su historia, aprendan las labores y puedan preservarlas. Ishispa lo asegura alrededor del tejido, que es la fuente principal de su economía: “Hemos inculcado en el estudiante las costumbres de nuestros ancestros, nosotros en la básica primaria enseñamos artesanía a los estudiantes. Hemos demostrado que son hechas a mano por ellos y no por la comunidad, para que el día de mañana eso les favorezca, muestren que saben de artesanía, por eso lo inculcamos dentro del salón de clases”, afirma Yuraima Mengual, docente la comunidad.
Los niños lo aprenden con el ejemplo, como el de Anita Mengual, artesana de la comunidad, que vive del arte de sus manos y ama su labor por todo lo que le permite: “Mi trabajo como artesana me gusta porque como yo soy wayuu, mi abuelo me enseñó. Mi trabajo es hacer chinchorros, mochilas, para comprar los cuadernos de los niños, para que estudien. Yo soy ama de casa y tengo que cuidar mi pollito, mi chivito, y eso me permite trabajar en las mochilas”.
Con Cerrejón, Ishispa ha sentido respaldo. Han sido beneficiados en el Programa de Fortalecimiento Artesanal de la compañía, recibiendo hilos, capacitación y participación en espacios donde comercializan de sus piezas. Para Leonor, es una experiencia muy positiva: “Yo soy la encargada de todo, yo recojo las mochilas de las artesanas y las vendo, trabajamos de la mano, entonces como vecinos de Cerrejón ellos nos brindan los hilos, eso se reparte a los miembros para trabajar. Y no solamente nos dan los hilos, también nos ayudan a comercializar. Me llevan a ferias. Gracias a Dios, gracias a Cerrejón por esa participación, llevé mochilas de los miembros de la comunidad y se las vendí, cada uno recibió su dinero de la mochila, fuimos a mostrar lo que somos en nuestra cultura”. Adicionalmente, eligieron de manera autónoma iniciativas de generación de ingresos como kits de artesanías y compra de animales, dentro de las compensaciones acordadas como parte del cumplimiento de la sentencia T-704 de 2016.
Para esta comunidad que trabaja en equipo alrededor de su arte, desde enseñarle a los niños el tejido, participar en espacios de comercialización y usar diferentes plataformas para su venta, volver al origen es simplemente, pisar su tierra: Ishispa.