Que Juyá aparezca pronto y apague este horno crematorio.
Qué calor terrible vive Riohacha por estos días. Las temperaturas rayaron los 40 grados y una sensación térmica de casi 50. Esto es una cosa de locos, si el infierno es tan caliente como Riohacha, ojalá por allá vendan frías, pero —por si acaso— voy a dejar consignado en mi testamento que me entierren con una neverita, no sea que no encuentre una tiendecita para beber cerveza.
Riohacha arde en calor y está más caliente que la lengua viperina de una mala suegra. Con lo cara que está la energía, uno no se atreve a prender el aire acondicionado siquiera por una horita durante el día porque se le sube la cuenta del recibo como la temperatura, y entre pagar luz y no tener qué comer, los Riohacheros prefieren que les corten la luz, pero con barriga llena, aunque sea de arroz. El aire acondicionado se volvió un electrodoméstico vital para la salud, no un lujo. Al pobre le toca sofocar el calor con ventilador y hay que ver el fogaje que echa un abanico cuando la temperatura supera los 36 grados, a pleno sol del mediodía, sin poder hacer siesta. En estos días de calor infernales, he tragado más agua que albañil ruso y sudado más que caballo cochero.
Con estos calores, los costeños sacamos a relucir la fama de flojos que tenemos. Ya ni el “mañanero” nos provoca hacer; la calentura del amor es peligrosa y en vez de “venirnos” podemos “irnos” en medio de la pasión, y del infierno de la tierra pasar al mismísimo del diablo gracias a una “patadita” del corazón. Como la nevera del pobre, la mía está llena de agua; no hay jarra que aguante, hay que tragar mucho líquido para estar hidratado y evitar los efectos del calor. Eso sí, como buen costeño pobre que se respeta, en mi mercado semanal no falta la media caja de frías para mi relax del viernes.
Pensándolo bien, el gobierno debería tratar el calor en la costa como un problema de salud pública y, como le gusta tanto repartir subsidio, a los costeños reconocernos un bono solidario mensual por la mitad del consumo de energía eléctrica para mantener el aire acondicionado prendido todo el día y las frías vestidas de nieve en la nevera. Y a la inquisidora empresa Air-e prohibirle cortar la luz.
El “gobierno del cambio” que mucho predica sobre el cambio climático, la protección del medio ambiente y la eliminación de combustibles contaminantes, pero que poco hace para ejecutar proyectos energéticos alternativos, tiene en la naturaleza la solución para resolver el problema de energía en la costa. Si de verdad quiere generar un cambio con el uso de otras energías, debe aprovechar el potencial natural de La Guajira para producir energía eólica y solar y dotar a toda la costa de energía barata. Solucionaría definitivamente un problema que ha sido históricamente factor de nuestro poco desarrollo económico y que nos ha privado a los costeños de tener una mejor calidad de vida.
Se necesita ejecutar una política pública energética a gran escala para construir parques solares y eólicos que permitan masificar el consumo de estas energías, cofinanciar con los gobiernos departamentales y municipales la expansión y masificación de nuevos proyectos, y a los mismos usuarios de estratos bajos facilitarles el costo de la instalación residencial que ahora es muy caro. No se entiende cómo es posible que La Guajira y la costa tengan un servicio de energía eléctrica malo y caro, teniendo las mayores fuentes naturales para producir energías renovables.
Grandes empresas privadas están dando el salto al cambio de la energía solar, como la cadena de supermercados ARA, y muy pronto veremos a otras empresas e industrias seguir sus pasos, ya que es muy caro el rubro que pagan a los operadores privados por la energía eléctrica que consumen, con lo cual se beneficiarán y reducirán costos.
Importante para la competitividad de las empresas que se instalen en la costa, en cuanto a producción de bienes y servicios, contar con energía de buena calidad y barata; y para los usuarios en general, sería el fin de una pesadilla que hemos tenido que soportar por años los costeños por el mal servicio de energía eléctrica prestado por los operadores comerciales en las dos zonas que se divide la región Caribe.
