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“Se fue entonces Jeremías a Gedalías hijo de Ahicam, a Mizpa, y habitó con él en medio del pueblo que había quedado en la tierra”.
Jeremías 40.
La Palabra de Dios ciertamente se cumple a lo largo de la historia. Nabucodonosor, rey de Babilonia, envía a Nabuzaradán, capitán de la guardia, a conquistar Jerusalén. Después de cumplir con éxito su misión, este se lleva a los judíos encadenados a Babilonia. Si bien el rey de Babilonia había ordenado que no le hicieran daño a Jeremías, sino que lo trataran con benevolencia, los soldados no le reconocieron y lo capturaron junto a los otros cautivos.
Recién en Ramá, a unos ocho kilómetros de Jerusalén, Nabuzaradán lo identifica y lo suelta. Aunque el capitán era de origen gentil, reconoce que Judá fue juzgada por Dios debido a su desobediencia. La obra de Dios es confirmada por los gentiles también. Un juicio justo da a conocer la soberanía de Dios sobre las naciones.
El obrero de Dios conoce cuál es su llamado y da lo mejor de sí para cumplirlo. Nabuzaradán le ofrece tres opciones a Jeremías:
- Ir con él a Babilonia y contar con su protección.
- Acudir a Gedalías, hijo de Ahicam, al cual el rey de Babilonia había puesto sobre todas las ciudades de Judá; allí recibiría cierta protección y podría anunciar la Palabra de Dios al pueblo remanente. Y 3. Jeremías podía ir a cualquier otro lugar que desease.
El profeta decide ir a Mizpa, en donde se encuentra Gedalías y parte de los sobrevivientes del pueblo de Judá, para seguir cumpliendo con el llamado de anunciar la Palabra de Dios.
¡Qué hermoso es anteponer el llamado de Dios, antes que buscar el beneficio personal o la comodidad!.
Jeremías obró hacia el final de Judá, en el peor momento de su historia. Sin embargo, cumplió con su deber, aun cuando miles perdían la vida a manos de sus enemigos y presenció como incendiaban Jerusalén. Además, rechazó la tentadora oferta del capitán babilonio y regresó a difundir la Palabra a Su pueblo. Una vida como la de Jeremías, quien siguió el camino del llamado en vez de buscar la comodidad, es hermosa.
Dos nos asigna una misión para cada día, y debemos recordar que, mientras el mundo cambia constantemente, la Palabra de Dios es la única que es eterna y no cambia jamás.
Por lo tanto, el fiel debe ser un siervo leal que predica la Palabra desde el lugar donde Él lo llamó. Un hombre de Dios busca cumplir con su deber, en vez de perseguir su propio beneficio y comodidad. Dios les guarde.