22. “Seréis odiados por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo”.
Mateo 10.
Cuando estamos predicando el evangelio, es cosa cierta recibir ataques de Satanás. Los discípulos irán al mundo a predicar como ovejas en medio de lobos, por tanto, deben ser prudentes como serpientes, y sencillos como palomas. Podrán ser azotados y llevados a comparecer ante autoridades del gobierno por estar predicando el evangelio. Pero será una oportunidad para hablar de Cristo. No debemos preocuparnos por cómo o qué hablar, porque al orar al Señor, el Espíritu Santo nos enseñará lo que habremos de hablar.
Las familias podrán dividirse, y uno entregar al otro a la muerte por Jesús. Seremos aborrecidos por todos por causa de su nombre. Sea cual fuere el caso, no debemos rendirnos, sino soportar hasta el fin. Con un corazón prudente y sabio debemos albergar la esperanza de la Segunda Venida de Cristo, y tener paciencia, y entonces, podremos dar pasos de gozo para la evangelización.
Jesús padeció, por tanto, es natural que nosotros padezcamos también. Si los del mundo llaman Beelzebú al padre de familia (Jesús), lo más esperable es que consideren a los miembros de su familia (discípulos) como seguidores de Beelzebú. Pero Jesús enfatiza tres veces que no debemos temer en estas circunstancias. Tener temor es brindar a Satanás la oportunidad para actuar. No debemos sentir miedo de aquellos que nos persiguen buscando nuestra vida, porque no tienen autoridad para matar nuestra alma.
Nuestro Dios Soberano determina la vida o la muerte incluso de los pajaritos, por no decir que tiene contados hasta nuestros cabellos. No hay nada más valioso para Él que sus hijos, y guarda nuestra vida. Cuando dejamos de temer al mundo, podremos predicar el evangelio con denuedo en las tinieblas y anunciar a Cristo.
Al igual que los discípulos, nosotros también podemos sufrir todo tipo de opresión al predicar el Evangelio. Sin embargo, podremos estar tranquilos cuando creamos que todo aquello es parte de la providencia del Señor. Él recibirá alegre en las puertas del cielo a todo aquel que predique con coraje Su nombre y lo reconozca.
El verdadero discípulo predica el Evangelio sin temor aún en medio de las persecuciones y la aflicción. Dios les guarde.
