Rosendo Romero… entre la romanza y las navidades
“Llegó a mi mente la canción que fue primera que, bien recuerdo, la compuse una mañana y se la hice a una muchacha de mi barrio; y así me fui acostumbrando a cantarle a lo que amaba, pero fue triste, mi canción no era excelente, aunque sincera, nadie la quería escuchar. Me atormentaba, pero le juré a la gente que a miles de corazones yo tenía que llegar”.
Si le torcemos el pescuezo al Almanaque Pintoresco de Bristol, al llegar a la página donde se encuentra el mes de octubre, el corazón se comienza a arrugar; el aroma de la cercana Navidad es ineludible sentirlo en el ambiente. Los empresarios planean ya sus estrategias de producción y ventas, los consumidores hacemos cálculos financieros para decidir en qué se va a gastar la plática, y los ladrones ya están viajando más que la perrita de Copetran. Se están desplazando de una ciudad a otra, tomando posiciones para comenzar “su trabajo”, porque son los primeros que se preparan para esperar la temporada navideña como Dios manda. Los engañadores, los tramposos, triquiñueleros y encantadores de serpientes, que son “NINI” porque ni estudian ni trabajan pero les gusta vestir bien, tomar finos licores y andar montados en Prado Gris, ya están en lo suyo buscando a quién dedicarle la canción que canta Diomedes: “La enganchá”.
También este cuerpecito que habrán de comerse los gusanos de Monguí, con mi apellido de secuestrable y patrimonio de secuestrador, está planeando con el propósito de disfrutar a plenitud la época del año que más me agrada y evoca, junto con la Semana Santa, mis más hermosos recuerdos de aquel tiempo cuando la falda de Opal, Popelina, Cotton, Gloria o Dacrón de mi vieja me cubría de la brisita fría durante las noches plenilunares decembrinas, mientras escuchábamos las vespertinas historias que contaba nuestro abuelo.
Al pensar en la Navidad, vino a mi mente Rosendo Romero Ospino, el dueño de las Romanzas Letras, el gran letrista que, por su natural habilidad de colocar rima y melodía a lo que le dice su corazón, es hoy y será por siempre grande entre los grandes compositores de la música vallenata tradicional. Por lo mismo, vino a mi mente el aparte transcrito de su supina confesión en la canción titulada “Mi primera canción”, que Los Betos Villa y Zabaleta tuvieron el acierto de incluir en su producción musical “Orgullo Guajiro”, lanzada en 1980. Su catálogo como autor de muy hermosas canciones es su carta de presentación: no le ha copiado nada a nadie y tampoco lo necesita. Ha sido coherente en lo que dice, lo que compone y lo que canta, motivos suficientes para que ocupe un lugar especial en la mente del vallenato agradecido por su aporte a la salvaguardia, vocación de permanencia y recurrencia radial de la música más representativa de Colombia.
No hay duda: prueba de su humildad, sensibilidad y espiritualidad son sus canciones a las fiestas de la natividad. Él es, con Rafa Manjarrez para el vallenato de Navidad, lo que Aníbal Velázquez y Gilberto Torres son para la guaracha, el jalaito y el paseaíto.
Si descendemos retrospectivamente en el registro de las canciones que se han grabado en el vallenato dedicadas a la época más linda del año, hay que colocar en los primeros lugares las canciones que para ese tiempo de reencuentros y reconciliación le ha regalado a la humanidad El Poeta de Villanueva. Son canciones en las cuales, con pericia heredada de sus antecesores generacionales, da cuenta de unas narraciones exquisitas, sublimes y de profundas connotaciones espirituales, con elementos coloquiales y citadinos, lo que hace de sus creaciones unas obras musicales dignas de ser conocidas, interpretadas y recordadas.
Son muchas las canciones de Navidad que se han grabado por los intérpretes más representativos de la música vallenata; todas tienen su encanto, pero esta vez nos referiremos preliminarmente a las de autoría de Rosendo. Comenzamos con “Mensaje de Navidad”, que le grabaron Diomedes Díaz y Nicolás Elías “Colacho” Mendoza, incluida en el LP “Para mi fanaticada” en 1980. En ella, describe con dejo lastimero y sutil la sensación de abandono, abatimiento y nostalgia que embriagan de recuerdos y de añoranzas a aquellos que, por razones de oficio, usos y/o costumbres, deben quedarse a pasar la Navidad en las montañas de su patria, mientras otros en la comodidad de su cotidianidad dichosa gritan: “Qué buenas las navidades, es la época más linda de los años”. Es una canción que, a donde quiera que uno se encuentre, siempre nos arruga el corazón. Su melodía es pegajosa, y el cantor deja ver toda su capacidad vocal, esa que se escucha cuando el cantante está sintiendo lo que está cantando, con la cereza del postre del acordeón melodioso y de nota llena de “El Consagrado”, quien seguramente la grabó un día que estaba inspirado, acompañado de ese coro en el que es evidente la impronta de Jairo Serrano con su chorro de voz.
Pero hay más: su hermano Israel, junto a Rafael Orozco, también le grabaron canciones de Navidad, entre ellas “Navidad”, incluida en el corte 4 del lado A del LP “Fuera de Serie”, lanzado el 30 de noviembre de 1982. En la parte introductoria se escucha la voz de Kelly Johana, la hija de Rafael Orozco, quien quedó allí inmortalizada, dándole un toque diferente, mágico y encantador a la interpretación, como todo lo que hizo Rafa con su compadre Israel. Igualmente, Rosendo compuso “Cantor de Navidad”, grabada por Daniel Celedón e Ismael Rudas, incluida en el LP “Diviértete” lanzado en 1987.
Otra canción inspirada en las celebraciones decembrinas y cuya letra también estremece el corazón es “Mil Navidades”, subtitulada “Rosendo Romero, El Poeta de Villanueva”, así bautizado por nuestro amigo Hugo Vega Botello. Esta canción, invisibilizada durante un tiempo, es ahora recurrente en la radio en Navidad. Si hubiera sido oportuna y adecuadamente promocionada, estaría mucho más arriba en el pódium de canciones de similar connotación nostálgica y popularidad. Fue grabada por Martín Elías con el acordeón del Morre Romero, incluida en el álbum “Vuelve el vallenato”, grabado en 2012 en los estudios M y F de Marta Guerra y Freddy Zuluaga en el barrio Dangond, Valledupar. El malogrado cantante dice, entre otras cosas: “Si me preguntan de las fiestas cuál me gusta, siempre respondo: Las Navidades. Es difícil encontrar alguien… allá en mi pueblo, sobre los cerros había un lucero que siempre imaginé que era la estrella que iban siguiendo los Reyes Magos camino hacia Belén”.
Rosendo, mi hermano, sabemos que lo mejor de tu mente está por venir para alegrar el corazón de los miles de admiradores de tu obra, entre los cuales me encuentro yo.