15. El Señor le dijo: “Ve, porque instrumento escogido me es éste para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, de reyes y de los hijos de Israel,
16. porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”.
Hechos 9.
Un alma que ha vuelto a Jesús arrepentida necesita ser guiada. Después de transformar el corazón de Saulo, el Señor llama a Ananías para que salga a su encuentro. No hay registros sobre la conversión de Ananías; pudo haber huido de Jerusalén a Damasco por la persecución, o haberse convertido por la evangelización de los cristianos que se han refugiado en Damasco. El Señor le indica a Ananías dónde puede hallar a Saulo, quien está orando.
Ananías, consciente de la mala fama de Saulo, se niega a obedecer. No obstante, el Señor insiste: ”ve”, porque una misión especial le ha dado (v. 15).
Los pensamientos de Dios son más altos y sublimes que los nuestros. Él transforma a un hombre odiado y temido por los creyentes a fin de utilizarlo para la obra misionera mundial.
Ananías obedece el mandato del Señor; llama a Saulo hermano en el versículo 17, porque lo considera como un verdadero hermano en Cristo. Cuando Ananías pone sus manos sobre él y proclama la Palabra de Dios, al instante caen de sus ojos como escamas y Saulo recobra su vista. Después de ser bautizado, Saulo come y es fortalecido, y se queda con otros discípulos en Damasco.
Saulo, que tan solo hace algunos días atrás había perseguido a los cristianos, ahora tiene comunión con sus hermanos en Cristo. Además comienza a testificar en las sinagogas con convicción de que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, deseando ser un canal de salvación para los judíos inconversos. El que ha recibido la gracia de Dios no se conforma solo con su salvación, sino que da lo mejor de sí para transmitir la salvación a otros.
Dios prepara a dos personas para Su plan de salvar a los gentiles. Así, toma a ”Saulo”, que perseguía a los fieles, para el ministerio de los gentiles y a ”Ananías” para que lo acompañe en ese proceso. De este modo, el débil se convierte en miembro de la comunidad eclesiástica y es utilizado por Dios, como Su misionero, a través del compañero que extiende la mano de perdón y reconciliación. Aun hoy, Dios nos sigue guardando y prepara al compañero de la fe. Es necesario tener un encuentro personal con Jesús en nuestras vidas.
Esta experiencia reconciliadora transforma los valores y restablece el sentido de la vida, permitiendo que seamos utilizados como mensajeros de la bendición que predican sobre el reino de Dios. Dios prepara a las personas para consumar Su plan de la salvación. Dios les guarde.