
¿De qué sirve hablar de identidad cultural si no se traduce en mejores condiciones de vida para quienes la custodian? Esa es la reflexión que nos suscita el Proyecto de Ley 323 de 2025, presentado por el representante a la Cámara por La Guajira, Jorge Cerchiario, y que busca declarar el Chirrinchi Guajiro como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Nación.
La iniciativa parte de una premisa clara: proteger, promover y reconocer el valor histórico, cultural y espiritual de esta bebida ancestral Wayuu. Sin embargo, más allá del acto simbólico, este proyecto representa una oportunidad estratégica para articular cultura, economía y desarrollo social en un departamento que históricamente ha sido visto solo desde la óptica de sus necesidades y no de sus potencialidades.
La fuerza jurídica de una declaratoria de patrimonio; El Chirrinchi, para quienes lo conocen, no es simplemente una bebida artesanal; es una manifestación cultural profundamente ligada a la cosmovisión Wayuu. Con esta ley, el Estado colombiano reconoce oficialmente su valor y se compromete a garantizar su preservación.
Desde el punto de vista normativo, la declaratoria como patrimonio cultural inmaterial trae consigo varios beneficios concretos:
– Protección frente a la apropiación indebida: La denominación de origen comunitaria evitará que agentes externos exploten la bebida sin
autorización ni beneficio para las comunidades que la han conservado por generaciones.
– Transmisión intergeneracional garantizada: El proyecto establece mecanismos para que el conocimiento asociado a la producción del Chirrinchi sea preservado como saber tradicional, fortaleciendo la identidad cultural.
– Reserva de producción y comercialización: Solo las comunidades de La Guajira podrán producir y comercializarlo, asegurando que los ingresos permanezcan en el territorio.
Dimensión económica: del símbolo al desarrollo
El proyecto no se queda en el reconocimiento. Contempla la creación de un Comité Interinstitucional para articular estrategias de cultura, turismo y mercados especiales alrededor del Chirrinchi. Esta es, quizás, la pieza más relevante para entender su impacto en el desarrollo regional.
– Turismo cultural y etnoturismo: El Chirrinchi puede convertirse en un atractivo cultural integrado a la oferta turística del departamento. No basta con mostrar nuestros paisajes; el visitante contemporáneo busca experiencias auténticas. Un circuito turístico que incluya el Chirrinchi como parte de la identidad Wayuu sumará valor a destinos como el Cabo de la Vela o Punta Gallinas.
– Mercados especializados: El consumo global se orienta hacia productos artesanales, con historia y con denominación de origen. El Chirrinchi tiene el potencial de insertarse en nichos de mercado de alto valor, abriendo puertas a la exportación selectiva. Esto significa encadenamientos productivos que beneficien agricultores, artesanos, transportadores y comerciantes locales.
– Economía comunitaria: La reserva de producción para las comunidades guajiras fomenta un modelo económico incluyente, que fortalece la autonomía de las comunidades indígenas y campesinas. No hablamos solo de ingresos, sino de empoderamiento territorial.

Los retos que no podemos ignorar; Como abogada y como guajira, debo advertir que ningún proyecto de ley, por sí solo, resuelve los problemas estructurales de un territorio. La declaratoria es una herramienta, pero su éxito dependerá de cómo se implemente.
– Asistencia técnica y normas sanitarias: La producción artesanal debe acompañarse de capacitación para cumplir estándares de calidad e inocuidad. No se trata de desvirtuar la tradición, sino de adaptarla a los requisitos de mercados nacionales e internacionales.
– Institucionalidad sólida: El Comité Interinstitucional debe operar con transparencia y eficacia, evitando convertirse en una figura burocrática sin impacto real.
– Equilibrio entre cultura y mercado: Existe el riesgo de mercantilizar el Chirrinchi hasta vaciarlo de su dimensión espiritual. El desafío será garantizar que la visión Wayuu siga guiando las decisiones sobre su producción y comercialización.
Un paso hacia la autonomía cultural y económica; El Proyecto de Ley 323 de 2025 es mucho más que una declaratoria. Es un acto de justicia histórica con el pueblo Wayuu y, al mismo tiempo, una apuesta por un modelo de desarrollo basado en lo propio.
En La Guajira hablamos constantemente de pobreza, desnutrición y falta de oportunidades. Pero pocas veces hablamos de nuestra riqueza cultural como un motor de desarrollo. Esta iniciativa nos recuerda que el camino hacia la transformación no puede depender únicamente de la minería o de la explotación de recursos naturales, sino también de la puesta en valor de nuestro patrimonio inmaterial.
El Chirrinchi Guajiro puede convertirse en un símbolo de resistencia cultural y, al mismo tiempo, en una herramienta de transformación económica. Pero para lograrlo necesitamos que esta iniciativa no se quede en el papel.
La pregunta de fondo es: ¿estamos preparados, como sociedad guajira, para asumir el reto de convertir nuestra identidad en una estrategia de desarrollo sostenible?
La declaratoria propuesta por el representante Jorge Cerchiario es un primer paso. Ahora la responsabilidad recae en el Congreso, en el Estado y en nosotros mismos como comunidades y ciudadanos. Que el Chirrinchi no se quede como un recuerdo en los anaqueles legislativos, sino que se transforme en oportunidades reales para La Guajira.
Porque proteger nuestras raíces no es solo honrar el pasado: es construir, desde ellas, un futuro más digno y más justo para nuestro pueblo.