
23. La sembraré para mí en la tierra; tendré misericordia de Lo-ruhama y diré a Lo-ammi: “¡Tú eres mi pueblo!”, y él me dirá: “¡Dios mío!”.
Oseas 2:23.
La advertencia y el juicio de Dios son como una introducción de una canción que antecede a la restauración final. Una vez acabado el castigo y la disciplina de Dios hacia el pueblo pecador, les promete Su soberana intervención y restauración. Dios va a seducir a Su pueblo, llevándolo al mismo lugar en donde aplicó el castigo. Allí le hablará a su corazón, transformará el desierto en lugar de restauración y esperanza.
Dios le desposará en justicia, juicio, benignidad y misericordia; y quitará para siempre la idolatría a Baal sobre la faz de la tierra. Además, restaurará la relación del hombre con la creación, para dar lugar a los días de paz y reposo. La verdadera restauración vendrá mediante Cristo. Los que hemos conocido la justicia, la benignidad y la misericordia de Dios reaccionamos como una esposa fiel.

En el día en que fuese restaurado el pacto, ciertamente Dios responderá al clamor de Su pueblo. La repetición de la palabra responderé (reacción, respuesta) que está hasta cinco veces en el pasaje bíblico hace hincapié en su cumplimiento (Os. 2:21-22). Como resultado de la respuesta de Dios, los cielos responderán a la tierra con lluvia; y la tierra fértil responderá a abundantes granos, vino y aceite.
El pueblo disfrutará de todas estas bendiciones abundantes, y será multiplicado nuevamente. Serán llamados pueblo de Dios y este clamará al Dios de la misericordia. El juicio y la restauración no harán otra cosa que revelar el poder de Dios. El conocimiento que debemos tener en todo momento es que Dios es nuestro Rey, Soberano de la creación, que nos restaura con misericordia.
A pesar de que Israel rompe el pacto hecho con Dios, Su promesa con este permanece igual. A pesar de que Israel desobedece a Dios, Él los sostiene con un amor y misericordia incesante. Somos seres débiles, incapaces de vivir acorde a Su voluntad y de obedecer por completo a Su Palabra. Sin embargo, Dios nos invita hacia Su fiel amor y misericordia y nos restaura, tratándonos como Su posesión, según Su pacto.
No hay nadie que pueda obstruir el amor de Dios por nosotros. Así como Dios nos ama hasta el final, nosotros también debemos amar a Dios sin renunciar a Él.
Dios ama a Su pueblo elegido, a pesar de la desobediencia y la traición. Dios les guarde.