Edicion octubre 6, 2024

El aeródromo de la Alta Guajira: otro sofisma más

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El aeródromo de la Alta Guajira: otro sofisma más

Columnista - Arcesio Romero Pérez
Columnista – Arcesio Romero Pérez

¿Qué sería de nosotros sin las grandilocuentes promesas que el gobierno nacional lanza como confeti en época de elecciones? Cada tanto nos regalan una nueva, y la más reciente joya de la corona es el prometido “aeródromo de la Alta Guajira”. Sí, amigos, en un lugar donde la mayoría de los pobladores lucha por agua y alimento, el remedio que nos ofrecen es una pista de aterrizaje. Así de brillante es la estrategia para resolver nuestras necesidades más básicas: con aviones y sofismas. 

Los globos de la promesa (que no despegan)

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Hace años, cuando las cámaras del gobierno se pasearon por nuestras tierras áridas, nos hablaron de progreso, de conectividad, de un futuro próspero donde La Guajira estaría finalmente a la par con el resto del país. ¡Qué honor, qué dicha! Pero, como tantas veces antes, esas promesas no eran más que globos lanzados al aire para que la audiencia (léase: el pueblo que todavía espera) los viera flotar por un rato antes de desinflarse.

El aeródromo de la Alta Guajira ha sido uno de esos globos llenos de aire caliente, lanzado con aplausos y sonrisas forzadas. Se nos dijo que la obra impulsaría el turismo, facilitaría la inversión, abriría las puertas a un futuro de desarrollo. Todo ello suena muy bien en papel, sobre todo cuando se presentan maquetas y se cortan cintas simbólicas. Pero al igual que otras promesas gubernamentales, la realidad de su implementación está muy, muy lejos. 

Realidades olvidadas bajo las alas del progreso

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Mientras los funcionarios hablan de aviones que vendrán a aterrizar en la Alta Guajira, los habitantes de esta región siguen caminando kilómetros en busca de agua. ¿Cuántos pozos se han prometido construir en La Guajira? ¿Cuántos sistemas de acueducto y soluciones hídricas han sido presentados como la solución definitiva al problema de desabastecimiento? Y aún así, aquí seguimos, en una tierra donde las promesas se evaporan más rápido que la poca lluvia que cae. Pero no se preocupen, que ahora tendremos un aeródromo para aterrizar esas soluciones imaginarias.

No es que el aeropuerto no sea una idea interesante, pero quizá habría que preguntarse si realmente es lo que más necesitamos en una zona donde el acceso a servicios básicos sigue siendo un lujo. El gobierno de turno, con su inagotable capacidad para lanzar iniciativas “visionarias”, parece haberse olvidado de la realidad diaria de los guajiros. Lo que aquí se necesita no es un aeropuerto para facilitar las fotos de turistas, sino políticas reales que nos saquen del abandono. 

¡Que aterricen las promesas!

El sofisma del aeródromo no es una novedad. No es la primera vez que La Guajira es usada como laboratorio de promesas vacías, ni será la última. La historia nos ha enseñado que los anuncios del gobierno llegan siempre con mucha bulla y poca sustancia. El puerto de Puerto Bolívar, ¿recuerdan?, se construyó con la promesa de que la riqueza del carbón traería desarrollo para todos. Y aquí seguimos, viendo cómo los trenes cargados de carbón se van, mientras nuestras comunidades se quedan con el polvo. Ahora nos quieren dar aviones, pero ¿quiénes serán realmente los beneficiarios de este nuevo “progreso”?

El Cerrejón ha dejado una profunda huella en la tierra y en las vidas de la gente, pero a pesar de las promesas de desarrollo económico, las comunidades cercanas siguen sin acceso a servicios esenciales. El aeropuerto proyectado corre el riesgo de convertirse en otro Puerto Bolívar, otra promesa que, aunque grande y ruidosa, acaba beneficiando a unos pocos y dejando a la mayoría de la población en el olvido.

Tal vez la idea del aeropuerto no sea en sí mala, si fuera parte de un plan integral que aborde las necesidades reales de la población. Pero en La Guajira, el sofisma es siempre el mismo: promesas vistosas para esconder la falta de inversión en lo esencial. Es como si el gobierno pensara que los aviones traerán mágicamente agua, comida y soluciones a la desigualdad.

Aquí el progreso parece siempre ir en helicóptero, mientras los guajiros seguimos a pie, recorriendo caminos polvorientos hacia promesas que nunca se cumplen.

Para el gobierno, construir aeropuertos es más fácil que construir confianza. Llenar titulares con palabras bonitas y discursos sobre desarrollo es mucho más conveniente que enfrentar la cruda realidad de lo que realmente necesita La Guajira: infraestructura básica, servicios públicos eficientes, educación, salud. Y sí, quizá algún día un aeropuerto, pero no mientras más el 50% de nuestra población sigue en la pobreza. 

El aterrizaje forzoso

Y así, el globo del aeródromo sigue flotando en el aire, mientras los que lo lanzaron saben perfectamente que no aterrizará pronto. Al fin y al cabo, una pista de aterrizaje sin aviones es simplemente un trozo de cemento en medio de la nada. Pero eso no importa: ya lo anunciaron, ya se cortaron las cintas, y ya se llenaron los titulares. El resto, bueno, ya lo conocemos. Las promesas desinfladas caerán lentamente, mientras esperamos el próximo sofisma.

Porque en La Guajira, el verdadero aeródromo es ese donde aterrizan los sueños rotos, uno tras otro, mientras nosotros seguimos viendo los globos de las promesas volar alto… muy alto.

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