Edicion octubre 7, 2024

Gilles Lipovetsky y La Ligereza

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Columnista – Arcesio Romero Pérez

Sigo navegando en la obra del ensayista Gilles Lipovetsky, con especial dedicación a las páginas de su libro De la Ligereza (2013), del cual me permitiré traer diversas conceptualizaciones sobre la hipermodernidad y la sociedad de consumo. Plantea el autor la forma en la cual la Mutación tecnicoeconómica vuelve ligera la economía definiendo de paso la sociedad del hiperconsumo. En dicho escenario, la economía de servicios y la sociedad de la información se unen en el Capitalismo inmaterial (innovación, marca, conocimiento); entendido como una economía donde el valor se basa en recursos inmateriales, es decir, el orden de lo ligero reestructura las relaciones económicas.

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Lipovetsky plantea la Mitología del confort como el núcleo de las aspiraciones humanas. Y en esa vía, apuesta porque en el capitalismo de consumo lo ligero penetra en toda la vida, tanto material como cultural, en los ideales y los valores en una economía asentada en características hedonistas y lúdicas. Ese escenario, da paso a la Ética de la satisfacción inmediata. Y bajo esa ética, la cultura se centra en los goces del cuerpo, la moda, las innovaciones, y termina triunfando un ideal de vida fácil que descalifica a las grandes metas colectivas, provistas o marcadas por el sacrificio y la austeridad. En ese sentido, vivir sin la ligereza consumista es traducido como un vil aburrimiento; pues, no, vivimos una cultura del sentido y el deber, sino una vida centrada en la evasión, el ocio y el derecho a despreocuparse. Por lo anterior, se puede afirmar con categoría que la cultura el consumo ofrece un recreo incesante que transforma todo en entretenimiento.

De otra parte, observamos que en la Ligereza hipermoderna se gesta un mestizaje entre economía, frivolidad y seducción. El capitalismo de consumo explota a mansalva los recursos de la seducción (novedad, sorpresa, belleza, emoción y efectismo). La Industrialización de la ligereza ha democratizado los gustos, las expectativas y las aspiraciones estéticas, generando de paso el Capitalismo de la seducción.

Mientras tanto, en la Era postradicional de la fe las nuevas religiones prometen un interés renovado por lo espiritual que se esfuerza por buscar el sentido de la vida y la serenidad de la existencia. En esta era florece el rechazo a las verdades dictadas por las autoridades religiosas, aumenta la necesidad de creer, aunque no necesariamente esa fe vaya apegada a la práctica de la feligresía. El objetivo no es más que generar una religión individual en medio del cardumen que ronda las esferas de la espiritualidad. Se persigue, sin compasión, la ligereza sin sacrificios en la sabiduría de la inmediatez que reposa a la altura del consumidor. De ahí surgen las técnicas del bienestar psíquico en contra del vértigo de la sociedad del rendimiento y su derivación posterior en hedonismo y el culto al cuidado personal. Precisamente, de este último nace la Revolución del cuerpo, que encarna la transformación de la estética de la indumentaria en la veneración corporal y el ideal impuesto por la esbeltez, bien llamados por el autor como la estética de la delgadez.

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Finalmente, Lipovetsky nos muestra como el activismo de la ligereza es individualista y consumista, y la forma en la cual es conducido por la volatilización de los códigos sociales hacia su destino final e irremediablemente penoso: el hiperinvidualismo.

 

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