No estaba planeado en mis propósitos profesionales, ni siquiera tengo vocación por el periodismo. Creo que Dios, me escogió como instrumento y me dio la sabiduría para que a través de mis columnas de opinión, abogara por los más débiles, denunciara los atropellos a sus derechos fundamentales y presentara alternativas que pudiesen mejorar su calidad de vida.
Claramente, esta tarea tenía que ejercerla en el sector agropecuario, al cual he estado ligado por más de 25 años. Lo que no me dijo Dios, es que, con mis columnas de opinión, iba a graduar a muchos enemigos, cosechar abundante ingratitud e hipocresía, y recibir muchos bloqueos en mis aspiraciones profesionales y de prestación servicios al sector público y privado. Esa factura electrónica me llega cada vez que cuestiono en este espacio, algunas decisiones del ministro (a) de Agricultura de turno; cuando denuncio actos de corrupción o prácticas indecorosas del club de burócratas del agro y gamonales políticos que se han enriquecido durante tantos años con los recursos públicos del presupuesto de la cartera agropecuaria.
Ser analista o generador de opinión en este país, es un oficio que tiene sus riesgos y consecuencias, las cuales hay que asumir con responsabilidad y determinación. A los funcionarios públicos, les enfurece que los cuestionen y si tienen el poder, pues, lo utilizan en contra de quienes los cuestionan. En mi caso particular, he tenido que sobrevivir a los embates de algunos congresistas, dirigentes gremiales y altos funcionarios de los gobiernos de Santos, Duque y Petro. Al final del día, el tiempo es el que da la razón. Llevamos una década viendo al sector agropecuario, con las mismas cabeza de ganado y las mismas áreas y rendimientos en los cultivos de café, palma de aceite, arroz, maíz, caña de azúcar, plátano, papa, flores, cacao y otros cultivos de ciclo corto y perennes. Llevamos 10 años, despilfarrando miles y miles de millones de pesos de recursos públicos en ayudas, incentivos y subsidios al sector agropecuario, pero los agricultores y ganaderos, siguen con la misma ineficiencia, los mismos problemas de comercialización de sus cosechas y más pobres. Acá lo único que ha crecido es la coca.
Hoy, he decidido hacer una pausa en el camino, para dedicarme a escribir un libro que recopile los temas centrales de 832 columnas de opinión que he escrito durante 16 años en varios periódicos, revistas y portales de opinión del país. Un libro que cuente los aciertos y desaciertos en la política agropecuaria en la última década y que exponga algunas alternativas de solución a la ineficiencia de los agricultores y de las políticas públicas en materia de crédito, coberturas de riesgo, biotecnología, riego, mecanización de cultivos y comercialización de alimentos. Un libro que recoja algunos casos de éxitos en la producción agroalimentaria del mundo y por supuesto, un libro que revele las prácticas indecorosas del régimen de los pactos y complicidades entre los sectores público, gremial y privado.
Mi gratitud y agradecimiento, al director (a), directivas y equipo editorial de este periódico, por permitirme expresar mi libre opinión durante todo estos años. Es un hasta luego, los buenos hijos siempre regresan a casa.