13. “De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”.
Mateo 26.
Consagrar significa ofrecer lo más valioso. Una mujer trae un vaso de alabastro de perfume muy costoso y lo derrama sobre la cabeza de Jesús.
Su valor equivale al sueldo anual de un jornalero; esto genera oposición en los discípulos, quienes la critican con un argumento de que sería mejor vender el perfume y darlo a los pobres. Los discípulos han malinterpretado la consagración como derroche. Sin embargo, Jesús la defiende diciendo: “ha hecho una buena obra” (Mt. 26:10. El derramamiento del perfume de la mujer como una expresión de su amor y consagración, es entendido como una preparación para la muerte en la cruz y sepultura de Jesús. No importa si nos critican o nos condenan injustamente; si tenemos el reconocimiento de Jesús, nuestra consagración no habrá sido en vano.
El amor por el dinero y la traición serán pecados recurrentes en los postreros días. El pasaje bíblico contrasta la consagración de una mujer con la traición de Judas Iscariote. Este último acude a los principales sacerdotes que buscan la muerte de Jesús. Por su pregunta cuánto recibirá si les entregara a Jesús, entendemos que su interés no está en la verdad sino en el dinero. A cambio de treinta piezas de plata, el precio de un esclavo, establece un acuerdo secreto con los principales sacerdotes. Así se cumple la profecía sobre la pasión del Mesías.
Judas Iscariote hace la pregunta más vergonzosa de la humanidad; ¿Qué me queréis dar? La verdad trae verdadera bendición y salvación; y no puede ser comprada con “dinero”.
Lo que hizo la mujer al derramar el costoso perfume nos puede parecer un desperdicio; sin embargo, Jesús la elogia y les revela a los discípulos el significado de aquel acto. Además, avanza hacia la cruz en silencio; a pesar de que, Su discípulo con quien compartió tres años lo traicione. De esta manera se hace responsable por el pecado de toda la humanidad, convirtiéndose voluntariamente en el Cordero de la Pascua, sabiendo que le espera una muerte llena de insultos y humillaciones.
Que Jesús haya entregado Su vida para salvarnos es una gracia imposible de retribuir. Por lo tanto, los fieles debemos recordar esto siempre y debemos entregarle a Jesús lo más valioso que tengamos, con devoción.
Entregarle al Señor lo mejor de nuestra vida es una muestra de amor y devoción a Él. Dios les guarde.
