1. ¡Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra! ¡Has puesto tu gloria sobre los cielos!
Salmos 8.
El mundo no gira en torno al hombre, sino a Dios. Los cristianos reconocemos a Dios como el Dueño y Soberano de este mundo.
Las obras y la creación de Dios dan cuenta de su hermosura y exaltan su nombre para siempre. El sol, la luna y las estrellas glorifican a Dios por la eternidad. Es Dios que está en el centro del cielo y la tierra. Por tanto, no hay nada más importante para el hombre que reconocer a Dios como el Creador. Y delante del Todopoderoso, las potestades de este siglo pierden su poder. Dios destruirá las potestades del mundo por medio de los humildes de corazón, que reconocen la autoridad del Señor. Nosotros también tenemos autoridad cuando proclamamos a Dios y sus obras.
El deber más importante del pueblo de Dios es glorificar a Jehová con su testimonio. Glorificamos y honramos al Rey por lo que Él ha hecho; y Él nos honra consideràndonos como sus representantes. Creados a imagen y semejanza de Dios, fuimos llamados a ser administradores de la creación, porque en nosotros ha delegado su autoridad (Gn. 1:26). Esta es la posición y el deber del hombre.
Una cosa que no debemos olvidarnos nunca, es el propósito por el cual Dios nos creó. Todas las áreas de nuestra vida fueron creadas por el Omnipotente. Cuando respetamos e imponemos el orden de la creación de Dios, lograremos transformar al mundo y cumplir su propósito creacional.
El fiel debe poder ver la gloria de Dios en lo que Él creó. Además, debemos agradecer al amor de Dios que nos honra y nos permitió someter al mundo. *Hoy también Dios nos da el poder y nos encomienda un deber. Dios, el Creador, corona de gloria y honra a los hombres y nos permite gobernar todo lo que Él creó. ¡CUÁN GRANDE ES TU NOMBRE, SEÑOR!*. Dios les guarde.