23. “Envió Dios un espíritu de discordia entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se rebelaron contra Abimelec”.
Jueces 9.
Jotam deja en claro que la zarza de su fábula es Abimelec y reprende a los hombres de Siquem por haberle elegido rey. Utiliza palabras relacionadas al pacto como verdad (emef en hebreo) e integridad (tani en hebreo) para señalar traición contra Gedeón y su casa. La reprensión de Jotam trae a la memoria el primer pacto que los de Siquem establecieron con Gedeón.
Pero, al hacer rey a Abimelec, traicionaron no solo a Gedeón, sino también a Dios, al desafiar Su autoridad real. Dios es el único rey de Israel; servir a otro dios o a otro rey humano es quebrantar el pacto con Él. Nuestro deber como pueblo celestial es servir y adorar solo a Dios.
Una alianza sin verdad y justicia no permanece. Después de que Abimelec ha dominado sobre Israel tres años, Dios envía un mal espíritu entre él y los hombres de Siquem. A diferencia del Espíritu de Jehová que empodera a los jueces y libertadores de Israel, este mal espíritu divide a Abimelec de los hombres de Siquem.
Los de Siquem se esconden en las cumbres de los montes Gerizim y Ebal, para vigilar a Abimelec y asechar a los que pasan por el camino, para cobrar a la fuerza un impuesto por transitar en la zona. Así juzga Dios a Abimelec, quien mató a sus hermanastros a fin de asumir el trono, y a los de Siquem, por haber traicionado al Señor. A veces, Dios utiliza a los seres malignos para cumplir Su voluntad y justicia.
La historia de la humanidad nos muestra una y otra vez que Dios está al mando de todo, aun cuando no lo parezca. Así, el libro de Jueces se pregunta constantemente sobre la soberanía de Dios. A pesar de que Abimelec utiliza la violencia y todo tipo de estrategias para satisfacer su ambición, termina destruido por el juicio de Dios.
Por lo tanto, el fiel debe tener cuidado de no caer en la tentación del pecado y el deseo, y debe esperar confiando en la soberanía justa de Dios. Entonces nos llenaremos de la fuerza necesaria para seguir por el buen camino de la fe, oponiéndonos al mal del mundo.
Además, oraremos anhelando la llegada del reino de Dios, en este mundo que sufre por el pecado. El fiel es aquel que se aleja del mal, y espera con fe el juicio y la soberanía del Soberano Dios. Dios les guarde.