
La muerte, cuando llega de forma repentina e injusta, tiene la capacidad de partir en dos la vida de una familia.
Esta semana, ese dolor nos tocó a nosotros con la partida de Miguel Andrés Pitre Ruiz, nuestro primo, nuestro amigo, nuestro muchacho brillante, noble y soñador.
Miguel Andrés no era solo un profesional admirable: era un ser humano excepcional. Tenía una luz propia que se notaba en su sonrisa, en su voz tranquila, en la forma en que se acercaba a todos con respeto, con cariño, con humildad.
Era de esas personas que hacen sentir mejor a quien las rodea, que escuchan sin prisa, que hablan con el corazón antes que con la boca.
Oriundo de La Punta de Los Remedios, Miguel llevó siempre a La Guajira en el alma. Sus logros académicos —su formación en el Externado, su maestría, su doctorado laureado y sus estudios en la Universidad de Salamanca— nunca lo alejaron de su raíz, al contrario, cada peldaño que subió lo dedicó a su tierra, a su gente, a los jóvenes que veía en él un ejemplo posible.
Como docente, como investigador, como servidor público, dejó huellas profundas. Pero para nosotros, sus amigos, su familia, lo más grande de Miguel no estaba en sus títulos, sino en su manera de ser: en su dulzura, en su alegría tranquila, en su inteligencia humilde, en su capacidad de soñar bonito.
Miguel era ese amigo que siempre tenía una palabra buena, un consejo sereno, un gesto que hablaba de su bondad; era cercano, auténtico, sensible. Era de esos amigos que uno siente como hermano.
Su partida nos deja un vacío que no se puede medir. Un silencio extraño en los espacios donde su risa solía sonar Un dolor que se queda en el pecho y que nos recuerda cuánto se ama cuando se pierde.

La Guajira ha perdido a uno de sus hijos más prometedores. Nosotros hemos perdido a un pedazo de nuestra historia familiar, a un hombre que estábamos orgullosos de ver crecer, de ver avanzar, de ver convertirse en lo que siempre soñó ser.
Hoy, desde este dolor que aún no entendemos, queremos honrar su vida. Porque Miguel vivió bien. Vivió limpio, Vivió con propósito, Vivió con amor. Y eso nadie se lo quita.
Que este homenaje sea también un abrazo para quienes lo admiraron, lo estudiaron, lo acompañaron en su camino, Que su legado inspire a muchos a seguir soñando con la misma pasión y la misma nobleza que él demostró hasta el último día.
Descansa en paz, querido Miguel Andrés. Tu familia te llora, pero también te celebra. Tu luz no se apaga; solo cambia de lugar.
A sus padres:
Para sus padres, que hoy cargan el dolor más profundo que se puede sentir, queremos decirles que el amor que entregaron a Miguel y a leny sus hijos que despiden hoy, está sembrado para siempre.
Migue Fue hijo ejemplares: noble, estudioso, respetuoso, lleno de sueños y valores. Su vida entera habla bien de ustedes. En su manera de ser se veía la educación, la rectitud y la ternura que recibió en casa.
Que Dios los abrace en esta hora dura y que el orgullo por el hijo que formaron les dé algo de fuerza en medio de esta tristeza inmensa.
A sus hijos pequeños:
A sus hijos, que aún no alcanzan a comprender esta ausencia, la vida les irá mostrando quién fue su papá. Un hombre bueno, inteligente, generoso, un ejemplo de esfuerzo, de estudio, de nobleza y de amor por su tierra, Cuando crezcan, sabrán que su padre dejó huella, que luchó por sus sueños, que trabajó por su gente y que los amó profundamente.
Su legado caminará con ellos, iluminándoles la vida aun cuando él no esté físicamente.
Dios te regale descanso eterno es solo un hasta luego mi primo.






