
31. “Predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimentos”.
Hechos 28.
Podemos ir a donde están las almas o traerlas para anunciar el evangelio. Pablo, prisionero con arresto domiciliario, no puede salir de la casa, pero sí puede anunciar día y noche el reino de Dios a todos los que vienen a verle. El propósito de nuestra existencia es anunciar a Jesús. Algunos judíos reaccionan con fe al mensaje de Pablo, pero otros lo rechazan aferrándose a sus tradiciones y al sentimiento de superioridad por ser el pueblo escogido.
El apóstol cita las palabras de Isaias para proclamar que la salvación que estuvo disponible primeramente para los judíos será para los gentiles. Ni siquiera su prisión pudo privar a Pablo de predicar el evangelio, porque la evangelización no depende de las circunstancias, sino de la pasión y de la determinación del evangelio.
Aunque está preso, Pablo es utilizado para el avance del evangelio por la gracia y la providencia especial de Dios. Como ciudadano romano, tiene derecho a permanecer bajo arresto domiciliario hasta el juicio, lo cual le da amplia libertad para predicar el evangelio a todos los que le visiten. Por dos años, él anuncia el reino de Dios y a Jesucristo con pasión.

Es en este período que escribe las epístolas carcelarias: Efesios, Filipenses, Colosenses y Filemón. Gracias a la predicación del evangelio en estos tiempos, siglos más tarde, el Imperio romano dotará de libertad a los cristianos. A nosotros nos ha sido encomendada la comisión de llevar el evangelio hasta los confines de la tierra, seamos entonces los protagonistas de un nuevo capítulo del libro de los Hechos.
El núcleo del evangelio es dar testimonio del reino de Dios y de Jesucristo. Pablo les dice a los judíos que ellos no creen en el evangelio porque sus corazones se han engrosado, oyen pesadamente y sus ojos se han cerrado. No obstante, para quien predica el evangelio no debe parecerle extraño que no crean en este, ya que todo depende de la gracia de Dios.
Por lo tanto, nosotros debemos continuar predicando el evangelio, oigan o no. De este modo, las semillas del evangelio que plantaron Pablo y los fieles de la iglesia primitiva fueron creciendo y se expandieron de Roma hasta llegar a nosotros el día de hoy. Así, el deber de todo cristiano es ser testigo del evangelio hasta el fin del mundo.
Debemos proclamar sin cesar el reino de Dios y Su evangelio hasta el día que el Señor regrese. Dios les guarde.