Se metió octubre y es el mes de las elecciones regionales. Ya estamos en la recta final y la vaina está tasa: caravanas van y caravanas vienen, la tira y jala de las coaliciones y las demandas al garete son nuestro pan de cada día.
Nadie quiere perder y para ganar, a estas alturas del partido, todos sacan la artillería pesada, donde lo lícito y lo ilícito, las verdades y calumnias suelen mezclarse en un solo plato.
Pues bien, aquí el que no es candidato es simpatizante y en la tierra del “Opa primo” todos somos parientes, así que nadie podrá ver con indiferencia las próximas elecciones.
A pelar diente y ganar adeptos, van los políticos y a bañarse en todos los aguaceros, los pasteleros y avispados, vendiendo el alma al sol que más le alumbre.
Los comandos se llenan y vacían marcando el derrotero de las cuentas alegres que hace la gente, en las cábalas populares que, en las más de las veces, son fieles a la realidad, porque la voz de pueblo es la voz de Dios y si ya se empecinaron con fulanito, pues fulanito será, así que, a estas alturas, más o menos ya se sabe quién es que nos va a gobernar.
De toda manera creo que un baño de cordura nos caería muy bien; se me van calmando y se dejan de tanta mariquita con la peleadera por política. Sobre todo, ustedes, mis paisanos electores.
Vean que los políticos se embojotan y hacen pases cuando se les da la gana y quedarán ustedes viendo un chispero y ellos comiendo en el mismo plato.
Que sigan las campañas, pero con entusiasmo y serenidad. Vayan y recíbanle la camiseta a quien se la ofrezca, así sea que después la usen de limpión y le cuelguen la cara al candidato, junto con los trapos viejos, pues lo cortés no quita lo valiente y quien quiera que gane tendrá que representarnos a todos.
Los elegidos tendrán que vérselas con un Departamento y sus muchos problemas, con una lista inmensa de cosas por hacer y el anhelo perenne de todos los paisanos de una región de progreso.
Mi hermosa tierra Guajira, en espera de dignidad, estafeta que pasa de mano en mano, en una carrera de obstáculo, avanzando a veces lento y a veces rápido, con la meta aún lejana de lo que deseamos y nos merecemos.
El día después de las elecciones, los ahogados sabrán que perdieron por el silencio ensordecedor del celular, nadie se acordará de ellos y estarán tristes y meditabundos, rascándose la cabeza y encontrándole mil excusas al fracaso: no hay nada que explicar, aunque si últimamente son pocos los que aceptan una derrota política y a demandar se dijo, pa’ ver si le suena la flauta y conquistan en las cortes los que el pueblo no les concedió.
El elegido estará en la gloria, feliz y contento, lleno de gratitud y de buenas intenciones, sin rascarse la cabeza porque, a diferencia de la derrota, la victoria no necesita explicación.
Amanecerá y veremos y esperemos que lo que veamos sea una ruta de buenos tiempos, Dios lo quiera y nos lo conceda, amén