Edicion noviembre 15, 2024

Alejo Durán le puso oficio a su ‘Pedazo de acordeón’, donde tenía su corazón

El Rey Vallenato Alejo Durán, siempre lució con orgullo su 'Pedazo de acordeón'

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Alejo Durán le puso oficio a su ‘Pedazo de acordeón’, donde tenía su corazón

Hace 35 años, 15 de noviembre de 1989, murió en Montería, Córdoba, el primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata, quien con su pedazo de acordeón escribió la más amplia historia, partiendo de su tierra El Paso, Cesar, hasta quedarse en Planeta, Rica, Córdoba. De esta manera, supo regalar las más grandes alegrías cantadas que han perdurado con el paso del tiempo, al dejar su sello con un “¡Apa, Oa, Sabroso!”.

Alejo quedó inmortalizado a través de toda su gesta musical, la cual arrancó al coronarse como el primer Rey Vallenato en el año 1968, teniendo en su pecho aquel famoso ‘Pedazo de acordeón’, a la que le hizo una canción en aire de puya. “Este pedazo de acordeón en donde tengo el alma mía, ahí tengo mi corazón y parte de mi alegría”.

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Para corroborar lo anterior Consuelo Araujonoguera, señaló. “Cuando Alejo Durán se subió a la tarima, al lado del amplio rectángulo de la plaza Alfonso López, fue cuando tuvimos la noción exacta de que el Festival de la Leyenda Vallenata había comenzado, y comenzado bien. Dos noches después, en la gran final, ’La cachucha bacana’, ‘Elvirita’, ‘Alicia adorada’ y ‘Pedazo de acordeón’, fueron apenas la notificación musical de la apoteosis colectiva que desde entonces lo consagró para siempre en el afecto y devoción de la gente”.

‘La Cacica’, finalizó diciendo. “Alejo Durán y el Festival de la Leyenda Vallenata formaron una simbiosis perfecta, un dúo sentimental, una relación tan profunda y certera que no se puede analizar el uno sin el otro, ni referirse a la persona sin hacer mención obligada del certamen”.

El Rey Vallenato Alejo Durán, siempre lució con orgullo su 'Pedazo de acordeón'
El Rey Vallenato Alejo Durán, siempre lució con orgullo su ‘Pedazo de acordeón’

Alejo Durán siempre supo darle oficio a su ‘Pedazo de acordeón’ que hasta compuso una canción para enseñar la manera de ejecutarla. “Pa’ sabé tocá acordeón, hay que tener mucho cuidado, una buena ejecución y sabé golpear los bajos. Hombe, para cuando toque un son le salga bien acompasado. Sino, más no es tocar pitos y formar la algarabía, para qué tanto registro, si fluye la melodía. Oye, yo me la paso es tocando, no es para que me den la fama. Yo no toco con la fama, toco es con el alma”.

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El día que Alejo se equivocó

El hombre que era magdalense de nacimiento, cesarense por decreto y cordobés de corazón, regaló el mayor ejemplo de honradez la noche del viernes primero de mayo de 1987 en la plaza Alfonso López de Valledupar, en la final del primer concurso Rey de Reyes del Festival de la Leyenda Vallenata, cuando interpretaba su célebre puya ‘Pedazo de acordeón’.

Cuando el público lo aplaudía silenció de repente su acordeón y tomando el micrófono con su voz fuerte, hizo la declaración que nadie esperaba: “Pueblo, me he acabado de descalificar yo mismo”. Ante sus palabras, el jurado que integraban Lorenzo Miguel Morales Herrera, Gustavo Gutiérrez Cabello, Ovidio Granados Melo, Hugues Martínez Sarmiento y Armando Zabaleta Guevara, le permitió volver a ejecutar su canción.

El compositor Andrés Emilio Beleño, le hizo una canción al monumento en homenaje a Alejo Durán
El compositor Andrés Emilio Beleño, le hizo una canción al monumento en homenaje a Alejo Durán

Precisamente, el cantautor Gustavo Gutiérrez Cabello, quien ofició como jurado, indicó. “Esa vez me sorprendió la sinceridad de Alejo, porque eso fue casi imperceptible. No sé si fue por demasiado rigor por cumplir las normas del festival, pero con los compañeros del jurado le pedimos que siguiera haciendo la interpretación, asunto que rechazó al principio, después aceptó y terminó aplaudido”.

De Alejo no tiene nada

Entre los hechos alrededor de Alejo Durán, está el sucedido el sábado 30 de noviembre de 1991 cuando en Valledupar el alcalde Aníbal Martínez Zuleta, inauguró el monumento ‘Pedazo de acordeón’, siendo todo un acontecimiento por esa obra abstraccionista en hierro templado del escultor bogotano Gabriel Beltrán Castiblanco, que está ubicado en la glorieta de la carrera novena con calle 19. El monumento tiene 10 metros de largo, seis metros de ancho y siete metros de alto, con un peso de ocho toneladas y tuvo un costo de 15 millones de pesos.

En aquella ocasión uno de los visitantes fue el compositor y verseador Andrés Emilio Beleño Paba, quien pensó encontrar algo parecido a lo que se narra en la canción. Se extrañó de la obra diferente y en pocos días hizo una canción llamada ‘El monumento’ donde dijo que de Alejo Durán, no tenía nada.

En algunos de los versos de la canción se narra. “A Alejo, le han hecho mil homenajes a su acordeón, le han hecho miles escritos que son correctos, y el Valle también le levantó un monumento, que solamente ha servido de confusión. Porque parece una combinada con las llantas para arriba, porque parece una olla volteada debajo de una parrilla. Y no tiene nada de tanto que fue el maestro, no tiene nada, vaya mire el monumento. De Alejo no tiene nada. De Alejo no hay ni el reflejo”.

Monumento 'Pedazo de Acordeón' en homenaje a Alejo Durán que se instaló en Valledupar en el año 1991
Monumento ‘Pedazo de Acordeón’ en homenaje a Alejo Durán que se instaló en Valledupar en el año 1991

La canción causó jocosidad y quedó como muestra de la inventiva de este  compositor, cantante  y verseador nacido en Chiriguaná, Cesar, que supo guiar al folclor por el camino de la autenticidad y manera carismática de ser.

Pidió un favor

‘El negro Alejo’, con su ‘Pedazo de acordeón’, se la pasó toda su vida tocando esa nota donde los bajos fueron su compañía ideal, y como lo anotó su hermano Náfer Durán. “Alejo no era rápido, pero sí muy inteligente. Yo diría demasiado natural y tenía un carisma que se llevaba a cualquiera, así como hacen los toros en la corraleja”.

En su canción ‘Pedazo de acordeón’ dejó sentado su amor por el bendito instrumento, pero también pidió un favor. “Muchachos si yo me muero les vengo a pedir el favor. Ay, me llevan al cementerio este pedazo de acordeón”. No le hicieron el favor, pero quedó el fiel ejemplo del hijo de Náfer Donato Durán Mojica y Juana Francisca Díaz Villarreal, quien tuvo el ímpetu de su acordeón, el peso de su melodía, su voz ronca, su inseparable sombrero vueltiao, la nobleza de su sonrisa y la sencillez de su personalidad.

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