EL SEÑOR FIEL QUE NOS RESTAURA
3. “ÉL se sentará para afinar y limpiar la plata: limpiará a los hijos de Leví, los afinará como a oro y como a plata, y traerán a Jehová ofrenda en justicia”. Malaquías 3.
Si no conocemos quién es Dios y cuáles son sus atributos, con facilidad, podemos criticar a nuestro Creador desde una perspectiva totalmente egocéntrica.
Habiendo cometido maldad delante de Dios, Israel se queja del Altísimo, de que no ha hecho justicia. La pregunta “¿dónde está el Dios de justicia”? (Mal. 2:17) no proviene de un corazón puro, con la intención de ver a los impíos perecer por causa de la justicia de Dios. Simplemente tratan de evadir su responsabilidad y de ocultar sus iniquidades, tomando por excusa a Dios. En lugar de arrepentirse de los pecados revelados por Dios, critican a Dios; esto nos recuerda a Adán, después de su caída. Una característica típica de una generación espiritualmente corrupta es criticar a Dios, sin arrepentirse de sus pecados.
Dios envía a Su mensajero (el Mesías) para juzgar con justicia, como respuesta a la pregunta de Israel “¿dónde está el Dios de justicia?”. En aquellos días, los israelitas anhelaban a un Mesías político, para sentencia de las naciones y restauración de Israel. No obstante, Israel será juzgado por el Mesías, al igual que los levitas. Será un tribunal de pruebas que limpiará a los sacerdotes de sus impurezas y pecados. Después, será juzgado el pueblo por ser adúltero, por haber acudido a los hechiceros y haber oprimido a los débiles de la sociedad.
La justicia de Dios limpiará a los sacerdotes y sentenciará al pueblo por su maldad. Pero este juicio no tiene como fin la destrucción, sino la preservación de Israel. El amor de Dios por Su pueblo escogido es inmutable.
Dios no destruye a Israel que peca una y otra vez porque es fiel. Es imposible no confesar la fidelidad de Dios ante Su justicia y gracia. El amor de Dios que sacrificó a Su único Hijo Jesucristo por nosotros, cuando aún éramos pecadores, es el justo juicio de Dios y Su increíble gracia de la salvación.
Así, el Padre nos llama como adoradores, como el pueblo restaurado de Dios y como mensajeros de Su justicia y Su amor. Por lo tanto, debemos vivir ejerciendo una buena influencia en todas las áreas de nuestras vidas con Su amor y justicia y compartiendo los verdaderos valores del evangelio. En medio del sufrimiento, el Señor nos ama hasta el final sin abandonarnos. Dios les guarde.