Así como al compositor le llega la musa en el momento justo, a quienes hemos recibido de Dios el don de escribir también nos visita esa inspiración que nos impulsa a describir las cotidianidades de nuestra tierra: La Guajira, su gente, su cultura y sus matices. Nunca me canso de escribir sobre la mujer guajira: sobre sus encantos, sus luchas, sus historias. Y especialmente, sobre esa doble cualidad que a muchas las distingue: la belleza que salta a la vista y la inteligencia que cautiva el alma.
En esta Guajira diversa, cuna de mestizajes y culturas, tierra de inmigrantes europeos, árabes e indígenas, florecen mujeres que engalanan no solo por su presencia física, sino también por su lucidez, su compromiso y su espíritu. De entre ellas, hay algunas con las que comparto el día a día, y que me inspiran profundamente. Son profesionales entregadas, brillantes, responsables, mujeres que desbordan energía positiva y que han encontrado un equilibrio admirable entre su imagen y su intelecto.
Son mujeres que no viven pendientes de su apariencia, aunque su belleza natural es innegable. A veces incluso parecen ignorarla, porque están concentradas en dar resultados, en crecer, en servir. En su entorno laboral. En este caso, en ESEPGUA; han demostrado que su inteligencia no compite con su belleza: la complementa. Su prioridad es cumplir con excelencia, y lo hacen guiadas por una ética profesional sólida y una sensibilidad humana que las distingue.
Estas mujeres no solo se ven bien: piensan bien, actúan bien y lideran bien. Algunas de ellas cuidan su cuerpo con disciplina, sin vanidad, como parte de un estilo de vida saludable. Pero su verdadero atractivo radica en la forma en que miran, en cómo resuelven, en cómo asumen sus responsabilidades con humildad y visión. Su inteligencia viene también de su linaje: una mezcla poderosa de herencias wayuu, europeas, árabes y criollas. Eso se nota en sus rasgos, pero también en su manera de enfrentar la vida.
Ahora bien, ¿qué entendemos por belleza? Más allá de la definición estética, la belleza es una experiencia que conmueve los sentidos y eleva el espíritu. San Tomás de Aquino la definía como “aquello que agrada a la vista”, pero yo añadiría: también lo que agrada al alma. Y la inteligencia, por su parte, viene del latín intelligere, “saber elegir”. Una persona inteligente es quien sabe discernir, decidir, resolver. Y estas mujeres lo hacen con gracia y firmeza.
Las profesionales de ESEPGUA que hoy reconozco en estas líneas encarnan ambas definiciones. Son, sin lugar a dudas, bellas e inteligentes. Mujeres con un altísimo nivel de pensamiento estratégico, de compromiso social, de visión colectiva. No me atrevería a medir su coeficiente intelectual con cifras, pero sí puedo afirmar —con certeza— que están muy por encima del promedio. Porque tienen algo aún más valioso: sabiduría emocional, criterio ético y vocación de servicio.
El año 2025 las ha visto crecer, destacarse, brillar. Y lo seguirán haciendo, no solo dentro de su institución, sino a nivel departamental y regional. Porque también tienen otro don: el de la sensibilidad social. Son mujeres empáticas, cercanas, profundamente humanas. Profesionales comprometidas con su entorno, con su gente, con el futuro de La Guajira.
En tiempos donde aún se lucha por romper techos de cristal y por lograr mayor equidad en los espacios de poder, resulta inspirador ver cómo en nuestra propia tierra florecen mujeres que ya están haciendo historia desde la gestión pública. Mujeres que no piden permiso para brillar, que no necesitan exagerar su voz para ser escuchadas, porque hablan con hechos, con resultados, con carácter. Ojalá su ejemplo inspire a más jóvenes guajiras a soñar en grande, a prepararse y a liderar con amor por esta tierra. Porque cuando la belleza y la inteligencia se ponen al servicio del bien común, el futuro se vuelve mucho más esperanzador.
