Edicion septiembre 16, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

“Ni modo de robar a un muerto, mejor que descanse en paz”, dijo un ladrón honrado

Hacerse el muerto fue la decisión sin pensarlo que tomó el taxista y le resulto
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Columnista - Juan Rincón Vanegas
Columnista – Juan Rincón Vanegas

En los viajes constantes en taxi por Valledupar se encontró una historia de Macondo, donde lo que se percibe como real es tan extraño, increíble o surrealista resultando difícil de creer, pero ante todo primó el ingenio natural de un hombre modesto en medio del susto que no estaba incluido en el recorrido.

El taxista Jaime Díaz Pisciotti, protagonista del hecho, contó lo sucedido hace más de un año cuando la noche avanzaba y recorría las calles en busca de prestar sus servicios. Pasando por Cinco Esquinas, en el centro de la ciudad, una persona de aproximadamente 45 años, le llamó la atención al solicitar llevarlo al barrio Divino Niño. Aceptó y acordaron el precio de la carrera. Entonces, el pasajero se montó en la parte de atrás iniciándose el viaje.

Todo andaba bien entre diálogos cortos sobre distintos aspectos, mientras la música sonaba para ambientar el momento. Cuando estaban cerca del destino, el conductor sintió cuando le pusieron un revólver en la cabeza. El pasajero mandó a detener el vehículo y quedarse quieto. Enseguida vino la orden de entregar todo, pero cuando menos se esperaba el taxista cayó sobre el volante. “Me esmolongué”, fue la palabra que utilizó.

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“No sé cómo pensé eso porque corría el riesgo de recibir un tiro, pero la reacción del ladrón me sorprendió. Me sacudió y no reaccioné. Oye, oye, me decía. Al no responderle comentó que me había muerto. Exactamente, sus palabras fueron este man se murió, que vaina”. Aquellos instantes al taxista le parecieron eternos y no sabía en qué iba a terminar el suceso premeditado.

Hacerse el muerto fue la decisión sin pensarlo que tomó el taxista y le resulto
Hacerse el muerto fue la decisión sin pensarlo que tomó el taxista y le resulto

De un momento a otro el ladrón volvió a hablar. “Ni modo de robar a un muerto, mejor que descanse en paz”. De inmediato se bajó y cerró con fuerza la puerta del vehículo. Después, el taxista al notar que todo estaba en silencio levantó la cabeza lentamente mirando que no había nadie en la calle.

“Descansé. Le dí gracias a Dios por sacarme de esa mala hora y arranqué hasta llegar a mi casa, echándole el cuento a mi familia”. El taxista estando a salvo pensó en la reacción del ladrón que se comió el cuento del invento de su muerte, y sin derecho a recibir todavía el descanso eterno.

Teniendo los recuerdos en la primera fila de su memoria, contó que ese día había hecho poca plata y estaba a punto de irse para la casa, pero le salió la carrera que nunca hubiera querido hacer. “El ladrón me pareció sincero al contarme que estaba en tratamiento para la hipertensión y buscando trabajo porque la vaina estaba fea”, señaló el taxista.

Desde aquel día el conductor Jaime Díaz Pisciotti, no hace carreras a lugares lejanos, teniendo más cuidado. Poco trabaja de noche porque el peligro está por todos lados, y más en estos tiempos, pero es mejor irse por otra vía para evitar sustos inesperados. Además, un poeta de esos soñadores eternos, relató. “La muerte es una vieja historia y, sin embargo, siempre resulta nueva para alguien”.

Lo que él nunca pensó fue prestarle el servicio a un cronista que pudo calcar al pie de la letra su historia macondiana, donde dentro de un taxi suceden cosas que no andan de boca en boca, sino entre ruedas. Finalmente, el taxista manifestó que nunca espera repetir este inesperado drama provinciano que esa vez le salió bien salvando su vida.

Un susto inesperado vivió en Valledupar el taxista Jaime Díaz
Un susto inesperado vivió en Valledupar el taxista Jaime Díaz

Eso sí, lo único que no deja de escuchar en su vehículo es música vallenata porque le alegra el recorrido diario, especialmente las canciones de Diomedes Díaz, y sus dichos inolvidables. “No es que uno se muera, sino lo que dura muerto”. De igual manera, todas las mañanas al salir a trabajar se encomienda a Dios para que todo le salga bien y no tenga ningún percance. De igual manera, señaló que era nacido en El Banco, Magdalena, donde una piragua navegaba por el rio Cesar, directo a las playas de amor en Chimichagua.

De esta manera han surgido muchas narraciones de tradición oral que se han popularizado y extendido por todo el territorio costeño. Ellas, se conectan con enseñanzas que ayudan a entender la sicología social que aparece en cualquier esquina, y no en Cinco esquinas de Valledupar, como en esa ocasión cuando un taxista se hizo el muerto, para no ser carnada de un ladrón que con él tuvo compasión.

Sin que se detuviera la narración en el viaje apareció el escritor Gabriel García Márquez, quien decía que esas historias no eran mentiras, sino más cotidianas de lo que se piensa. Tenía razón cuando contó en su libro Cien años de soledad, el siguiente hecho. “Remedios la Bella salió volando para el cielo entre el viento de las cuatro de la tarde que azotaba las sábanas colgadas en el patio”. Ella nunca volvió, pero el taxista si resucitó para no estar huyendo en los silencios oscuros donde las sombras se entierran y el olvido no pasa a lista.

Al final el taxista hizo una recomendación valedera. “Ojalá la crónica le robe una sonrisa a todos los que la lean”. Quedó el compromiso.

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