Edicion noviembre 23, 2024
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

A 35 años del asesinato de Galán, nada ha cambiado en el país

Al cumplirse 35 años de la muerte de Luis Carlos Galán, muerte orquestada por el narcotráfico, en cabeza del hombre del mal que tuvo Colombia, Pablo Escobar Gaviria y la política de los corruptos de cuello blanco; el País no olvida esa trágica noche del 18 de agosto de 1989 y que quedó entronizada por el horrendo crimen de la violencia que carcome a la Nación entera. Su cuerpo fue llevado al Capitolio Nacional, donde recibió honores de las autoridades y del pueblo; de la gente entrañable del Nuevo Liberalismo no estuvieron Maruja Pachón ni Alberto Villamizar, quienes no alcanzaron a regresar de su destierro en Yakarta. Un millón de personas salió a las calles, mientras el cotejo avanzaba hacia el Cementerio Central. A las tres de la tarde en el entierro, Juan Manuel, hoy exsenador de la República y director actual del movimiento que fundó su padre Nuevo Liberalismo, de diecisiete años, madurado en la escuela titánica de su padre y en los dolores, leyó un discurso de despedida: “Qué vida tan pura y transparente; qué honestidad única. El pueblo se levanta y pide justicia”. Todavía la justicia de ese día, no llega, para esclarecer quiénes estuvieron detrás del crimen. Galán sabía que lo iban a matar; el viernes 4 de agosto de 1989, cuando se dirigía a dictar una charla en la Universidad de Medellín, recibió la llamada de alerta del Comandante de la Policía de Antioquia, el Coronel Valdemar Franklin Quintero, quien también fue asesinado por el cartel de Medellín, por orden de Pablo Escobar Gaviria y tuvo el dirigente Liberal que salir de urgencia en un helicóptero que, desde el aeropuerto Olaya Herrera, lo condujo a Bogotá. Este hecho, y sobre todo, la escasa solidaridad de los líderes políticos de la época y los Partidos, deprimió a Galán, quien sintió que al País no le importaba su suerte, que estaba profundamente solo y, en alguna medida, condenado a su suerte. El 6 de agosto 1989 viajó a Venezuela junto con sus compañeros Santiago Medina (quien fuera en la campaña de Samper, tesorero y preso por el escándalo de los dineros recibidos en la campaña presidencial del cartel de Cali), Félix Moreno y Gustavo Gaviria. Los Venezolanos lo recibieron como a un jefe de Estado, en la Presidencia de Carlos Andrés Pérez; cuando le preguntaron sobre los riesgos que se cernían sobre su vida, respondió: A los hombres los pueden matar, pero a las ideas no, y al contrario, cuando matan a los hombres las ideas se fortalecen". Solo espero que Colombia sea consciente de cambiar, pero a 35 años de su muerte, el País continúa igual o peor. Hemos trabajado intensamente para cambiar el sistema, para crear un nuevo espacio, y si mi muerte logra conseguir ese cambio, entonces mi misión estará cumplida. Pero no, la muerte de Galán no ha cambiado nada, al contrario, la corrupción es más galopante, la violencia arrecia más, el narcotráfico está más presente y los políticos se retuercen más de odios. Quienes lo acompañaron a Venezuela, lo percibieron ensimismado. ¿Por qué tanto silencio? Le preguntaron. "Me van a matar. Mañana volvemos a Colombia y toca enfrentar la realidad". Les respondió Galán. El líder inmolado regresó desilusionado, porque Santiago Medina le había dicho en Caracas: "Usted tiene que ser presidente, la única persona que puede oponerse a eso es Pablo Escobar; hable con él. Yo me ofrezco a hacer los contactos". Galán lo sacó de la habitación. Galán no transaba con esos personajes para garantizar su llegada al poder, por eso los narcotraficantes, los políticos corruptos y los paramilitares eran sus enemigos declarados. Galán estaba asqueado de cuanto lo rodeaba, porque sabía – alcanzó a saber antes de su muerte – quiénes, en el mundo de la política, querían su muerte. Un detalle: el jefe de escolta de Luis Carlos Galán, Víctor Julio Cruz, quien le fue tan leal, fue cambiado sorpresivamente, por el DAS, por Jacobo Torregrosa. Ahí está parte del misterio de la muerte de Galán. 35 años del crimen y solo dos presos, el exdirigente Liberal Alberto Santofimio Botero y el exdirector del DAS, Miguel Maza Márquez. Si Galán sabía de los políticos que estaban detrás de su muerte, ¿Por qué la justicia ha sido tan pusilánime para esclarecer el homicidio y encerrar a los autores intelectuales que estuvieron detrás del magnicidio?

