8. “¡Alabad a Jehová, invocad su nombre, dad a conocer entre los pueblos sus obras!”.
1. Crónicas 16.
Dios desea que el mundo le conozca. Por tanto, los que ya le conocemos, debemos anunciar a Dios a otros. Poco después de traer el arca, David manda a Asaf y a sus hermanos a levantar un cántico de agradecimiento a Dios. El pueblo celestial debe agradecer a Dios cada día, anunciando las maravillas a las naciones.
El nombre de Dios es el motivo de nuestra mayor jactancia. Él es eterno, fuente de gran poder y sabiduría. Todo aquel que busca el rostro del Todopoderoso, vivirá bajo Su poder. El pueblo escogido por Dios debe recordar los milagros, prodigios y leyes que Dios ha obrado a Su favor y esforzarse en permanecer bajo Su gracia. Dios abre puertas de esperanzas para todo aquel que guarda y pone por obras Su Palabra.
Dios gobierna el mundo entero con Su Palabra y es fiel al pacto que estableció con el hombre. Sus estatutos, es decir, Su pacto, es la palabra que mandó para mil generaciones, por lo que debe ser recordado. El pacto que Dios estableció con Abraham, Isaac y Jacob es que le daría a Israel la tierra de Canaán por heredad.
Aunque siglos más tarde, Israel fue forastero y anduvo errante entre las naciones gentiles, Dios mismo fue Su guardador; el Todopoderoso no permitió que nadie los oprimiese, castigando a los reyes paganos. Dios considera a Su pueblo como el ungido y profeta, y lo protege como tal. Aun después de mil años de haber establecido el pacto con Abraham, Dios guardó el pacto en el tiempo de David. El pacto de Dios es nuestra eterna esperanza.
Luego de traer el arca de Dios a Jerusalén, David le pide a Asaf y a sus hermanos que canten alabanzas de agradecimiento. Es deber del fiel difundir a las naciones lo que Él hizo y sentirse privilegiado por ser portador de Sus promesas. Quien le pida a Dios — la fuente de poder y sabiduría — lo que necesita y lo busque a Él únicamente, no se decepcionará.
Él nos habla y nos hace promesas. Y para el fiel Su promesa es una esperanza eterna y la consumación de la misma. Una persona de fe recuerda la promesa que le dio Dios en el pasado, obedece a la Palabra que le da en el presente y vive anhelando que se cumpla Su pacto.
Toda promesa de Dios se cumple en Cristo. Quien recuerda la gracia que recibió de Dios y agradece siempre, en todo le va bien. Dios les guarde.