9. “Viendo esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades venían, y eran sanados”. Hechos 28:9.
Nuestra vida está en las manos de Dios. Como Dios había anunciado con anterioridad, ninguno de los que estuvieron con Pablo murió, sino que todos fueron rescatados (Hch. 27:22-25). Este es un milagro concedido por el Dios Todopoderoso. Pablo y sus compañeros desembarcaron en una pequeña isla llamada Malta. Los habitantes del lugar (v. 2) que en griego es bárbaro y que en ocasiones es traducido como salvajes, aquí significa los que no hablan el griego.
Los nativos de Malta presuponen que Pablo, quien fue mordido por una serpiente venenosa, sería un homicida y que, al fin, había sido juzgado con justicia. Pero para su asombro, ven que ningún daño había padecido y lo catalogan como un dios. Es Dios quien evitó que Pablo muriera. Él es el Único Autor y Soberano de la vida.
Pablo es el hombre principal (Hch. 28:7), probablemente el representante o gobernante de Malta. Él recibe a Pablo y a sus compañeros y los hospeda solícitamente por tres días. Había visto algo especial en Pablo, quien no había sufrido ningún daño después de la picadura de la serpiente, y habría querido entablar una amistad con él. Pablo ve al padre de Publio enfermo de fiebre y disentería, y lo sana con oración e imposición de manos.
Al correrse este rumor, otros enfermos acuden a Pablo para recibir sanidad. Al final, el viento huracanado fue la providencia de Dios. Pablo cumple su llamado de evangelista, dando a conocer el amor de Dios en Malta, de manera imprevista. Fuimos llamados a transmitir el amor de Dios y el poder del evangelio en todo tiempo y lugar.
El peligro que acecha al pueblo de Dios es una oportunidad de revelar su gloria. La gente cree que Pablo es un homicida porque lo muerde una víbora. No obstante, los habitantes de Malta lo confunden con un dios al ver que no se muere y se gana así su confianza por la gracia de Dios. De esta forma, un momento de peligro se transforma en una oportunidad para predicar el evangelio y Pablo pasa tres meses en la isla compartiendo sobre el amor de Dios y revelando Su poder.
Por lo tanto, el fiel no debe temer ni frustrarse en momento de peligro, sino que debe buscar la ayuda de Dios y obrar con valor. Entonces superará la adversidad con Su poder y podrá predicar sobre Su gracia.
Cuando el fiel se enfrenta al peligro, Dios lo llena de gracia y le da la oportunidad de predicar el evangelio. Dios les guarde.