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A 35 años del asesinato de Galán, nada ha cambiado en el país

Columnista- Hernan Baquero Bracho
Columnista- Hernan Baquero Bracho

Al cumplirse 35 años de la muerte de Luis Carlos Galán, muerte orquestada  por el narcotráfico, en cabeza del hombre del mal que tuvo Colombia, Pablo Escobar Gaviria y la política de los corruptos de cuello blanco; el País no olvida esa trágica noche del 18 de agosto de 1989 y que quedó entronizada por el horrendo crimen de la violencia que carcome a la Nación entera. Su cuerpo fue llevado al Capitolio Nacional, donde recibió honores de las autoridades y del pueblo; de la gente entrañable del Nuevo Liberalismo no estuvieron Maruja Pachón ni Alberto Villamizar, quienes no alcanzaron a regresar de su  destierro en Yakarta. Un millón de personas salió a las calles, mientras el cotejo avanzaba hacia el Cementerio Central. A las tres de la tarde en el entierro, Juan Manuel, hoy exsenador de la República y director actual del movimiento que fundó su padre Nuevo Liberalismo, de diecisiete años, madurado en la escuela titánica de su padre y en los dolores, leyó un discurso de despedida: “Qué vida tan pura y transparente; qué honestidad única. El pueblo se levanta y pide justicia”. Todavía la justicia de ese día, no llega, para esclarecer quiénes estuvieron detrás del crimen.

Galán sabía que lo iban a matar; el viernes 4 de agosto de 1989, cuando se dirigía a dictar una charla en la Universidad de Medellín, recibió la llamada de alerta del Comandante de la Policía de  Antioquia, el Coronel Valdemar Franklin Quintero, quien también fue asesinado por el cartel de Medellín, por orden de Pablo Escobar Gaviria y tuvo el dirigente Liberal que salir de urgencia en un helicóptero que, desde el aeropuerto Olaya Herrera, lo condujo a Bogotá. Este hecho, y sobre todo, la escasa solidaridad de los líderes políticos de la época y los Partidos, deprimió a Galán, quien sintió que al País no le importaba su suerte, que estaba profundamente solo y, en alguna medida, condenado a su suerte.

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El 6 de agosto 1989 viajó a Venezuela junto con sus compañeros Santiago Medina (quien fuera en la campaña de Samper, tesorero y preso por el escándalo de los dineros recibidos en la campaña presidencial del cartel de Cali), Félix Moreno y Gustavo Gaviria. Los Venezolanos lo recibieron como a un jefe de Estado, en la Presidencia de Carlos Andrés Pérez; cuando le preguntaron sobre los riesgos que se cernían sobre su vida, respondió: A los hombres los pueden matar, pero a las ideas no, y al contrario, cuando matan a los hombres las ideas se fortalecen”. Solo espero que Colombia sea consciente de cambiar, pero a 35 años de su muerte, el País continúa igual o peor. Hemos trabajado intensamente para cambiar el sistema, para crear un nuevo espacio, y si mi muerte logra conseguir ese cambio, entonces mi misión estará cumplida. Pero no, la muerte de Galán no ha cambiado nada, al contrario, la corrupción es más galopante, la violencia arrecia más, el narcotráfico está más presente y los políticos se retuercen más de odios.

Quienes lo acompañaron a Venezuela, lo percibieron ensimismado. ¿Por qué tanto silencio? Le preguntaron. “Me van a matar. Mañana volvemos a Colombia y toca enfrentar la realidad”. Les respondió Galán. El líder inmolado regresó desilusionado, porque Santiago Medina le había dicho en Caracas: “Usted tiene que ser presidente, la única persona que puede oponerse a eso es Pablo Escobar; hable con él. Yo me ofrezco a hacer los contactos”. Galán lo sacó de la habitación. Galán no transaba con esos personajes para garantizar su llegada al poder, por eso los narcotraficantes, los políticos corruptos y los paramilitares eran sus enemigos declarados. Galán estaba asqueado de cuanto lo rodeaba, porque sabía – alcanzó a saber antes de su muerte – quiénes, en el mundo de la política, querían su muerte.

Un detalle: el jefe de escolta de Luis Carlos Galán, Víctor Julio Cruz, quien le fue tan leal, fue cambiado sorpresivamente, por el DAS, por Jacobo Torregrosa. Ahí está parte del misterio de la muerte de Galán. 35 años del crimen y solo dos presos, el exdirigente Liberal Alberto Santofimio Botero y el exdirector del DAS, Miguel Maza Márquez. Si Galán sabía de los políticos que estaban detrás de su muerte, ¿Por qué la justicia ha sido tan pusilánime para esclarecer el homicidio y encerrar a los autores intelectuales que estuvieron detrás del magnicidio?

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