Edicion agosto 21, 2025
CUBRIMOS TODA LA GUAJIRA

La Guajira, 60 años: de la resistencia a la reinvención

Publicidad

Comparte

Columnista - Adaulfo Manjarrés Mejía
Columnista – Adaulfo Manjarrés Mejía

Como una inocentada al país, un 28 de diciembre de 1963 se alzaron las banderas de la independencia de La Guajira mediante el acto legislativo No. 01, pero no fue hasta 1965 que alcanzó su mayoría de edad como departamento, desde allí ha resistido el olvido, la indiferencia bien vestida, las decisiones ajenas que marcaron su destino en tinta sin preguntarle nada.

La Guajira es un crisol de identidades donde el sol calienta múltiples lenguas, tradiciones y maneras de ver el mundo. En sus calles y rancherías conviven los wayuu, con su cultura ancestral tejida en mochilas y relatos; los afrodescendientes, que trajeron el ritmo y la resistencia de sus raíces; los mestizos, que han tejido sus propios caminos entre orígenes diversos; y los árabes, que llegaron con comercio y dejaron huella en su gastronomía y economía. Aquí, el mar habla, el viento responde y la tierra guarda secretos que solo los suyos saben interpretar. Cada grupo ha aportado su esencia, su fuerza, su carácter, haciendo que La Guajira no sea solo un territorio, sino una historia colectiva que se sigue escribiendo con cada generación.

Este lugar es  más que un departamento, es un universo propio, donde la geografía dicta las reglas, pero la gente y la cultura se encargan de escribir la historia. Cada rincón tiene un ritmo distinto, cada paisaje tiene un carácter que desafía lo convencional. Aquí, el mar no solo baña la costa, sino la identidad de sus habitantes; el desierto no es solo arena, es resistencia convertida en territorio. Las montañas del sur miran con orgullo el verde que las cubre, mientras los valles se extienden como escenarios para un futuro que aún espera su oportunidad. La Guajira no es estática, es un movimiento constante, una fuerza que se renueva con cada generación que decide que su tierra no es solo un lugar donde vivir, sino un legado que merece ser defendido y transformado.

Publicidad

Sin embargo, esta tierra por años, ha visto zarpar sus riquezas en buques cargueros o transportar en tubos los gases que mueven economías en otros lugares; mientras las promesas se quedaron en tierra, sin puerto donde anclar o plataforma donde extraer.

Políticamente la península cumple 60 años de ser departamento, seis décadas en los que el viento no solo ha movido la arena, sino también las promesas, los intentos y los olvidos. Esta tierra, además de su inmensidad, tiene la capacidad de recordar lo que merece y de dejar atrás lo que no le sirve, por eso ya es hora de dejar de resistir, porque si algo ha enseñado la historia, es que incluso lo que parece inmutable necesita renovarse para seguir existiendo. Ahora toca reinventarse, toca ser quien decide su propio rumbo. Porque resistir es esperar que algo cambie y aquí no se trata de esperar, sino de hacer porque en esta tierra lo sobra es potencial.

La Guajira es una tierra de contrastes que se entrelazan para abrir caminos al futuro. El desierto, lejos de ser un límite, es una promesa, un lienzo de oportunidades donde la energía solar y el ecoturismo pueden florecer. El Caribe abre sus puertas al comercio y al mundo, con puertos estratégicos que pueden ser el eje de conexión para nuevas rutas marítimas. La frontera con Venezuela, más que una línea divisoria, es un puente natural, una posibilidad de intercambio cultural y económico que, bien gestionada, puede fortalecer ambas tierras. Al sur, la frescura y el verdor de la provincia y las montañas de Dibulla rompen con la imagen árida y muestran la riqueza de los pisos térmicos, donde la agricultura y la biodiversidad encuentran su espacio. El turismo, con paisajes que van del desierto al bosque, puede consolidarse como un destino diverso, mientras que la gastronomía, con la sazón wayuu, los frutos del mar y la tradición del fogón, es un deleite que pocos han aprovechado como industria. Y el folclor, ese que late en cada acorde de acordeón y en cada tejido de manos artesanas, es una marca de identidad que debe ser exportada, no solo admirada. La Guajira no es solo un territorio, es un mundo completo esperando ser explorado.

Hace años, en la terminal de transportes de Maicao, un niño veía los buses que llegaban y partían. Los miraba con la inocencia de quien aún no entiende que todo lo que ve es un negocio para alguien más. Un conductor, con rostro y acento del interior del país, le dijo sin mucha ceremonia: “Si no subes a uno de estos buses, siempre serás el que lo despide.”

Ese niño creció, y entendió que esa frase era más grande que el lugar donde la escuchó. Porque eso ha sido La Guajira muchas veces: la que despide oportunidades, la que observa cómo otros deciden su destino, la que ve llevarse sus riquezas sin tener claro a dónde van.

El potencial no está en el futuro, está en lo que sus propios habitantes pueden hacer hoy. Esa es la tarea que tenemos todos, hablar desde lo positivo del departamento, es menester persuadir a sus habitantes y recordarles que la reinvención de esa tierra no es un acto de alquimia. Es acción constante y allí es obligatorio que pase si quiere sobrevivir al futuro. Toca tomar el control y hacerlo sin miedo.

Turismo, gastronomía, agricultura, folclor, puertos. Cinco pilares que han estado ahí siempre, esperando que alguien los mueva con visión. Porque no es solo tenerlo todo, es aprender a manejarlo. No es solo ver oportunidades, es entender cómo hacerlas realidad. No es solo querer un cambio, es saber cómo construirlo. Pero todo esto no es mágico, no es discurso vacío pues solamente se puede lograr con educación.

Si se quiere tomar un nuevo rumbo, tiene que hacerlo desde el conocimiento, desde la preparación de sus jóvenes, desde la inversión en mentes que entiendan su historia y la transformen en futuro; porque no basta con admirar las riquezas naturales, hay que administrarlas. No basta con contar la historia, hay que escribir el siguiente capítulo. No basta con decir que hay potencial, hay que explotarlo de manera inteligente.

Porque si La Guajira tiene playas que parecen de otro planeta, ¿por qué no convertirlas en un destino de nivel mundial? Porque si la tierra puede dar frutos, ¿por qué no aprovechar técnicas que hagan posible que el desierto se vuelva productivo o que en el sur (la provincia de padilla) se haga la despensa de toda la región? Porque si el talento cultural y gastronómico es ilimitado, como lo hizo Perú ¿por qué no estructurarlo como una industria que no solo emocione sino que sostenga familias enteras ? Porque si hay puertos estratégicos, ¿por qué no hacer que sean el punto de conexión de todo el Caribe?

Que nadie venga a decir que La Guajira no tiene cómo, porque si algo han demostrado sus habitantes es que tienen coraje, orgullo y visión. Solo falta encender la chispa. Y que esta vez, el fuego no se apague. Esa es la Guajira que debe venir ahora. La despierta. La que no espera que el barco regrese, sino que se monta en él. La que no aguarda cambios, sino que los provoca.

Se acabó la resistencia.

Publicidad

úLTIMAS NOTICIAS

Noticias Más Leídas

Publicidad
Publicidad