
El panorama energético de Colombia enfrenta una encrucijada crítica. La disminución de las reservas de gas natural, agravada por la ralentización de la exploración, y la falta de nuevos descubrimientos, ha puesto al país ante un escenario desolador: se estima que para julio de 2026 el país podría entrar en déficit de gas para cubrir la demanda nacional. Esta situación no solo impactaría a la industria, que podría verse forzada a volver al carbón con un impacto ambiental significativo, a bajar su producción y a reducir personal, sino también a millones de hogares que dependen del gas natural día a día.
La solución sobre la mesa para aliviar esta escasez es la regasificación, que implica importar Gas Natural Licuado (GNL) y convertirlo nuevamente en gas para inyectarlo a la red. Es aquí donde el Gobierno Nacional ha tomado una decisión reciente: desarrollar la nueva terminal de gas importado en Coveñas, Sucre, en lugar de la propuesta alternativa en Ballena, La Guajira. Analicemos esta decisión con base en la información técnica disponible.
La opción de Coveñas: desafíos y tiempos
El Grupo Ecopetrol, a través de su filial Cenit, lidera el proyecto de Coveñas. Un punto a favor es que Ecopetrol es, precisamente, la encargada de garantizar el suministro de gas. La propuesta contempla el anclaje de una Unidad Flotante de Almacenamiento y Regasificación (FSRU) para importar GNL y entregarlo como gas, junto con la reconversión del oleoducto Coveñas-Ayacucho (ODC) para usarlo como gasoducto. Esta solución, respaldada por estudios técnicos, fue elegida por Ecopetrol debido a supuestas ventajas competitivas en tiempos de entrada y viabilidad.
Sin embargo, la implementación presenta importantes desafíos y tiempos. Según la Transportadora de Gas Internacional (TGI), la conversión del oleoducto ODC requerirá adecuaciones significativas, como la instalación de sistemas de compresión, lo que podría tomar dos o tres años, según algunos reportes de prensa.
Esta conversión es esencial para la fase inicial de 110 MPCD (Millones de Pies Cúbicos Diarios) proyectados para el primer trimestre de 2027. Además, el proceso de conseguir y anclar la FSRU es complejo y puede tardar varios años, condicionando la entrada en operación. Esto podría significar que Coveñas inicie operaciones, en el mejor de los casos, en febrero o marzo de 2027. Sin embargo, un punto crucial es que, de entrada, los 110 MPCD no serían suficientes para cubrir el déficit proyectado, que se estima en 117 MPCD en octubre de 2026 y aumentaría a 220 MPCD a finales de 2027. Adicionalmente, las fechas de entrada dependerán no solo de completar retos ingenieriles muy complejos en tiempos muy cortos, sino que los procesos de licitación para consecución de la FSRU y la asignación de servicios también pueden mover el cronograma.

La propuesta de Ballena: ventajas técnicas y capacidad
En contraste, la propuesta de TGI para la regasificación en Ballena, La Guajira, parece ofrecer ventajas técnicas y logísticas significativas.
Primero, en la infraestructura existente se usaría el gasoducto Ballena-Barranca ya existente de TGI, el cual cuenta con 7 estaciones de compresión y la capacidad de inyectar de forma inmediata hasta 300 millones de pies cúbicos por día (lo que luego se podría ampliar a 400 MPCD en una segunda fase), superando el déficit proyectado. Esta infraestructura ya está disponible y cuenta con las autorizaciones regulatorias.
Segundo, TGI propone una solución de infraestructura submarina de conexión más corta que representa menor tiempo de instalación. Además, TGI asegura tener la exclusividad de una FSRU que estaría disponible en diciembre de 2026, una ventaja competitiva (ya que estas unidades son escasas en el mundo) que permitiría garantizar la entrada en operación en enero de 2027 antes de la fecha estimada para Coveñas.
Tercero, la entidad afirma que su solución permitiría una reducción de hasta el 20% en la factura final del gas para los usuarios.
Los estudios de TGI, avalados por firmas internacionales, concluyen que la instalación de la FSRU en el área de Chuchupa, cerca de Ballena, es completamente factible y viable sin afectar la confiabilidad, los permisos ambientales requeridos pueden gestionarse de manera paralela al desarrollo técnico del proyecto.
La urgencia y el sentido común
Ante la inminencia del déficit de gas, la decisión se torna urgente y debe primar el bienestar general sobre cualquier consideración política o sesgo.
Si la opción de Ballena ofrece una mayor capacidad de suministro, una entrada en operación más temprana (enero de 2027 vs. febrero/marzo 2027 o después), y un menor costo para los usuarios, se vuelve imperativo que Ecopetrol y el Gobierno Nacional evalúen con mayor detenimiento los datos técnicos y económicos.
Como bien dice el refrán: “Siempre será mejor que sobre y no que falte”. Dado que la opción de Coveñas en su fase inicial no cubre toda la demanda insatisfecha, la necesidad de replantear y considerar la opción de desarrollar ambos proyectos toma una fuerza ineludible. Cubrir el déficit de gas con los dos proyectos, Ballena y Coveñas, no es una competencia, sino una estrategia sensata para garantizar la seguridad energética del país y la tranquilidad de su población, así como brindar una herramienta adicional para el crecimiento industrial.
El tiempo se agota. La soberanía energética de Colombia, el desarrollo de su industria y el bienestar de sus hogares dependen de una acción rápida y, sobre todo, sensata. Que este no sea un momento de controversias ni polarización, sino la ocasión de actuar con responsabilidad técnica para asegurar el suministro de gas a todos los colombianos.