Edicion septiembre 20, 2024

De víctima a representante de las víctimas: El deseo de Janina Duarte Pinto

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Su padre fue asesinado en el año 2009 cuando apenas tenía 16 años de edad.

Por Deibis Amaya

La primera impresión que tuve de Janina Duarte, candidata a la Cámara de Victimas por las Circunscripciones Transitorias Especiales de Paz, no encajó en la figura construida mentalmente sobre la imagen que debería tener un aspirante novato a una curul política y aunque demostraba una destreza natural en el discurso, características imprescindibles del oficio político, Duarte cultivaba dulzura en sus ademanes y tenía una serenidad insoluble.

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Ese rasgo en especial me generó una sorpresa inmediata, pues la genética tiene la mala costumbre de lapidar los aspectos fortuitos del destino y cuando uno nace para martillo, eventualmente del cielo le caen los clavos. En efecto, a mí parecer, una convicción inexorable se había madurado en sus venas y quizás ni ella misma lo sabía.

Nos encontramos en el parque Padilla, diagonal a la Catedral Nuestra Señora de los Remedios, en una de las bancas públicas frente a las cuales funciona una exquisita panadería en la calle segunda de Riohacha. No hablamos de política, ni de propuestas incumplibles como de las que hacen uso la mayoría de los candidatos en medio de la calentura de los discursos políticos para envolver a los más escépticos, mucho menos debatimos sobre las máquinas robustas que se han sorteado el poder durante años en el Caribe colombiano y nos han salpicado a todos debajo de la mesa.

Por el contrario, hablamos de sus luchas personales, de lo duro que fue perder a su padre cuando tan solo tenía dieciséis años en el año dos mil nueve, el reconocido Abogado Penalista, oriundo del Magdalena, Especialista en Derecho Administrativo y Probatorio, Everth Alfredo Duarte Gamez, a manos de los grupos delictivos que desde siempre han azotado a La Guajira. Con nostalgia narró lo difícil que fue salir adelante con la enorme presión social sobre los hombros que aquel hecho generaría y el dedo señalador de los incrédulos apuntando sobre su frente.

Janina Duarte Pinto es oriunda del distrito de Riohacha.

La falta de un padre quiso azotar sus más grandes aspiraciones, pero no por eso se sintió doblegada. Al contrario, esto sopesó dentro de su carácter y desde allí, no hubo un día en que no experimentara en carne propia el concepto de resiliencia.

Asistió a la Universidad Sergio Arboleda en Santa Marta y cursó la carrera de derecho. Estudió con sacrificio, alimentándose a medias varios semestres y mintiéndole de vez en cuando a su mamá cuando le preguntaba si había almorzado o desayunado.

Esa tarde, cuando recordaba a su papá, la voz se le quebró y en el fondo de sus ojos, el dolor parecía desnudarse nuevamente en lo más profundo de las vértebras, pero no hizo pausa y siguió describiendo de manera profunda como recordaba aquellos años. La ausencia de su padre seguía latente.

Su madre, varias veces apeló a la consideración del rector de la universidad donde estudiaba para pedir prórrogas en los pagos, pero el peso de su apellido irrisoriamente flagelaba aquellas intenciones. Así que, en varias ocasiones, asistió a clases sin estar matriculada para no perder el ritmo.

Posee una afinidad inexplicable con el derecho penal. De hecho, en eso ha basado su experiencia profesional y ha reunido opiniones positivas en su tránsito por el Juzgado Único de Ejecución de Penas y Medidas de seguridad y otras entidades públicas donde ha desempeñado cargos relevantes. Junto a su madre, crearon una fundación que canaliza las ayudas económicas provenientes de otros países destinada a la población vulnerable y migrante. Han trabajado de la mano con la ONU, Cruz Roja Colombiana, MercyCorps, Banco de Alimentos, Consejo Noruego para Refugiados, Pastoral Social y la Organización Saved Children, distribuyendo mercados y otros servicios sociales a los menos favorecidos del Departamento.

 

En su figura de víctima, cuenta que nunca recibió ninguna clase de ayuda por parte del Estado y por eso, decidió apoyar las causas sociales infravaloradas en los pasillos del congreso nacional, pues considera que haber vivido esa experiencia le terminó suavizando el alma y desde antes de encaminarse en la rama del Derecho, ya había decidió por cuenta propia, aportar su granito de arena para mejorar las condiciones de las víctimas.

Es consciente que la maquinaria política con la que debe enfrentarse le lleva mucha delantera, sobre todo en el aspecto económico y en las vastas influencias de los apellidos que suenan como favoritos y que seguramente, desde antes de iniciar y cerrar el ciclo electoral, podrían tener curules aseguradas.

Sin embargo, muy a pesar de esa realidad indiscutible que lastimosamente embarga el panorama político, cuya moral embiste cualquier dogma forzado, Duarte, mantiene la fe intacta, porque los buenos somos más.

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