EL DIOS DE ISRAEL
28. Entonces el hombre dijo: “Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido”. Génesis 32.
Cuando reconocemos que no tenemos fuerzas y nos aferramos a Dios, aprendemos a depender del poder espiritual. Jacob hace pasar a su familia y el ganado al otro lado del rio. Él permaneció solo, luchando con Dios. Al alba, Dios toca el encaje de su muslo para detenerlo. Pero, Jacob no suelta a Dios a pesar del dolor, porque no quiere vivir sin Su bendición. El poder espiritual es una fuerza que anhela la presencia de Dios aunque arriesga la vida.
Dios le da a Jacob un nombre nuevo: Israel. Así, le reconoce que ha pasado de ser un materialista, engañador, a un ser espiritual, que busca y anhela de todo corazón la presencia de Dios. Este Jacob, que ha sido transformado en una persona espiritual, es Israel, el pueblo de Dios.
Cuando tenemos un encuentro con Dios, los problemas dejan de ser problemas. El corazón de Jacob estaba devastado ante la posibilidad de ser muerto por Esaú, pero es restaurado por Dios, luego de haber luchado. El haber sobrevivido luego de ver el rostro de Dios, siendo pecador, fue como una promesa divina de que estará seguro en el encuentro con Esaú.
Jacob llama a ese lugar Peniel para nunca olvidar la gracia de haber visto el rostro de Dios. Aunque su muslo ha sido herido y camina cojeando, se siente lleno de vida. Ha sido librado de una carga que lo oprimía por mucho tiempo. Dios es la luz de salvación para todo afligido en tinieblas.
Jacob se había quedado con el derecho de otro, engañando a la vista y usando las debilidades de otro. Lo que obtuvo como resultado fue temor y amargura. Dios se acerca a Jacob, que está lleno de frustraciones y limitaciones, y lucha con él. Finalmente, Jacob reconoce que si Dios no lo bendice, él solo, no es nada. Dios le pregunta a Jacob su nombre, como si preguntara: ¿Qué tipo de vida has vivido hasta aquí?. A Jacob, que ha vivido agarrándose de todo, Dios le da un nombre nuevo: Israel que es un soldado de Dios.
Dios continúa luchando con nosotros, hasta que reconocemos y confesamos ser pecadores como Jacob. Cuando nos rendimos ante Dios, somos transformados en personas nuevas. Dios se le aparece a Jacob, que se preocupaba por sus limitaciones, y lo transforma en Su gran siervo Israel. Él es el Dios de Israel; Él es el Dios de nosotros. Dios les guarde.