
Comenzaba la década de los años setenta antes de la “Bonanza Marimbera” cuando sucedió algo que está en la memoria de los riohacheros y riohacheras de antaño. Fue en la Cárcel del Distrito Judicial de Riohacha, ubicada en la Calle 10 con Carrera 18, Barrio José Antonio Galán.
Este centro de reclusión fue diseñado y construido por el arquitecto riohachero, José Manuel Romero Aroca; el maestro de obra fue Rafael Púas, natural de Barranquilla; el supervisor, fue Rodolfo Moscarella, natural de Ciénaga (Magdalena). Se inauguró el 2 de febrero de 1963.
Con relación a esta cárcel se presentó algo increíble en su devenir administrativo. Desde el mismo momento en que el director de la época recibió a un recluso procedente de la cárcel de Santa Marta, sindicado de homicidio.
A los pocos meses a este recluso, de nombre “Gumersindo” el director del Penal de nombre “Pascual”, le concedía permisos para que saliera al área urbana de Riohacha, de 6:00 de la mañana, a 6:00 de la tarde.
Esta situación la aprovechó “Gumersindo” para optar por divertirse, beber y en la noche llegaba borracho a la cárcel casi todos los días y especialmente los fines de semana.
Todo “andaba bien” y el recluso cumplía con los compromisos adquiridos ante el director de la cárcel, Don “Pascual”.
Pero, resulta que en medio de su adicción al licor el recluso visitaba el bar conocido como “El Howard” y allí terminó enamorándose de una meretriz. Fue entonces cuando perdió la disciplina, y no regresaba a la cárcel a la hora convenida con el director.
Pero se recuerda que de manera increíble un fin de semana, el recluso “Gumersindo”, todavía no sabemos cómo hizo para darse cuenta donde trabajaba el autor de esta crónica; por lo que esperó que yo saliera de mi trabajo de una entidad bancaria, un sábado a las 12:00 del día. Me hizo un seguimiento por el parque Almirante Padilla, sin darme cuenta y al llegar a la Calle Cuarta con Carrera Siete, esquina, me detuvo, y con una confianza inesperada me dijo: “Marcos, regálame 30 pesos para comprar seis tiros 38 largos, porque no tengo, y así me siento desarmado”. Ya conocía las andanzas de “Gumersindo” que era Voz Populis en Riohacha. Y por lógica me sorprendió que un recluso me estuviera pidiendo plata para comprar tiros para su arma de fuego. Dios Todopoderoso me iluminó en ese momento y le negué la suma que me pidió, aun teniendo dinero en el bolsillo.

También analicé a “Gumersindo” de manera psicológica y lo noté preocupado y algo desesperado.
En las horas de la noche de ese mismo sábado, “Gumersindo” siguió con su rutina de beber licor, violando las reglas de la cárcel.
En algún momento se dio cuenta que la meretriz de la cual estaba enamorado, -al parecer-, tenía una relación amorosa con el cantinero de “El Howard”, de nombre “Francisco”, de origen riohachero.
Ese sábado que lo planificó, “Gumersindo” estaba tomando trago y de repente abandonó el bar y se ubicó a cien metros del establecimiento conocido como “El Howard”. Estaba muy cerca de una colmena donde vendían cervezas. Eran las siete de la noche.
Cegado por los celos y el cerebro totalmente obnubilado por la venganza se preparó para cuando el cantinero “Francisco” saliera a la puerta del bar, a tomar aire. En efecto, como por cosas del destino “Francisco” salió a tomar aire a las ocho de la noche y “Gumersindo” sin pensar dos veces lo disparó con su revólver 38 largo y, con un sólo tiro en la cabeza, le quitó la vida.
“Gumersindo”, después de matar a ‘Francisco’, se fue a internar a la cárcel, convencido que nadie lo había visto disparar, contra el indefenso cantinero.
En su calabozo encendió un radio de pila y como todavía estaba en estado de alicoramiento se puso a bailar con la música vallenata del momento. De una manera desprevenida y sin darse cuenta en el tremendo lío en que se metió.
Lo cierto es que el crimen de “Francisco” fue repudiado por la sociedad de Riohacha de la época, si se tiene en cuenta que pertenecía a una importante familia riohachera, cuya cabeza visible era un respetable señor, que por muchos años prestó sus invaluables servicios al Ministerio de Obras Públicas, en la llamada Zona de Carreteras.
Pasaban los días y el recluso “Gumersindo” se disciplinó. Ya no hacía uso del permiso que le daba Don “Pascual”, el director de la cárcel de Riohacha, para que saliera a las seis de la mañana y regresara a las seis de la tarde.
