El legado de un gran hombre
Hoy, hace un año, Dios decidió llevarse a uno de sus ángeles más especiales y amorosos: a mi papá. Desde ese momento, nuestras vidas cambiaron para siempre, y el vacío que dejó es algo que aún estamos aprendiendo a llevar. Pero en medio de este dolor y de esta ausencia, su amor, su risa, su bondad y sus enseñanzas siguen iluminando nuestras vidas. Este año sin él ha sido un recordatorio constante de cuánto lo amo, de cuán grande e invaluable fue su presencia y de cuánto lo extraño. Él fue, es, y siempre será mi primer y más grande amor, un amor que no conoce fronteras, que no entiende de distancias, ni de tiempo, ni de final.
Mi papá fue, y siempre será, un hombre excepcional, alguien que no solo fue importante en nuestras vidas, sino también en la de todos aquellos que tuvieron el privilegio de conocerlo. Ocupó cada uno de sus roles con amor, entrega y una profunda responsabilidad. Como hijo, él fue un pilar de apoyo, una fuente de orgullo y amor. Para su mamá, quien siempre fue ‘la persona más linda’ para él, fue un hijo cariñoso y dedicado, alguien que se esforzó en retribuir el amor y los cuidados que ella le brindó desde pequeño. Ella fue su primera gran maestra de vida, y él, en respuesta, fue un hijo que supo honrarla en cada palabra y en cada acto, siendo el reflejo de sus valores y principios.
Como esposo, mi papá fue el compañero y el amor de toda la vida de mi mamá, Mely. Ella fue su apoyo, su confidente y su compañera en cada paso. Juntos construyeron una vida basada en el respeto, la lealtad y el amor profundo. Mi mamá fue su apoyo incondicional, fue su polo a tierra, su talón de Aquiles, la persona que siempre estuvo a su lado en las buenas y en las malas, compartiendo sueños, luchas y alegrías. Fue junto a ella que mi papá experimentó el amor más profundo, un amor que les permitió superar obstáculos y disfrutar cada momento que compartieron. La relación de mis padres fue y sigue siendo un ejemplo de lo que significa amar con entrega, compromiso y fidelidad.
Como padre, mi papá fue más de lo que las palabras pueden describir. Fue mi guía, mi protector y mi mejor amigo. Tuve la dicha de ser su hija consentida, y él siempre me hizo sentir especial, amada, y valorada. Su amor me dio fuerza, su apoyo me dio seguridad, y sus consejos me dieron sabiduría para enfrentar la vida. Para mi hermanita Danielita, su ‘niña chiquita y su bendición,’ fue el mejor ejemplo de ternura, cariño y cuidado. A ella le regaló una niñez llena de amor, de sonrisas y de momentos inolvidables. Ambas tuvimos el privilegio de tener a un padre que no solo nos protegió, sino que también fue nuestro refugio, nuestra inspiración, y nuestra mayor alegría. En cada abrazo y en cada palabra, él nos dejó claro que éramos su mayor tesoro y que haría cualquier cosa por vernos felices y seguras.
Mi papá no solo fue el mejor hijo, esposo y padre; también fue un gran amigo, no solo para nosotros, sino para todos los que tuvieron la suerte de conocerlo. Su generosidad no tenía límites, y siempre estuvo dispuesto a ayudar a quien lo necesitara, sin esperar nada a cambio. Para él, ser amigo significaba estar ahí en los momentos difíciles, ofrecer apoyo sin reservas, y compartir las alegrías como si fueran propias. Su risa llenaba cualquier espacio, y su presencia traía paz y alegría. Su empatía y su bondad lo convirtieron en alguien que los demás podían admirar, en quien podían confiar y en quien podían encontrar consuelo y amistad verdadera. Era esa clase de amigo que, sin importar lo ocupado que estuviera, siempre encontraba tiempo para escuchar, para aconsejar, para dar de sí mismo con humildad y cariño. Hizo sentir a cada persona especial y querida, y su legado de amistad y bondad sigue vivo en los corazones de quienes tuvieron el privilegio de ser parte de su vida.
Hoy, más que nunca, quiero darle gracias a Dios por el regalo tan maravilloso que fue el tener a mi papá en nuestras vidas. Por cada instante que compartimos, por cada lección que me dejó, por cada abrazo, cada sonrisa, cada consejo que aún resuena en mi corazón. Aunque ya no pueda verlo o abrazarlo, sé que su espíritu vive en cada uno de nosotros. Sé que desde el cielo sigue cuidándonos, protegiéndonos y guiándonos, como siempre lo hizo. Su amor y sus enseñanzas siguen siendo la brújula que orienta mi vida y la de todos los que lo amamos.
Papá, te prometo que tu recuerdo seguirá vivo en cada uno de nosotros. Prometo llevar tus enseñanzas conmigo y honrar tu legado en cada paso que dé. Prometo también que cumpliré cada una de las cosas que alguna vez te prometí, porque sé que esa es la forma en la que puedo hacerte sentir orgulloso de mí, la manera en la que puedo agradecerte por todo lo que hiciste por mí. Sé que estás conmigo en cada reto que enfrento, y te prometo que cada logro será también tuyo, porque tus palabras, tus valores y tu ejemplo son la fuerza que me mueve.
En este homenaje, quiero que sepas que, aunque ya no estés físicamente, tu amor sigue llenando nuestras vidas. Gracias por ser el mejor en cada papel que ocupaste, por ser un padre, un esposo, un hijo, un amigo sin igual y, sobre todo, por ser mi primer y más grande amor.
Te llevamos en nuestros corazones, y sé que siempre, siempre serás parte de nuestras vidas. Que Dios te tenga en su gloria y que, desde el cielo, sigas siendo esa luz que nos guía. Te amamos con todo nuestro ser, y nunca, nunca te olvidaremos.
Con amor, Valeska Gómez, su hija.