Crisis en partidos y pensamiento político internacional
Hoy en día, la democracia se presenta como un sofisma, utilizada en apariencia con prácticas distorsionadas y desconectadas de los factores y principios que la caracterizan y dignifican. Disfrazar elecciones populares simulando democracia es, en realidad, un engaño o burla, pues no se respeta la voluntad popular, que debería manifestarse en elecciones libres de negociaciones, presiones, coacciones y amenazas. Estas deberían estar motivadas por civismo y pensamientos positivos, elocuentes y prometedores, que generen confianza y se fundamenten en antecedentes, transparencia y alternativas futuras.
Los partidos políticos operan como empresas mercantiles. Carecen de escuelas para la formación y preparación de liderazgos capaces de asumir responsabilidades en representaciones y acciones dirigidas a la consolidación de servicios masificados, que solucionen necesidades colectivas y promuevan la satisfacción del interés común. Esto debe hacerse sin discriminación, indiferencias ni egoísmos, beneficiando a todos por igual, enmarcados en la democracia.
Los foros, que deberían servir para informar, orientar y proponer soluciones, han decaído, siendo desplazados por intereses mezquinos de quienes controlan los partidos políticos. Estas personas se aferran al poder por motivos económicos, dejando de lado ideologías coherentes y transformadoras.
Asimismo, las asambleas de militantes, fundamentales para enriquecer el pensamiento colectivo sobre el pasado, presente y futuro, han desaparecido. Estas reuniones solían estructurar la organización de proyectos y programas que generaban beneficios y bienestar social. Sin embargo, los partidos actuales no son más que fachadas manipuladas que se mueven al ritmo de intereses personales y familiares, operando bajo directivas vitalicias que desprecian la verdadera democracia.
Los gobernantes, en el marco de una supuesta democracia, ejercen el poder de manera autónoma, autoritaria y dictatorial, incumpliendo deberes, obligaciones y disposiciones legales. El pueblo no debe ser un espectador pasivo ante esta realidad; tiene derecho a reclamar y participar activamente en las decisiones que afectan su vida y bienestar.
Los partidos políticos deben transformarse en estamentos de servicio a la humanidad y al medio ambiente, garantizando confianza y solidaridad. La democracia debe evolucionar, siendo libre de pensamientos tóxicos e improductivos que dividen y oprimen.
En la historia de las organizaciones políticas, el comunismo surgió como un modelo de igualdad y comunidad, pero degeneró con el tiempo debido al feudalismo y el esclavismo. El socialismo intentó reivindicar esos ideales, pero fue contrarrestado por el capitalismo, que, a partir del siglo XVIII, implementó la propiedad privada y la economía de mercado. Hoy en día, el capitalismo domina como único modelo político-económico, dejando atrás las prácticas comunistas y socialistas.
Los pensamientos políticos han sido reemplazados por intereses particulares en los partidos actuales. Las tendencias ideológicas, como el liberalismo y el conservadurismo, se han contaminado con corrupción y codicia, ignorando las necesidades reales de la sociedad. Los líderes partidistas aprovechan sus posiciones para enriquecerse, mientras la población enfrenta desempleo, inseguridad y violencia, sin que las administraciones públicas o la justicia actúen de manera efectiva.
No se concibe que en una democracia los gobiernos asuman facultades inconstitucionales para someter al pueblo a estados de tensión, miedo y zozobra. Tampoco se justifica que se promuevan conflictos armados o guerras sin el consentimiento soberano de la población. La democracia debe estar orientada hacia la paz, la justicia y el bienestar colectivo, no hacia el autoritarismo ni la imposición.