Edicion noviembre 24, 2024
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

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Revolutionary Voices: Protesting Crowd with Raised Fists on City Street. Generative ai
Columnista - Nelson R. Amaya
Columnista – Nelson R. Amaya

Cuando James Carville, consultor político estadounidense, puso a ganar a Bill Clinton por sobre el favoritismo de George Bush padre en las elecciones por la presidencia de USA en 1992, nunca imaginó que su eslogan de campaña tuviera la repercusión y resonancia mundial que finalmente tuvo. La frase: “La economía, estúpido”, como inició su versión, pretendía hacerle ver al elector de ese país la importancia del manejo de la problemática interna frente a los éxitos de política internacional que acompañaban el buen nombre de Bush Sr. Logró su objetivo a punta de una breve expresión, impactante, llamativa, universalizada desde esos años, al extremo que se construyen variaciones en todos lados sobre ella. Valga la mía, para debatir sobre las implicaciones de la política en el contexto general que busca favoritismos electorales.

Pues seamos directos, a riesgo de que me caigan rayos y diatribas: ¡No es la economía, estúpidos, no señores! La economía sirve para gobernar, pero no para ganar elecciones, salvo este caso insigne, y quien no gana elecciones simplemente no gobierna.

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Escuchando las diversas presentaciones doctas de amigos economistas, sesudas, analíticas y técnica e impecablemente construidas, las evalúo muy distantes de lo que quieren realmente las gentes de alguien que los gobierne. El crecimiento del tamaño del país y las razones por las cuales no se produjo como lo esperado -nunca se acierta-, la tasa de cambio y sus volatilidades e impacto en las exportaciones e importaciones, la inflación y sus repercusiones en la estabilidad macroeconómica, el nivel de ocupación y el impacto de las otras variables fundamentales en él, comparadas con las economías similares y con las que ambicionamos imitar, el tamaño, crecimiento o disminución de la deuda pública y la privada, nos dejan un sabor de academia y profunda perplejidad. ¿Es de verdad tan complejo el mundo al que nos enfrentamos? Con todas esas técnicas disponibles, ¿Cómo es que no se ha logrado la estabilidad requerida para darle a la gente lo que necesita? Los expertos en estos temas tienen toda la razón en estudiarlos a profundidad y hacernos saber sus opiniones y evaluaciones sobre ellas. Sí, el mundo se vuelve cada vez más complicado mientras más se internacionaliza la economía, mientras más variables de impacto afectan la vida de cada país y de cada ciudadano, ya vuelto ecuménico. Esto dificulta el logro de muchos objetivos sociales, y se diluye para el entendimiento del ciudadano del común la relación entre estos aspectos fundamentales con su situación, el acceso a su trabajo, su comida y la de su familia, la educación de calidad de sus hijos, la atención en salud oportuna y eficaz.

Obviamente, los ingredientes macroeconómicos no son los únicos que afectan el sabor del sancocho nacional: los adobamos con dosis de corrupción, malos manejos administrativos, ambiciones desmedidas de poder y uno que otro descache ideológico que, por querer darle más picante a la sopa, desvía del objetivo de volverla más nutritiva para el comensal nacional, como lo estamos viendo ahora.

Así que pongámonos serios en esto: Ganemos elecciones convenciendo a los ciudadanos con propuestas creíbles, llegando a sus verdaderos problemas, mostrando credibilidad para ejecutarlas, pero conscientes de que es el ejercicio del poder, estúpido, el que finalmente logra el bienestar colombiano. Luego ponemos toda la técnica disponible y actualizada.

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