
Aquella no fue una mañana cualquiera como se cuenta en una de sus canciones, sino la del nacimiento del maestro Leandro José Díaz Duarte, el hombre que visionó desde su memoria el entorno que le correspondió, sabiendo componer bellas canciones adornadas con licencias poéticas.
El silencio era su gran compañero. Para pensar no estaba ocupado teniendo la soledad como su fiel compañía, pudiendo sacar una real conclusión. “Vivo rodeado del silencio y eso me agrada porque puedo recorrer mi pensamiento con total calma”.
Su apertura al diálogo fue esencial para contar de todo un poco, desde la dimensión de su grandeza. Muy bien lo indicó. “Si Dios no me puso ojos en la cara, fue porque se demoró lo necesario para ponérmelos en el alma”.
De igual manera, sobre las expresiones naturales de sus canciones, comentó que las pensaba mucho antes de quedar viviendo en su memoria e hizo un repaso por aquella sensibilidad inocultable. La misma causante de llamarlo poeta ciego del vallenato. También, recalcó sobre la canción pegada a su corazón. ‘A mí no me consuela nadie’, aunque a nivel de aceptación están ‘Matilde Lina’ y ‘La diosa coronada’.

Con esas y otras canciones traspasó fronteras y hasta el Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, lo incluyó en el epígrafe de su libro, ‘El amor en los tiempos del cólera’. “En adelanto van estos lugares, ya tienen su diosa coronada”.
El maestro Leandro Díaz, trajo a colación la historia de la canción ‘El negativo’, anotando. “Esa la hice porque a las parrandas que asistía me prometían infinidad de cosas, pero pasaba el tiempo y no aparecían. Entonces, con nombre propio los mencioné, pero ni así cumplieron. Eso me sirvió para que otros me dieran el doble de lo que reclamaba en mi canto. Me fue tan bien que hasta me regalaron casa y carro, pasando de negativo a positivo”.
Seguidamente de manera clara hizo énfasis en una de sus frases. “Mientras más lento se piensa, más rápido se triunfa. Esa frase no es de las que llaman filosóficas, sino que puntualmente en mí se ha cumplido. Salí de mi humilde caserío (Altopino) y he viajado por muchas partes llevando mis cantos”.
El maestro Leandro, en aquella ocasión también le abrió paso a distintos conceptos sobre el amor. “Si las mujeres no existieran el corazón de los hombres no tuviera oficio”. Enseguida sacó de prisa otro concepto que tenía moldeado. “A las mujeres siempre las he exaltado hasta cuando me pagaban mal, como aquella famosa gordita que la castigué cantando, porque no podía maldecirla, debido a que era un acto de cobardía”.
Continuó con la palabra y entregó más reflexiones sinceras. “El dinero acabó con el sentimiento. Ya la poesía, las flores, los cantos y los detalles pasaron a segundo plano, sin pensar que lo bello de enamorar tiene su encanto”.

De un momento a otro apareció su hijo Ivo Luis Díaz Ramos, y se acabó el tiempo de resucitar más añoranzas donde sus canciones aparecen en largos trayectos llenos de nostalgias, sufrimientos y de amores de esos que siempre llenaban las partes vacías del corazón. El maestro antes de despedirse hizo una referencia con mucho orgullo. “Ivo me pone a cantar para robarle lágrimas y sonrisas a la gente”.
Esa mañana cayó completa al recibir el despliegue de talento, humildad y cordialidad de Leandro Díaz, el compositor que por muchos años se dedicó a cultivar versos de todas sus experiencias. El mismo que puso a sonreír su vida en medio de las dificultades y soledades que lo acompañaron desde niño. Todo sucedió en Bogotá el viernes 11 de marzo de 2011.
Canto para Leandro
En ese recorrido el cantautor Ivo Luis Díaz, decidió hacer la canción que su corazón le dictó. No era una tarea fácil porque se trataba del deseo bordado con el hilo del sentimiento, y además encerrado en el amor hacía su padre, a quien definió como un hombre lleno de virtudes y con un corazón inmenso. “Hablaba lo justo y no gastaba sus palabras”.
Un día amaneció acostado al lado de la inspiración y no había obstáculo a su alrededor. Se sentó, pensó, escribió, cantó y en el cierre estaba decirle a su papá que le iba a entregar sus ojos y de recompensa quería que le regalara su alma. Ese cambio era una luz en medio de la oscuridad y los secretos del alma de un hombre que nació con la alegría de un carnaval, teniendo como epicentro un bello paisaje natural.

Ivo aceptó contar esa experiencia de componer una canción que lo transportaba a ese momento glorioso de su vida, donde la alegría se mecía con la melancolía pareciendo hermanas. Después de concluir su obra maestra vino una parte esencial, el título. Demoró varios minutos y después de un recorrido por los versos, concluyó que el ideal era ‘Dame tu alma’.
“Mi canción fue la ganadora en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 1993. La hice para homenajear la vida y obra de mi padre. Es la acumulación de todo lo que viví a su lado. Ser su hijo, su amigo, su compañero y su confidente, me llevó a entrar más en su vida”, dijo Ivo, quien todo lo resumió en una frase. “Permanecer a su lado me llevó a estar como cuando la sombra se mete lentamente a las aguas del río”.
De esta dimensión era Leandro Díaz, el hombre que nació el lunes 20 de febrero de 1928 y se despidió de la vida el sábado 22 de junio de 2013, dejando pegados bellos cantos en el sentimiento de todos, debido a que los sacaba por arte de magia desde el fondo de su alma. En fin, él quedó enmarcado en los recuerdos que son guiados por la brújula del tiempo.