
Riohacha necesita cerca de mil litros por segundo (lps) de agua potable para abastecer a todos sus habitantes y la infraestructura actual apenas capta 650 lps, y de ellos, más de 350 lps se pierden antes de llegar a los hogares. Dicho de otra forma, más de la mitad del agua tratada se esfuma en el camino. Es una cifra que duele, y que equivale a perder diariamente unos 3 mil carrotanques llenos.
Este déficit no es solo un problema técnico, es un síntoma de una crisis más profunda. Las sequías prolongadas, el crecimiento poblacional, la expansión urbana sin planificación y el uso irracional del recurso, tanto industrial como en los hogares, dibujan un panorama que no admite indiferencia.
En este contexto, Aqualia ha llegado a mover el tablero. No basta con “administrar” la escasez; se necesita una gestión que combine visión técnica, control riguroso de pérdidas y participación comunitaria. Y, hasta ahora, la hoja de ruta que presenta parece ir en esa dirección.
Entre las acciones más relevantes, la compañía planea optimizar la línea de conducción, regularizar las conexiones domiciliarias, renovar las ventosas, que son dispositivos que liberan aire atrapado en las tuberías para mejorar la presión y evitar daños, e instalar nuevas válvulas de purga para limpiar la red. También se estudia la captación de agua desde el río Ranchería y la instalación de sistemas de bombeo que fortalezcan tanto el norte como el sur del Distrito. A esto se suman operativos nocturnos para detectar fugas y eliminar conexiones ilegales, así como la instalación gratuita de medidores en los sectores 1 y 2, donde ya se han puesto en marcha cerca de mil equipos para un control más preciso del consumo.

Pero Aqualia no es un actor improvisado, es una empresa global con presencia local, que se adapta a las realidades y retos de cada territorio donde opera. En Colombia, su gestión ha sido reconocida con el Premio Andesco a la Sostenibilidad, además de certificaciones internacionales ISO 9001 en Gestión de la Calidad e ISO 45001 en Seguridad y Salud en el Trabajo, aval que no muchas empresas del sector pueden mostrar.
En Riohacha, la operación de Aqualia tiene rostro y acento propio. Al frente está Manuel Olivella, villanuevero que entiende el pulso de la región porque lo ha vivido, profesional muy capaz y quien ha venido dando excelentes resultados muy a pesar de todos los traumatismos que es de conocimiento público en el tema del agua en Riohacha. Muy técnico y con una aureola de honestidad mostrada y demostrada en sus funciones como gerente. En las comunicaciones, la voz la lleva Viviana Altahona Castro, vallenata que ha sabido traducir la estrategia empresarial en diálogo cercano y genuino con la gente, quien viene de la empresa privada de Cerrejón donde dejó huellas como una profesional competente y calificada. Me unen a ella lazos de amistad indelebles que mantengo a traves de muchos años. Conozco de su profesionalismo, de su capacidad intelectual, de su disciplina, de su probidad y honestidad. Ambos encarnan algo que pocas compañías logran: liderazgos locales que no solo administran un servicio, sino que leen el territorio, entienden sus códigos y construyen confianza donde más se necesita.

Nada de esto funciona si la gente no hace su parte, usar el agua de manera responsable, denunciar conexiones fraudulentas y respaldar las mejoras son pasos tan necesarios como las inversiones en infraestructura.
Aqualia no tiene una varita mágica, lo que sí tiene es experiencia, capacidad técnica y una estrategia que, si se sostiene en el tiempo y se apoya en el compromiso colectivo, podría empezar a cambiar la historia hídrica de Riohacha.
Porque, al final, el agua no solo es un servicio, es la base sobre la que se construye el desarrollo y el progreso de los territorios.