Edicion agosto 14, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

Colombia zafa de la crisis de pasaportes, pero… ¿aprendimos la lección?

Colombia zafa de la crisis de pasaportes, pero… ¿aprendimos la lección?
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Columnista - Jean Breiner Robledo Meza
Columnista – Jean Breiner Robledo Meza

Después de meses de filas interminables, citas imposibles y ciudadanos angustiados por no poder renovar su pasaporte, el Gobierno colombiano finalmente encontró una salida: firmó un convenio con Portugal para producir estos documentos. Una solución que llega como alivio, pero también como campanazo de alerta.

Porque sí, evitamos el colapso, pero ¿a qué costo? ¿Y por qué tuvimos que llegar a este punto?

Esta crisis no fue causada por un desastre natural ni por una situación internacional. Fue resultado directo de errores administrativos, negligencia en la planeación y un modelo de contratación pública que ya no resiste más parches. El contrato con la empresa que fabricaba los pasaportes caducó, y en lugar de anticiparse al problema, el país quedó paralizado en un limbo burocrático mientras la ciudadanía pagaba las consecuencias.

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El convenio con Portugal representa un paso técnico acertado y una jugada diplomática inteligente. Pero no podemos aplaudir el remedio sin analizar la enfermedad. ¿Cómo es posible que un país de 50 millones de habitantes no tenga un plan B, C o D para un documento tan esencial?

Este episodio expone una fragilidad preocupante: nuestra excesiva dependencia de terceros para asuntos críticos del Estado. No se trata solo de imprimir libretas con chip; hablamos de soberanía, seguridad de datos, logística internacional y confianza ciudadana.

Además, revela lo desconectado que puede estar el aparato estatal de la vida cotidiana de la gente. Porque mientras algunos funcionarios debatían en oficinas con aire acondicionado, madres solteras perdían becas en el exterior, jóvenes cancelaban intercambios, trabajadores perdían vuelos de empleo, y familias enteras veían truncados sus planes.

Es hora de cambiar el enfoque. No se trata solo de salir del paso con convenios puntuales, sino de fortalecer la capacidad nacional, modernizar la tecnología estatal y garantizar que derechos tan básicos como la movilidad internacional no dependan de caprichos burocráticos.

La buena noticia es que sí se pudo actuar. La mala, es que se actuó tarde. La verdadera pregunta es: ¿volveremos a tropezar con la misma piedra o aprenderemos a construir un sistema más previsor, ágil y ciudadano?

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