
2. “Hijo de hombre, hubo dos mujeres, hijas de una misma madre,
3. las cuales fornicaron en Egipto; en su juventud fornicaron. Allí fueron apretados sus pechos, allí fueron acariciados sus pechos virginales.
4. La mayor se llamaba Ahola, y su hermana, Aholiba. Ambas fueron mías, y dieron a luz hijos e hijas. Y se llamaron Samaria, Ahola; y Jerusalén, Aholiba”.
Ezequiel 23.
La fornicación espiritual es cuando amamos y confiamos en el mundo antes que en Dios. Dos parábolas sacan a la luz los pecados de Samaria y Jerusalén. Hay dos mujeres, hijas de una madre, que son hermanas. La mayor se llama Ahola y la menor, Aholiba.
Es decir, que la madre simboliza a Israel cuando ambos reinos estaban unidos; la hermana mayor a Samaria, el reino del Norte y la menor, a Jerusalén, el reino del Sur. Desde que se encontraban en Egipto, ya servían a los ídolos conforme a la cultura egipcia y fornicaban. Estando en el poder de Dios, Ahola se enamoró de los asirios. El reino del Norte pone su confianza en Asiria, y va tras sus ídolos, en vez de poner sus ojos en Jehová, el Dios de pacto. Al final, Dios provoca la destrucción de Samaria en manos de Asiria. Nosotros anhelemos solamente a Dios y permanezcamos bajo su gracia en todo momento.

El pueblo de pacto de Dios debe recordar su identidad. Habiendo sido testigo de las terribles consecuencias que su hermana tuvo que sufrir a causa de su fornicación. Aholiba no dejó de fornicar con las naciones vecinas. No se conformó con los asirios, aumentando sus fornicaciones con hombres de Babilonia, de Caldea. Acaz el rey de Judá pide ayuda militar a Tiglat-pileser rey de Asiria, sirviendo a sus ídolos.
Después de esto, Judá queda impresionado de las riquezas y poder militar de Babilonia y manda mensajeros a esta nación, poniendo su confianza en él. Luego, le da la espalda a Babilonia y lleva adelante una política favorable para los egipcios, logrando firmar un convenio con ellos. Dios aborrece a Judá por haber fornicado con otras naciones y la pone en vergüenza. Si bien los deseos de la carne y la vanagloria de la vida nos tientan continuamente, necesitamos guardar nuestro corazón por sobre todas las demás cosas.
Si una persona confía más en las fuerzas reales que en Dios, en su intento de superar las dificultades que Él nos da, pasa a ser un fracaso espiritual igual que la idolatría. No obstante, un hombre de fe piensa primero en la voluntad de Dios y clama por Su ayuda, en lugar de apoyarse en los beneficios y las necesidades reales
El “adulterio” del fiel para con Dios es vivir amando lo material y lo mundano aun estando en Él. Dios les guarde.