1. “Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”.
Colosenses 3.
Nosotros recibimos el dominio del Espíritu Santo, por ende, rechazamos la cultura de las tinieblas que es contraria a los atributos del Espíritu Santo.
Pablo exhorta a los santos que han resucitado con Cristo a *buscar las cosas de arriba* (v. 1), a vivir como le agrada a Cristo, que después de rescatar a la humanidad, se encuentra sentado en la diestra del Dios Padre. Para esto, lo primero que debemos hacer es alejarnos de las cosas terrenales (v. 2). Hemos muerto para el mundo y estamos vivos para Dios. Por tanto, debemos renunciar a la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y avaricia, que es idolatría. Si nos aferramos a lo terrenal, seremos reos de la ira de Dios en los postreros días, como Sodoma y Gomorra.
Se requieren nuevos parámetros de ética para tener una identidad renovada. Pablo amplía la lista de lo terrenal, de lo cual debemos alejarnos: la ira rencorosa, el enojo que descontrola las emociones, la malicia y la blasfemia que menosprecia al prójimo, las palabras deshonestas y vergonzosas. Debemos dejar las mentiras ya que estas atentan contra la confianza.
Nos hemos despojado del viejo hombre para revestirnos del nuevo, que debe renovarse hasta el conocimiento pleno, *en la justicia, y santidad de la verdad*, conforme a la imagen de Dios nuestro Creador. En la nueva creación, no hay distinción entre griego y judío (razas), circuncisión ni incircuncisión (religión), bárbaro ni extranjero (cultura), esclavo ni libre (estrato social). Cristo es el todo y está en todos.
Nada de este mundo es para siempre. Por eso, quien recibió la salvación, y se revistió de hombre nuevo, debe buscar las cosas de arriba y no las de la tierra. Esta es la vida que el Señor desea de nosotros y comienza por quitar lo terrenal, como la inmoralidad, la impureza, la pasión desenfrenada, el mal deseo y la avaricia, etc. Porque todo lo de este mundo provoca la ira de Dios.
Así, la vida sagrada del hombre renovado conforme a Cristo y a la imagen del Dios Creador lleva al cielo, ya que el hombre se asemeja a lo que mira y permanece donde están sus ojos.
*Por eso, debe agradecer al evangelio que no discrimina y ser un fiel que glorifica a Dios como un hombre nuevo. El fin último del cristiano es vivir buscando el reino de Dios. Busca las cosas de arriba*. Dios les guarde.