
6. “Moisés y Aarón hicieron como Jehová les mandó; así lo hicieron. Éxodo 7.
Nuestra obediencia es un medio por el cual Dios manifiesta Su poder. Dios constituyó a Moisés como una autoridad para el faraón y a Aarón, al hacerlo Su profeta. Antes, Moisés había sido indeciso, inseguro; pero desde que recibió esta promesa, mostró mayor determinación de obedecer al mandato divino y de avanzar con fe, sin desmayar. La obstinación del faraón persistirá, pero su resistencia servirá como medio para manifestar el poder divino.
Este cambio se debe principalmente a la obediencia de Moisés y de Aarón, quienes hicieron como Jehová les mandó (v. 6). Esto era lo que Dios esperaba de Moisés cuando le llamó por primera vez. Cuando los hombres de fe procedemos como Dios manda, la resistencia del mundo no es más que un medio que da a conocer el gran poder de Dios.
Cuando Dios le da un mandato a alguien, le entrega el poder necesario para cumplir tal ministerio. Sabiendo que el faraón pedirá señal de lo alto, cuando Dios llama a Moisés, le da poder para realizar algunos prodigios. Aarón, el vocero de Moisés, echa su vara delante de faraón y de sus siervos, y la vara se convierte en culebra. A veces, las autoridades del mundo imitan el poder de Dios.

Pero pronto queda en claro quién es el Soberano, al ver que la vara de Aarón devora las de ellos. Pero el corazón de Faraón se endureció. Necia es la persona que endurece su corazón para no creer, habiendo visto el poder de Dios.
Dios es quien nos llama y nos capacita para cumplir nuestro deber. Por lo tanto, cuando nos enfrentemos a un hombre poderoso, lo único que debemos hacer es confiar y obedecerle a Dios. En este sentido, el creyente que recibe el llamado debe escuchar cada día más la Palabra de Dios y obrar conforme a esta, en especial en tiempos de aflicción.
Esta es la única manera de cumplir con el llamado de Dios, ya que el poder no viene de las capacidades del hombre, sino que aparece cuando obramos junto a Dios. Así, el creyente que recibe el llamado de Dios debe completar su tarea sin fijarse en la situación o condición, confiando en la gracia de Dios, que ama a Sus hijos.
El creyente debe obrar tal como lo ordena Dios, más allá de las circunstancias y condiciones. Dios les guarde.