
Las loterías y los juegos de azar son el impuesto que pagan los pobres al sueño de una riqueza rápida, con un golpe de suerte. Si bien la esperanza de mejorar la vida mediante la lotería, el chance o el Baloto es legítima, el reciente escándalo generado por un premio de la Lotería de Medellín, ganado por la esposa de un subgerente, ha sembrado serias dudas sobre la transparencia de estos juegos.
En un artículo de mi autoría, titulado “El veto a los números Diomedistas”, publicado en diciembre de 2022, me referí al procedimiento ilegal de las empresas de chance que bloquean números apostados masivamente por el público, asociados a fechas o eventos especiales. Esto sugiere una posible manipulación del juego.
El presunto fraude en la Lotería de Medellín ocurrió en el sorteo No. 4788. Luisa Jaramillo, esposa del subgerente comercial de esa entidad, obtuvo un premio de mil millones de pesos. Sin embargo, se sospecha que no se debió a la suerte, sino a la manipulación del sorteo para favorecer el número que presuntamente había adquirido. Los directivos de la Beneficencia de Antioquia, únicos con la capacidad de controlar e influir en el resultado del sorteo, son los principales sospechosos del hecho.
El público, en protesta, no debería comprar más lotería mientras las autoridades no aclaren lo ocurrido con la de Medellín. Hay dudas sobre la transparencia del sorteo 4788, y todo es más sospechoso porque el premio fue pagado, pero no aparece la fracción ganadora del billete, así como por la renuncia del esposo de la supuesta ganadora.
Las loterías y juegos de azar actuales aplican tecnologías modernas en sus sistemas de venta, que se realizan en línea, y el sorteo es automatizado. El fraude es más fácil de cometer, según un ingeniero de sistemas que consulté, quien me comentó al respecto lo siguiente:
“Las loterías son una estafa legalizada. Lo que pasó con la Lotería de Medellín no es nuevo; eso es más viejo que Matusalén. Las loterías costeñas quebraron porque sus gerentes se ganaban varias veces el premio mayor, utilizando a terceros. Todas las loterías, chance y Baloto son manipulables, y es fácil. Así funciona la maniobra:
Estos juegos permiten saber, en tiempo real, al momento de la apuesta o compra del boleto, las combinaciones numéricas apostadas; y en el acto esos números son capturados por un programa de computador (software) de alta precisión, que los clasifica y solo entran a jugar en el sorteo las combinaciones no jugadas. Los números comprados (conocidos de antemano) no entran a jugar en el sorteo; es decir, el sistema los excluye automáticamente. Es por lo que no hay ganador porque no sale ninguna de las combinaciones apostadas.
En el interregno de tiempo (2 horas antes) entre el cierre de ventas y el sorteo hacen los ajustes necesarios para que no salga ninguna de las combinaciones numéricas jugadas. De vez en cuando permiten ganadores con bajos premios para no matar la gallina de los huevos de oro.”

Antes, las loterías jugaban apenas con cuatro números, gozaban de mayor popularidad y credibilidad, con ganadores frecuentes en cada departamento. Sin embargo, la confianza se quebró tras los rumores de fraude por parte de los gerentes, llevando a la quiebra de numerosas loterías, especialmente las de la costa. Las más grandes sobrevivieron, implementando posteriormente sistemas de series con premios más atractivos, pero con menores probabilidades de acierto. Paralelamente, el chance experimentó un auge significativo, convirtiéndose en el juego de azar más popular, especialmente entre las clases más desfavorecidas, quienes ven en su baja inversión la posibilidad de obtener un premio que, si bien no los saca de pobres, sí les proporciona una ayuda económica considerable.
Así como el acceso a la pensión se dificulta cada día más por el aumento de la edad o el tiempo de cotización requerido, ganar la lotería se vuelve cada vez más improbable a medida que aumenta el número de cifras a acertar. Si antes era difícil ganar con cuatro números, ahora, con siete (incluida la serie), las probabilidades son mucho menores; y con doce números, como en el Baloto, el premio mayor resulta prácticamente inalcanzable. A pesar de ello, la gente sigue jugando, alimentada por la esperanza. Con las loterías, como con los casinos, se sabe que los únicos que ganan son los dueños.
Lo mejor es no comprar lotería ni juegos de azar; son fábricas de ilusiones que le sacan fácil el dinero del bolsillo a la gente que sueña con ser rica sin mayor esfuerzo. La vida nos enseña que nada es gratis y que todo cuesta esfuerzo. Mi abuelita, que era sabia, me decía que solo había tres formas de ser rico: la ilegalidad, una herencia o casarse con una vieja millonaria. Sigan soñando.