¿Que son los refranes? Son expresiones de una filosofía primigenia, casuística y fundamentada en la experiencia. A través de ellos no solo nos orientamos en situaciones concretas, sino que rememoramos las voces de quienes nos los transmitieron. Su origen es impreciso y difuso. Solo podemos ver las brumas de las que surgieron en una época lejana. Su autoría pertenece a todos o a nadie como ocurre con los saberes de la tradición.
Los refranes perviven en las familias como un legado particular. No pretenden ser universales en su contenido, sino que emergen como recursos cognitivos frente a una experiencia concreta ante la que debemos actuar. Ellos condensan las trayectorias vitales de nuestros antecesores, preservan sus voces y los matices de su expresión gestual.
Los refranes más antiguos de mi familia corresponden a mi bisabuelo Ramón Pana quien nació en la segunda mitad del siglo XIX. Los he rastreado y provienen de sus lecturas del Quijote y de otros clásicos españoles, pero con variantes adaptadas al mundo del Caribe: Uno de ellos era: “Si te dan la vaquilla anda con la soguilla”, su sentido es que los regalos no se postergan y se deben buscar tan pronto sean ofrecidos. Otro decía “Quien quiere a Beltrán quiere a su can”. Significa que si apreciamos sinceramente a alguien extendemos ese afecto a sus seres más cercanos. En ocasiones festivas afirmaba: “A quien no le gusta la música es porque está enfermo”. Con ello aludía a esas personas hurañas a quienes todo les irrita, especialmente la alegría de los demás.
Mi tío abuelo, Rafael Pana Uliana, solía expresarse y aconsejarnos empleando refranes. El origen de sus proverbios era más criollo que el de su padre y surgían del entorno social guajiro. Cuando ante de emprender un viaje por el desierto le ofrecían un desayuno inesperado o le brindaban un almuerzo antes del mediodía, solía decir con sentido práctico: “Bola a´lante espera juego”. Descolgaba su chinchorro wayuu tan pronto se levantaba y nos decía ” Un Chinchorro colgado en La Guajira, pasa trabajo”. Uno de sus refranes predilectos era “Carga atrás no llega y si llega es mojada o averiada”. Lo empleaba cuando alguien le prometía una ayuda y postergaba su entrega tornándola insegura. El más universal y sabio de sus refranes era “Con el arca abierta el justo peca”, cuyo sentido era que la sola honradez sin el control externo no era suficiente para la salud de un negocio particular o para el manejo de los fondos públicos.
Mis tías maternas eran también fuente de muchos proverbios aplicados a las cosas propia de la vida cotidiana. Cada vez que alimento a mi gata recuerdo a mi tía Iris diciendo “El perro se llena, el gato no”. Un refrán que me divertía en mi infancia era el de mi tía Josefa Iguarán “con su hablar de enfermo, y su comer de bueno y sano”. Con ello se refería a ciertas personas que fingían una delicadeza de la cual realmente carecían:
Mi madre era una fuente inagotable de proverbios que empleaba en cada ocasión práctica. Los suyos eran condensaciones de la experiencia y reflejaban su carácter pragmático propio de un ser aterrizado en un mundo utilitario… ” A lo tuyo tú, con razón o sin ella” decía. Este es el más extendido de los refranes entre las madres guajiras, incluyendo a Luisa Santiaga Márquez la progenitora de Gabriel García Márquez quien se los recalcaba a sus hijos. Esta expresión privilegia la lealtad familiar por encima de cualquier otro valor. Un refrán que empleaba con frecuencia era el de ” En la puerta del cielo, primero yo que mi hermano”. Este era un aforismo dirigido a buscar y practicar la autoestima. Sin ella no se alcanzaban triunfos en la tierra y mucho menos se llegaba al paraíso. Cómo mi madre conocía el alma femenina aconsejaba a sus hijos y sobrinos varones diciéndonos “El hombre cela cuando quiere, la mujer cela, aunque no quiera”.
Ese espíritu, siempre alerta frente al universo, tenía en escasas ocasiones un cierto sentido fatalista, “Cuando el pobre lava el sol se nubla”, declaraba entonces. Con esto indicaba que no todo depende de la voluntad humana- En ocasiones pienso que yo heredé solo el lado fatalista de los refranes de mi madre. Es entonces cuando la literatura viene del lado de nuestra salvación. Evoco en ese instante los versos de Borges: escribir ” es hacer de la tristeza una música, un alto rio que siga resonando en el tiempo”.