Esa actitud de “Gumersindo”, nunca generó sospechas en el interior del Penal, -mientras que afuera-, la Policía Nacional y el DAS, investigaban el injusto crimen de “Francisco”.
Pero un día, aproximadamente a las 7: 00 de la noche, las olas del Mar Caribe, muy cerca de la cárcel-, se enfurecieron, apareció un aire como de ultratumba en señal de presagio que algo malo, estaba por suceder.
Los moradores del sector estaban asustados porque creían que se podría presentar un peligroso Mar de Leva y el agua podría llegar hasta sus hogares.
Y en efecto, como una premonición y una hora más tarde, a las 8:00 de la noche, de manera sorpresiva una camioneta F-100 de la línea Ford, se estacionó muy cerca de la cárcel.
Rápidamente de su carrocería bajaron varios hombres armados con ametralladoras “encapuchados”, entraron a la cárcel, encañonaron a los guardianes y los desarmaron, al tiempo que les dijeron: “Tranquilos. Nada es contra ustedes”.
Siguieron hacia donde estaban los reclusos y también les dijeron: “Tranquilos. Nada es contra ustedes. Estamos aquí, para matar a “Gumersindo” y a “Otoniel”.
Cuando “Gumersindo” escuchó esas palabras y como no tenía un arma para defenderse, salió corriendo y se metió debajo de la cama de su calabozo llorando y gritando que no lo mataran.
Los “encapuchados” le gritaron: “Gumersindo”, ¡no llores! Sal debajo de la cama, porque te vamos a matar, así como tú, asesinaste a “Francisco” a sangre fría y por celos”.
“Gumersindo” seguía llorando y gritaba: “¡No me maten!”, pero los “encapuchados” no tuvieron compasión de él. Lo sacaron debajo de la cama y lo asesinaron con 56 tiros de ametralladora.
Luego, buscaron al recluso “Otoniel” y también lo asesinaron con treinta disparos de las mismas ametralladoras. “Otoniel”, estaba preso por un homicidio cometido en un municipio de La Guajira, distinto a Riohacha.
Al día siguiente y luego de la incursión criminal la información fue que familiares de “Francisco” se unieron con los familiares de otra persona que había sido asesinada por el recluso “Otoniel”; optaron por “encapucharse” para tomarse la cárcel y lograr la venganza por sus propias manos.
A partir de ese momento se supo que el DAS y la Policía Nacional, por fin, descifraron el crimen de “Francisco”, pero no lograron establecer en ningún momento, quienes fueron los “encapuchados” que entraron a la cárcel, para cometer los crímenes de los dos reclusos.
Tampoco se supo a ciencia cierta el nombre de la meretriz por la cual “Gumersindo” mató a “Francisco”.
Lo cierto es que cuando me enteré que en la toma criminal de la cárcel habían asesinado a “Gumersindo”, me sorprendió mucho al observar que siendo Riohacha una ciudad tan pequeña en esa época, se organizó esta incursión de dos familias con ametralladoras, -y como dijimos con anterioridad-, lograron hacer justicia con sus propias manos contra dos personas que precisamente, estaban bajo la responsabilidad de las autoridades judiciales.
También debo señalar que cuando supe que “Gumersindo” fue quien mató a “Francisco” el mismo sábado que me pidió los 30 pesos, para comprar seis tiros 38 largos para su revólver, le entró un fresco de tranquilidad a mi cuerpo, como una clara señal de tener mi conciencia tranquila.
¿Qué tal si yo le hubiera dado esos 30 pesos a “Gumersindo”, para que comprara los seis tiros para su revolver, y luego en las horas de la noche cometiera el crimen?
¡El peso de conciencia hubiera sido fatal para mí persona. Teniendo en cuenta que “Francisco” fue asesinado por celos, de una manera injusta.
Entonces razoné y anoto que Dios Todopoderoso siempre sabe cómo hacer sus cosas. Porque no le entregué a “Gumersindo” los 30 pesos que me pidió para comprar los seis tiros para la carga de su revólver calibre 38, con el cual mató a mi amigo de esa época, “Francisco”, el cantinero del Bar “El Howard.
Han pasado muchas décadas y los habitantes del Riohacha de antaño y especialmente los del Barrio José Antonio Galán, no olvidan esa noche trágica. Y como testigo mudo continúa en ese lugar la cárcel que muy pronto podría ser demolida a raíz de que se construye una nueva, con recursos del Ministerio de Justicia.
Concluyo: se ha podido comprobar que el celo es muy mal consejero. El crimen de que fue víctima “Francisco”, es una referencia de primer orden.
¡Y… pare de contar!